Niño de Elche amplifica con "ruidos y quejíos" el catálogo de Bellas Artes

El artista compone con su voz las seis intervenciones sonoras basadas en otros tantos cuadros del catálogo del Museo de Bellas Artes en la nueva edición de "El Sonido del Arte"

VÍDEO: Niño de Elche amplifica con "ruidos y quejíos" el catálogo de Bellas Artes

VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Fernando Rodríguez

Chus Neira

Chus Neira

De "La piedad" de Luis de Morales (1565) a "Rose tombée" de Luis Fernández (1965) van 400 años y un rastro musical que puede empezar en la seguirilla de los Siete Dolores de María, seguir con la malagueña "Los peces mueran de pena", pasar por la canción protesta de Chicho Sánchez Ferlosio y acabar en un eco de voces cubistas multiplicadas en enunciados de sintagmas mínimos. Son "400 años de reposicionamiento", en palabras del director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio, lo que ha planteado Francisco Contreras ("El Niño de Elche") con seis obras de la pinacoteca asturiana, dentro de "El Sonido del arte", un proyecto de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) que llega ahora a su quinta edición con un salto cualitativo, explicó el director del certamen, Pablo de María, la pasar de los diseñadores de sonido del cine a un artistas de mútiples facetas como es, en este caso, el "Niño de Elche".

Las obras, que se podrán escuchar en el museo durante un mes gracias a unos códigos QR instalados junto a cada uno de los cuadros (se recomienda ir con auriculares en el móvil) se presentaron este lunes por la mañana en público. Al de Elche le acompañó su colaborador, también en este programa, Miguel Álvarez-Fernández, responsable de la grabación de estos vocalismos, nada de instrumentos ni de bases, solo el propio Niño y sus voces.

El artista agradeció la invitación para poder "seguir aprendiendo" y profundizar en el trabajo con el arte y los museos y explicó que la idea fuerte con la que ha trabajo aquí ha sido la de "caída, el descendimiento, lo tumbado, lo muerto". Con la idea de "enfrentarse a cuerpo ante el cuadro, sonora y lingüísticamente", el Niño de Elche no ha buscado una creación literal sobre el cuadro tanto como "una ampliación, un apéndice". Así, en primer lugar, "La piedad" de Luis Morales, donde el artista ve a una Virgen María sosteniendo al Cristo como si fuera una guitarra, le llevó a los "Siete dolores" de María y se fue por la idea de angustia y "la infinitud del dolor de una madre cuando le matan a un hijo". El lamento, confesó el Niño de Elche, dura lo que dura, "pero podrían haber sido treinta horas". La "Caída de Faetón" de Rafael Tegeo le animó a recuperar otras experiencias previas, como utilizar sonidos de carros o coros de animales, como ya hizo en una ocasión con un coro de rebuznos de burros. Miguel Álvarez, de nuevo, le sugirió evitarlo. "Hagámoslo con tus voces". El resultado, un relinchar, crujir y morir ahogado realizado única y exclusivamente con las voces del artista. En el "Bodegón de Lastres" de Telesforo Fernández Cuevas también recuperó otras experiencias: un eco determinado que busca "congelar el tiempo" y que ya había utilizado en un proyecto en la villa romana de Almedinilla, en Córdoba. Aquí, la idea de naturaleza muerta también le llevo a una malagueña clásica: "Los peces mueran de pena /la mar se vista de luto/ los árboles no echen fruto/ porque ha muerto mi morena/ con la que vivía a gusto".

No todo discurre por la misma "lenteza" y abismo. En "¿A la huelga?" título de la pieza compuesta para "Después de una huelga" de José Uría y Uría, Niño de Elche versionea un clásico de Chico Sánchez Ferlosio, convertido en remix de falsa electrónica, acompasada solo a base de recursos vocales puestos en loop. Francisco Contreras también dejó claro que las interrogaciones que ha sumado al título tiene que ver con su propia experiencia, un niño criado entre fábrica, que conoció y supo "lo que las violencias suponían para los hijos de los trabajadores". "Nunca he romantizado las huelgas", concluyó.

Por último, los cuadros "Víctimas de la fiesta" de Darío de Regoyos y la "Rose tombée" de Luis Fernández le han permitido una lectura de textos del propio Regoyos, en el primer caso, y un repensar el cubismo en "una vocalidad fría".

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