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Presidente de la Asociación de Escritores de Turismo de Asturias

La intuición hostelera

Toda la trayectoria profesional de Vicente Lorenzo ha estado escrita con las letras del esfuerzo, el trabajo, la pasión y el entusiasmo. Su amor por la hostelería surgió a temprana edad y alcanzó el nivel óptimo cuando conoció a Esmeralda, su mujer. Ambos en perfecta sintonía fundaron en Oviedo la sidrería restaurante Nalón. Un nombre fluvial y próximo que con los años adquirió el santo y seña de los buenos sidreros y el sabor contundente de los óptimos disfrutadores de la cocina tradicional.

Vicente, siempre reposado y trabajador, sirvió miles de culetes de los mejores palos de unas sidras cuidadas y garantes del néctar asturiano. La calidad era su filosofía profesional y esa manera de actuar le acompañó en su dilatado oficio. Directivo destacado de la Asociación Empresarial de Hostelería de Asturias, contribuyó con sus ideas y su buen hacer a la renovación del colectivo profesional, dando opción a múltiples iniciativas como fueron las jornadas gastronómicas de los diferentes concejos de la región junto a ofertar aires nuevos a las juntas locales. Y en ese caminar profesional Vicente se granjeó la amistad y el reconocimiento de un sector que comenzaba a modernizarse. Las ideas bullían en esta persona de firmes convicciones, que siempre se guió por una intuición notable y decidida.

En su actuación estaba el consejo diario de su íntima y cercana esposa Esmeralda. Y Vicente, fiel a su estilo, asentía ante la palabra certera de Esmeralda que siempre le orientaba por el camino de la verdad y el sentimiento. Y en ese compadreo familiar, una tarde de invierno entre parrafadas, culetes, perolas y bullicio de taberna, surgió el invento culinario de los últimos años. La merluza a la sidra, una preparación única y exquisita elaborada con mimo y sapiencia por la gran dama de los fogones de nombre Esmeralda. Esa propuesta singular dio fama y prestigio al restaurante Nalón, que aparte de buenas marcas de sidra y ambiente tertuliano, logró poner en el mapa coquinario asturiano una receta doméstica y sabrosa sin parangón. El novelista Camilo José Cela, que probó esa delicada merluza, nombró a Esmeralda como reina de ese plato genuino y profesional. Vicente, que también participó de ese éxito, se mostró enormemente emocionado. Y el Nalón, con ese invento entre fogones, se ganó un hueco en el complejo campo del sector hostelero asturiano.

Vicente, tras bregar con su espíritu de hombre esforzado y pasional, cumplió con su peregrinar vital y se fue hacia ese rincón bíblico de felicidad perpetua. Su carácter de hombre bueno y sencillo es el mejor regalo para su familia y para todos los que le trataron. Siempre solícito para ayudar al prójimo, colaboró con muchas causas nobles y era un referente del saber estar y hacer. La hostelería ovetense y asturiana pierden a un adalid de estilo y comportamiento social. Sus consejos eran leyes y su ánimo toda una enseñanza para las nuevas generaciones del universo hostelero. Y con su fiel Esmeralda, el tándem perfecto de un matrimonio que con ese trabajo abnegado y abierto lograron hacer la hostelería de hoy. Vicente amigo, que la tierra te sea leve.

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