Ovetense, solidario y con espíritu de Tarzán

Pablo Alonso compagina su alma viajera con actividades de voluntariado y de protección de los animales en medio mundo

Pablo Alonso, subido a una elefanta en Tailandia.

Pablo Alonso, subido a una elefanta en Tailandia. / LNE

Irene Suárez López

"Necesito invertir mi tiempo en algo más que mí mismo". Fue en un día como otro cualquiera cuando a Pablo Alonso se le pasó este pensamiento por la cabeza. Tenía 27 años y, ahora, con 34, echa la mirada atrás y es consciente del nuevo mundo que se le abrió desde aquel momento. "Toda la vida he sentido la necesidad de ayudar. Es un valor que me viene de mi madre, la persona más bondadosa que conozco, que me lo inculcó desde siempre", cuenta el ovetense.

Así decidió apostar por el voluntariado. "Piqué a la puerta de la Asociación de Síndrome de Down del Principado de Asturias y allí me quedé. Fue por pura casualidad, y la verdad que me encantó". Tras siete años como voluntario se siente feliz de ayudar a los niños del colectivo, aunque todavía recuerda lo "raro" que fue el primer día.

Tras el éxito en la asociación, Alonso se volcó con un nuevo proyecto de voluntariado fuera de España. "Soy muy aventurero y me encanta recorrer el mundo, así que decidí unir dos de mis pasiones: viajar y ayudar a los demás. El primer destino que me vino a la cabeza fue África, me gusta muchísimo, creo que es porque lo he vinculado desde pequeño a los animales". Se fue a Mombasa (Kenia), lugar en el que estuvo dos semanas, primero en un colegio y luego en un orfanato. "Es de lo más duro que recuerdo y el cambio más drástico que he vivido", expresa el aventurero.

Otra de las grandes pasiones de Alonso son los animales: "No podría vivir sin estar rodeado de ellos". La oportunidad de trabajar en esa faceta le llegó cuando una amiga le avisó de que iban a abrir una bolsa de voluntariado para el albergue de animales de Oviedo. "El proceso de admisión es largo y tedioso, se deberían facilitar las cosas y que no sea como entrar en la NASA, pues mucha gente desiste a pesar de las ganas que tiene", lamenta.

Pablo Alonso, subido a una elefanta en Tailandia. | LNE

Pablo Alonso, subido a una elefanta en Tailandia. / LNE

En julio de 2022 le salieron dos proyectos en Costa Rica. El primero de ellos, para salvar tortugas marinas en un pueblo llamado Guanacaste. El segundo, en un centro de rescate de animales, en el que estuvo en contacto con todo tipo de especies. "Costa Rica es la Disneylandia de los animales", bromea. Este año viajó de nuevo a su lugar favorito, África. "Estuve en Moholoholo, otro centro de rescate de animales en Sudáfrica, en el que había leopardos, panteras, leones...", relata.

También se embarcó en un otro proyecto en un santuario sudafricano de rinocerontes, una reserva enorme custodiada por militares para evitar la caza furtiva de estos animales. "Mi labor era preparar biberones para los bebés rinocerontes huérfanos. Las crías te acaban conociendo y cogiendo cariño", cuenta.

Su último destino fue Tailandia, en un santuario de elefantes. Su trabajo consistía en cuidarlos y estar con los grupos de visitantes. Labores que fueron premiadas el último día permitiéndole montar en una elefanta. "Me enseñaron una orden para que levantara la pata, se dejó y pude subir. Fue impresionante, te sientes Tarzán", apunta.

Alonso llegó el pasado verano de Tailandia y ya está planeando su próximo voluntariado. "Me gustaría hacer algo con animales marinos", dice este carbayón que se define a sí mismo como una "cabra loca" del voluntariado.

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