Barron y la OSPA, binomio exitoso

El Auditorio acoge una brillante velada musical de hora y media encuadrada en el festival de la Orquesta Sinfónica

El concierto de la OSPA, ayer, en el Auditorio.

El concierto de la OSPA, ayer, en el Auditorio. / Fernando Rodríguez

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Un silencio ensordecedor siguió a los últimos compases de "El adiós", prolongando la introspectiva sensación que la interpretación de Fleur Barron y la OSPA había dejado tras la extensa canción que cierra el ciclo de Mahler, "La canción de la tierra". Se culminaba así hora y media de brillante de velada correspondiente al noveno abono de la temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, que cuenta con la colaboración de LA NUEVA ESPAÑA.

Esta cita, enmarcada dentro del "OSPA Fest", llevaba por título "East West II", enlazando así dos mundos sonoros diferentes al igual que había ocurrido la semana pasada.

Sin moverse de sus butacas, los asistentes –menos numerosos que en otras citas de abono similares– emprendieron un viaje al lejano oriente de la mano de "Kraken", una pieza de la compositora china Du Yun que plasma todo el poderío y la peligrosidad de la homónima criatura legendaria. Nuno Coelho, el director titular de la formación asturiana, supo exprimir a los profesores de la Orquesta Sinfónica asturiana para representar el dinamismo y la inquietud que subyacen en esta obra.

Sin pausa llegaría "La canción de la tierra", un ciclo de Mahler –para mezzosoprano y tenor– formado media docena de canciones donde el protagonismo recaería sobre Benjamin Bruns (tenor), Fleur Barron (mezzo) y Joshua Kuhl, coprincipal de contrabajo que, con el de ayer, ponía fin a su paso por la Sinfónica asturiana en los conciertos de abono tras más de 30 años de trayectoria.

Bruns lució una voz impostada y poderosa, con unos agudos bien timbrados, mientras que Barron –colaboradora artística de la OSPA y comisaria del Festival–, afrontó su rol con una madurez extraordinaria. Su voz redondeada, con un vibrato controlado, y su amplio registro rubricaron una ejecución notable de una obra poliédrica que encierra una gran dificultad. La OSPA se plegó a la batuta de Coelho y, con unas maderas espléndidas, aportó la expresividad y el color necesario para culminar una gran velada.

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