La lluvia chafa al Señor de Oviedo y obliga a suspender la procesión del Nazareno

La procesión se caracteriza por el deslumbrante aspecto de sus cofrades, que portan túnicas y capirotes aterciopelados de color morado

Lo intentaron con todas sus fuerzas, pero no pudo ser. La Hermandad de Jesús Nazareno no corrió la misma suerte que el resto de cofradías carbayonas. Todas ellas habían esquivado "in extremis" la lluvia en el momento de su procesión. Pero ayer, el mal tiempo, acrecentado por el viento, obligó a suspender la procesión del Miércoles Santo. El Nazareno, conocido como el Señor de Oviedo, se tuvo que quedar en la iglesia de Santo Domingo. Allí procesionó por el interior de la parroquia y se le dedicó una sencilla ceremonia que estuvo presidida por el arzobispo, Jesús Sanz Montes. Una multitud de fieles accedió al interior del templo para venerar su figura, con la corona de espinas y la cruz a cuestas, camino del monte Calvario.

Esta procesión con un solo paso se caracteriza por el deslumbrante aspecto de sus cofrades, que portan túnicas y capirotes aterciopelados de color morado. A las ocho de la tarde, hora prevista para la salida, un mar de paraguas inundaba el exterior de la iglesia. Los fieles ya se temían lo peor. "Con este tiempo es imposible. Qué mala suerte", lamentaba Patricia Quirós. Otros, como Javier González, querían un veredicto rápido. "Si no va a salir, que nos lo digan ya", espetaba. Federico Gutiérrez, teniente de hermano mayor del Nazareno, sustituía por enfermedad a José Ángel Rodríguez al mando de las operaciones. Su decisión fue una prórroga de media hora para salir o no.

La comitiva también destacaba por contar con una gran cantidad de niños, que aún guardaban la esperanza de procesionar. En total, su despliegue alcanzaba los 250 participantes entre braceros, nazarenos y acompañantes. La parte musical la ponía la Agrupación Musical de San Salvador y su ilustre escolta son los soldados gastadores del BRILAT "Príncipe" n.º 3, acuartelados en Cabo Noval. Mientras se esperaba la decisión, la cofradía entregó sus medallas de honor a los soldados. Pero a las ocho y media llegaron las palabras que nadie quería oír. "Hermanos, no vamos a poder salir en procesión", señaló el teniente de hermano mayor. Alegó que pese a que estaba escampando, recorrer las calles del Antiguo era arriesgado para el patrimonio y para los niños y mayores que acompañarían el paso.

Se abrieron entonces las puertas de la parroquia y el pueblo fiel abarrotó los bancos de los laterales para ver el acto alternativo. "El Nazareno tiene que estar agradecido con todos vosotros", remarcó el representante de la cofradía. Hubo que conformarse con ver el paso moverse por la nave central de la iglesia. "¡Derecha, adelante! ¡Izquierda, atrás!", gritaban los braceros. Con una frustración solo superada por la devoción, al Nazareno le toca esperar hasta el año que viene.

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