"Hamlet" busca la locura en el Campoamor

El ensayo antepiano de la nueva producción de Ópera de Oviedo tiñe de turquesa el drama shakesperiano de Thomas, con notas retrofuturistas, y convierte el espectro en simulacro

Chus Neira

Chus Neira

En un ensayo antepiano como el de ayer, la primera ocasión para probar que todo lo actoral y escenográfico funciona, no hay simulacro. Caen las telas que conforman una caja escénica dentro de la propia del Campoamor y la directora de escena Susana Gómez manda parar. "Stop, stop, merçi". Para la maestra, Audrey Saint-Gil, para el único instrumentista en la tarde de este sábado bajo su batuta, Borja Mariño, sale el regidor, Artur Gonçalves, y se decide cómo hacer que la maquinaria del techo descienda en otro momento. "Ajustad a 60.4.3", pide por el canal interno. Ninguna de esas tripas se verá el jueves 8 de diciembre (19.30 horas) en el estreno del nuevo título de la temporada de Ópera de Oviedo, una producción propia del "Hamlet" de Ambroise Thomas donde, precisamente, la idea del teatro dentro del teatro, muy presente en el drama de Shakespeare original, se refuerza en la puesta en escena y se traslada al ámbito de la manipulación y el simulacro, en terminología baudrillardiana.

Pero sin sustos. La ambición de este "Hamlet" se traslada a escena con tranquilidad, dominada por una gran tarima ligeramente inclinada, "un homenaje al teatro isabelino, un escenario limpio donde se suceden los acontecimientos", explica Susana Gómez. Esa nueva caja escénica dentro de la caja escénica quedará delimitada por telas que suben y bajan y sirven para velar y desvelar los miedos, sospechas y locuras del príncipe de Dinamarca, no tan convencido de que lo sobrenatural no sea, más en esta versión, un engaño.

El otro elemento dominante es la paleta cromática. Si en el "Don Giovanni" fue el azul klein, esta vez el turquesa abraza a toda la corte, y con él, con la colaboración de Felix Garma, Susana González ha desplegado unas tonalidades terrosas, ligeramente metalizadas: mostazas, rosa pastel, verde botella… Los hombres se vuelven un poco invisibles al lado de las mujeres de este reparto. Ellas están crecidas con unos peinados imposibles, tupés y moños de fantasía que empezaron inspirándose en las actrices del cine negro de los años cuarenta y acabaron coincidiendo con las mismas ideas que se desarrollaron en "Blade Runner". Por ahí se llega a esa idea retrofuturista que encarna Ofelia desde sus primeras apariciones, la chica de las gafas. Este sábado por la tarde Sara Blanch apenas canta, solo marca. Es una prueba antepiano. Pero en los ensayos anteriores dicen los que la han escuchado que la soprano catalana promete desatar la locura en el Campoamor.

Ayer dominaron más las bromas. El equipo está relajado. A Simón Orfila, tan querido en Oviedo, y que encarna aquí al traidor rey Claudius, le traiciona su subconsciente laboral y cuando en el acto segundo aparece su sobrino en escena, en vez de "Hamlet" le llama "Hoffmann", como si estuviera en la ópera de Offenbach, que el barítono menorquín ha representado este año dos veces. David Menéndez, el protagonista, frena en seco: "¿Cómo que Hoffmann?". Todos ríen.

Antes ya se ha visto que el espectro aquí es un engaño. Susana Gómez explica que han querido plantear "una realidad construida para Hamlet", una idea que entronca con la manipulación informativa. "Hamlet es el hombre moderno obligado a actuar contra su voluntad, que trata de analizarlo todo pero cuyo criterio, al final, queda sobrepasado".

La obra de Thomas presenta, respecto al original de Shakespeare, cambios sustanciales. Explica la profesora María Encina Cortizo en las notas del programa que las muertes de Hamlet "seguían resultando excesivas para el público parisino de 1827". El libreto de Jules Barbier y Michel Carré adaptó una versión previa de Alejandro Dumas (padre) y en él apenas mueren el rey traidor y Ofelia, pese a que la reina es cómplice del asesinato de su marido, y concluye con un Hamlet coronado. Susana Gómez tampoco ha forzado la máquina. "Hamlet es el hombre devorado por su máscara, pero la ópera francesa, con tantos cambios, plantea un final feliz que condiciona, y he decidido dejarlo ahí", explica en el descanso. La maquinaria está lista. El jueves levantará el telón y el penúltimo título de la temporada de Oviedo, antes de que Verdi despida a finales de enero, tratará de llevar la locura a los dos lados del escenario en todas sus funciones, también el 11, 14 y 17 de diciembre.

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