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Con vistas al Naranco

Los estorninos, don Emilio Olábarri y Debbie Reynolds

Acompañado por el buen crepúsculo / Que es el único amigo que me queda.

Nicanor Parra, Antipoemas

Recuerdo una comedia de Debbie Reynolds y Glenn Ford. Era en el Ayala, con sus telas rojas, su arquitectura de Juan Vallaure, sus Paulino Vicente, El Mozo...

En la penúltima escena, caía sobre el sombrero de un inspector el casquillo de bala que podía deshacer el resuelto enredo pero que el personaje considera excremento de palomo con lo que abandona prenda e investigación.

Don Emilio Olábarri, último Magistral, que mucho trato me dispensó por sus íntimos, Ramón Cavanilles, sabio y bueno, presidente de "Amigos de la Catedral", y Severino Álvarez Zaragoza, referente de la Federación de Comercio, estaba obsesionado por las sobras que perjudicaban beldades catedralicias. Se empeñaba en un halcón depredador y en la mutilación genital con alpiste venenoso.

Hay incomodidad supina por los estorninos, que mal llamé aquí gorriones, del Campo San Francisco. "Nubes de estorninos" eran objeto de las cacerías de Frígilis y Quintanar en La Regenta. Cuentan que hay doscientos millones en Estados Unidos, iniciados por el traslado a Central Park de todas las aves que mentaba Shakespeare: los denominan, ahora despectivamente,"europeos". El nobel Lorenz lo trata en "El anillo del Rey Salomón". También me ilustran Pepe Armas Díaz y Luis Rodríguez Ruiz, sensibles donde los haya. Toni, el popular antiguo joyero, es un entusiasta de las mensajeras, con una bautizada La Regenta, y mi amigo Manuel Colonques Jr. celebró boda con suelta de doce palomos de diferentes colores.

Oviedo ha sufrido el bloqueo de sus entradas por autopista, pero, si el riesgo medioambiental no es pequeño, procede recordar, lo que ya hice, cuando un buen Alcalde de Avilés, Santiago Rodriguez Vega, lamentaba que en El Valliniello se esfumaran los pájaros. Willy Pola me señala que Mao pidió a los chinos que batieran palmas a la vez en las que hubo de cesar por la huida no solo de estorninos.

Los guionistas holybudenses de aquella divertida cinta optan por una salida airosa; yo también salvo al grato don Emilio de su desmedido afán antipájaro pues, en otro plano, de dos confidencias suyas pudimos conjurar la maniobra vaticana para impedir a Juan Pablo II en Oviedo.

En el campo francisco se genera porquería, sin riesgo, no obstante, de accidentes aéreos ni aceitunas o vides afectas. En cualquier caso, los altavoces han cambiado los estorninos del Campo al Parque de Invierno.

Enigmática coreografía en el contaminado cielo vetustense. Respeto y admiro a quienes buscan evitar plagas, pero, por favor, sin extremismos desequilibradores.

¡Vivan los pájaros, la cursi Reynolds y la memoria del Ayala y del Magistral!

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