El hotel La Gruta, en la plaza de Occidente, la zona conocida como alto de Buenavista, ya no volverá abrir. El establecimiento cerró sus puertas el pasado 24 de diciembre por vacaciones y la propiedad ha decidido que esa medida se convierta en definitiva. Así, lo confirmó ayer Amado Alonso, último dueño del histórico establecimiento ovetense que fue inaugurado en 1959 y del que Alonso se hizo cargo en 2009. Ahora, tras una década al frente de negocio, ha presentado en el Juzgado una liquidación voluntaria de la actividad.. Ya era entonces "La nueva Gruta", nombre que se le puso tras la venta del negocio de los hermanos Cantón.

El cierre afecta a los quince trabajadores que mantenía actualmente un complejo hotelero con 105 habitaciones y que hace ya tres años que había cerrado su restaurante. Los empleados se acogerán a un ERE (expediente de regulación de empleo) de extinción de actividad.

Para comprar La Gruta, Amado Alonso firmó una hipoteca con el Banco Popular de doce millones de euros. La situación actual no le permite hacer frente a los pagos fijados por el banco y por ello el propietario ha decidido cerrar. "Llevamos años intentando renegociar esa hipoteca, pero ha sido imposible, no nos han dado ninguna opción", explica Alonso. El propietario asegura que la sociedad no es, ni mucho menos, deficitaria. "De hecho, hay dinero suficiente en la cuenta bancaria para pagar la liquidación a todos los trabajadores", afirma, pero reconoce que los beneficios que obtiene anualmente, de unos 400.000 euros, no le permiten hacer frente a una hipoteca bancaria que supera esa cantidad.

Ante esta situación, la propiedad planteó numerosas opciones, primero al Popular y luego al Banco Santander. Se barajaron, según explica Amado Alonso, varias posibilidades. Por un lado, se intentó renegociar la hipoteca para alargarla en el tiempo, bajar las cuotas anuales y poder hacer frente al pago con solvencia. También se pensó en la venta del inmueble a un fondo de inversión y que los actuales propietarios y administradores del hotel quedasen como inquilinos. En esa misma línea, se propuso a la entidad bancaria que se quedase con el hotel para liquidar la hipoteca y que cobrase un alquiler mensual a los actuales gestores. "Llevamos años de reuniones y les hemos hecho numerosas propuestas, pero ha sido imposible negociar absolutamente nada con el banco", subraya Alonso.

La Gruta está ahora mismo en concurso, pero el único acreedor que tiene es el banco. "No debemos dinero ni a proveedores ni a trabajadores", insiste el propietario, que dice que "el banco nunca se atuvo a la situación real de la economía actual y no nos ha dado ninguna opción".

La situación de La Gruta no ha sido la mejor a lo largo de las dos últimas décadas. Según explica Amado Alonso. Las instalaciones del alto de Buenavista perdían un millón de euros al año ya en 2001, cuando tenía unos 80 trabajadores entre el hotel y el restaurante. Esa situación fue mejorando, pero el actual propietario reconoce que en 2014 la sociedad que gestiona la instalaciones quedó "totalmente descapitalizada". Lograron poco a poco ir mejorando, hasta lograr que el negocio diese beneficios, pero no fueron los suficientes como para hacer frente a la actual hipoteca.

"En precario"

Otra de las cuestiones que ha llevado a la propiedad a cerrar definitivamente es esa inestabilidad que las negociaciones con el banco les ha generado en los últimos años. Amado Alonso explica que llevan años "trabajando en precario", que la situación de incertidumbre, de no saber si iban a poder seguir o no con el negocio, "no permitía programar nada con suficiente antelación, no podíamos intentar entrar en el circuito para organizar pequeños congresos en los salones del hotel y ni siquiera podíamos programar grandes banquetes", actividades que hubiesen generado importantes ingresos.

Así las cosas, Oviedo pierde uno de sus hoteles más emblemáticos de las últimas décadas. La Gruta era referencia local y regional especialmente a finales del siglo pasado. Su ubicación en el alto de Buenavista, en la salida o entrada a Oviedo por la vieja carretera de Galicia, lo convertía en lugar clásico de parada de viajeros. Además, su tradición hostelera lo convirtió en lugar de celebración de bodas, bautizos y comuniones.

En diciembre, otro establecimiento emblemático de Oviedo, como el café El Dólar, cerró sus puertas.