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La mar de Oviedo

Tiquismiquis

A los grandes delincuentes solemos arrestarlos por nimiedades; pasó con Al Capone, al descubrirle un mal asiento contable, no valoró una partida de whisky al precio de costo, en base a las primeras adquisiciones (método PEPS, primera entrada primera salida) y ahí lo pillaron. El Carnicero de Milwaukee, Jeffrey Dhamer, drogaba, estrangulaba, violaba y se masturbaba encima del cuerpo muerto de sus víctimas; las desmembraba, guardaba la cabeza y los genitales en un frigorífico y se comía las partes sobrantes del cuerpo; pues bien, fue arrestado porque no tenía el permiso de manipulador de carne. En esa línea sitúo a los propietarios del prostíbulo de Santa Marina de Piedramuelle; el fiscal pide para ellos cinco años de cárcel, pero no por proxenetas, por explotar a cinco muchachas inocentes, sino por hurtarles su cotización a la Seguridad Social. Es como si la nimiedad se grabara en piedra y lo grave, lo atroz, en agua.

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