Nacido en Gijón pero residente en Avilés. Abel Roiz Fernández recogió ayer el premio “Luis García Peláez” como mejor expediente de la última promoción de grado de Fisioterapia. Tuvo una media de 9,1. Un galardón que, reconoce, se esperaba pues conocía que había sido el alumno más destacado, y que recibe con naturalidad, pues para él “no deja de ser un número”, dice. “De hecho, a veces me generaba un poco de presión el querer mantener los buenos resultados y no bajar la media”. No ocurrió lo mismo cuando al finalizar el instituto le dieron una matrícula de honor: “Me hizo bastante ilusión”, cuenta el joven, quien disfrutaba especialmente en las clases de Literatura, Historia y Filosofía. “Es raro, porque no tienen casi nada que ver con lo que terminé estudiando, pero tuve muy buenos profesores que transmitían muy bien su devoción por la enseñanza. Gracias, Elena”, apunta.

Aún no sabe qué le llevó a la Fisioterapia y a la rama sanitaria. De pequeño se imaginaba un futuro muy diferente. “Mi sueño siempre fue ser escritor, y de niño incluso quería ser arqueólogo, así que podría decirse que fueron las circunstancias las que me han llevado a estudiar esto, junto con algo de vocación, por supuesto”, desvela. Y también comodidad pues, según cuenta, “había muchas carreras y opciones que me llamaban la atención, pero se me fue echando el tiempo encima y al final me decanté por Fisioterapia”. A sus 21 años, es el primero de la familia que lo hace, aunque tiene algunos primos que también han encaminado sus pasos al ámbito de la salud.

92

Premios Santa Catalina y Santo Tomás 2021 de la Universidad de Oviedo

Durante los años de carrera no descuidó su formación en idiomas, concretamente el inglés, aunque reconoce que le hubiera gustado tener tiempo para hacer más cosas. “Admiro y envidio mucho a la gente que es capaz de compatibilizar una carrera con otros estudios o empleos”, cuenta.

Tras unos meses de verano en los que no dejó de trabajar, ahora mismo, una vez finalizado el contrato, su objetivo es retomar los estudios. No descarta volver a la Universidad y matricularse en una nueva carrera, ni tampoco hacer un máster para el curso que viene y valora el doctorado, “pero esos ya son objetivos más a medio o largo plazo que todavía no tengo decididos”, confiesa.

Mientras decide si encaminar sus pasos a la docencia o la fisioterapia deporiva –“al final lo que más valoro de cara a un trabajo es que pueda sentir que de verdad estoy ayudando a alguien con lo que hago”, comenta el avilesino–, dedica su tiempo libre a la lectura, el deporte y los videojuegos. También toca la guitarra. “Me ayuda a evadirme y a desconectar del mundo adulto, que a veces es muy necesario”. Tiene claro que quiere seguir formándose, que nunca va a “quedarse estancado, pues hay demasiado por aprender y muy poco tiempo”. Haga lo que haga, lo que espera es seguir tan bien rodeado como ha estado hasta ahora, tanto en el ámbito familiar como a nivel de amistades, compañeros y profesores. Se considera un afortunado.