Una de las máximas que sigue el equipo de seguridad de La Ería es que las sorpresas son para los cumpleaños, no para un macro concierto que cuente con un plan de emergencias. Por este motivo aseguran que es fundamental controlarlo todo, sobremanera los objetos que introducen los asistentes a los conciertos. «Los cacheos se realizan por motivos estrictamente de seguridad: no se pueden pasar latas, ni botellas de cristal, ni objetos cortantes», indica Juan Carlos González.

«Los chavales se quejan si les requisamos la botella, pero en el reverso de su entrada lo pone muy claro, ya saben a lo que se enfrentan», explica en respuesta a alguna crítica que ha surgido desde PSOE e IU por los cacheos a la entrada de los conciertos. Luego, los de seguridad tienen sus detalles, como llevar agua a los fans de primera fila, que no se mueven para no perder el sitio. En la puerta, al frente del control de accesos, está José Luis Quirós. «El sistema está diseñado para evitar las falsificaciones. Cada entrada tiene un código de barras, una vez registrado, si llega otro igual, salta la alarma», relata. Quirós explica que el público llegó de forma muy escalonada a los conciertos, por lo que no se registraron mayores complicaciones. Ya en el interior del recinto, además de la seguridad privada, hay agentes de policía de paisano. «La gente es educada y tranquila, vienen a pasárselo bien», resume González.