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Crítica / teatro

Eva Vallines

Amor y humor

La eficaz y entretenida versión de un clásico de la literatura

La versión del «Libro de Buen Amor» de Agustín Iglesias es una celebración de la vida en su vertiente más física y carnal, con un planteamiento coral y festivo que da un irónico repaso a la sociedad medieval con evidentes transferencias a la contemporaneidad. El recurso a la Comparsa del Arcipreste de Hita, como hilo narrador y cohesionador de esta miscelánea de cuentos, alegorías y serranillas, da muy buen resultado y logra una puesta en escena presidida por las danzas y canciones y la complicidad de un reparto que sabe sacar partido a todos los guiños y chanzas de un texto divertido, sarcástico y moralizante. El trabajo de todos los intérpretes es sobresaliente, desde Raúl Rodríguez, un Arcipreste de Hita con aire de Pepe Viyuela, que conquista desde su inocencia y jovialidad, Magda Gª-Arenal, genial Trotaconventos que fuma en pipa, con una dicción clara y rotunda para este personaje entrañable que es antecedente de la Celestina. Jesús Peñas se luce como Don Amor y también de Don Melón, en el conocido pasaje en que trata de conquistar a la casta viuda Doña Endrina y se multiplica en un sinfín de personajes más, al igual que Mercedes Lur, poderosa Venus y aguerrida Doña Cuaresma, flanqueada por su ejército de peces en el combate con Don Carnal, homenaje a las novelas de caballería resuelto con gran plasticidad. Asunción Sanz brilla como doña Endrina, remisa a perder su honra, pero doblegada por la urgencia amorosa y las artes de la alcahueta, y como el pintor Pitas Payas en el divertido cuento erótico que nos recuerda al Decamerón y que aquí se actualiza con lesbianismo incluido. Un espectáculo ágil y bien estructurado, con alguna caída de ritmo puntual, pero que logra contagiar al público ese ambiente gozoso y popular, realzado por una música original y canciones compuestas por Fernando Ortiz con los ritmos juglarescos de la dulzaina y el tamboril. La escenografía, compuesta por una portada eclesial con arco ojival y un tronco con retoños sobre un telón de fondo con gigantesco fresco celestial, es el marco de esta eficaz y entretenida versión de un clásico de nuestra literatura.

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