Cuando conviene, el fútbol, se convierte en algo críptico. Cuando no vine bien contar la realidad, los profesionales se escudan en códigos, pactos y normas escritas que no permiten que las cosas trasciendan. Omertà futbolística. Ayer, Sergio Egea se despidió de la afición del Oviedo con la afición aún asumiendo el terremoto surgido en la tarde del lunes. Se esperaba algo más de claridad sobre las razones pero el argentino no quiso incidir en la herida. Tiró de elegancia, algo rutinario en su proceder, para despedirse de una afición que le ha adorado hasta el día de la despedida. Cuando le tocó el turno a Joaquín del Olmo deslizó la frase que resume la puesta en escena: "Sergio y yo somos gente de códigos y no diremos nada que pueda perjudicar el Oviedo". Códigos. Pactos. El silencio como escudo.

La última intervención de Egea no sirvió para escuhar de su boca las razones de su adiós, aunque estas ya sean conocidas, pero no faltó un gramo de emoción. La puesta de escena en la sala de prensa tenía su miga: Egea era escoltado por Joaquín del Olmo (esta parte sí estaba prevista) y por Carmelo del Pozo, director deportivo, con el que el argentino no tenía una relación fluida. Ante una sala abarrotada de medios, el argentino pronunció su despedida con un gesto continuo de emoción.

"Ante todo está la institución, por encima incluso de las personas", inició Egea su discurso; "creo que los egos tienen que quedar de lado y si un cuerpo técnico no suma, no tiene por qué restar". El entrenador incidió a continuación sobre el culpable directo, ya anunciado por Arturo Elías en la noche del lunes, de su salida del club: el vestuario. "Hay ciertas desavenencias con algunos chicos en el vestuario", subrayó.

Las tensiones internas habían quedado aireadas en la sesión matinal del lunes. Fue la chispa que hizo saltar todo por los aires. Ahí tuvo lugar el enfrentamiento público de Egea con algunos de sus pupilos. Tras echar en cara al grupo que siempre había dado la cara por ellos ante los medios, el entrenador fijó sus críticas en objetivos determinados: Dani Bautista, José Fernández y Miguel Linares. "La del entrenamiento fue una situación embarazosa, quizás me excedí con José (Fernández) y Dani (Bautista), son grandes chicos y profesionales", indicó el entrenador. A Fernández le regaló para acabar una frase para otro destinatario: "Ahora vas y se lo cuentas al otro". Egea confirmó la sospecha general de que con la sentencia hacía referencia al director deportivo: "Quien vaya a El Requexón sabe que Carmelo del Pozo siempre está afuera esperando. Porque los chicos tienen inquietudes y muchas veces es el confesor del que no juega o del que está enfadado. Pero lo dije sin mala fe".

Cuando el incendio parecía apagado, aún había otro foco activo, éste en el vestuario. Allí es dónde se reúnen los futbolistas con el entrenador, en presencia de Del Olmo y Del Pozo, y el argentino encuentra la oposición frontal de la plantilla. "Noté una desavenencia conmigo y los jugadores me plasmaron unas situaciones que no habían salido hasta entonces a la luz. Entendí que había unas inquietudes y que los entrenadores íbamos a restar. Si nuestro paso a un lado es positivo, bendito sea", expresó.

El golpe fue tan doloroso para el técnico que decidió presentar su dimisión de forma irrevocable. Ni la intervención de Arturo Elías, conexión con el entrenador y después con la plantilla, intentando calmar los ánimos fue suficiente. La fractura entre técnico y jugadores era definitiva.

A Egea se le presentaba la oportunidad de sacar a relucir cuentas pendientes. No lo hizo. Hombre de club, el argentino aprovechó su última intervención para lanzar flores a la plantilla: "Cada vez es más difícil gestionar las plantillas. Los jugadores son los protagonistas y el Oviedo tiene una gran plantilla, futbolística y humanamente. Si no es por su calidad y entrega no sería posible el resultado de estos 20 meses".

La descripción de los hechos a pinceladas ocupó una parte de su discurso. Pero la principal razón por la que el entrenador acudía a la sala de prensa era para dedicar las últimas palabras a una afición que siempre le guardará en buen recuerdo. "He pasado 20 meses geniales, me he sentido querido", dijo antes de hacer una pausa necesaria para contener las lágrimas. "Son días tristes porque me he metido mucho en esta institución. Lo he hecho por lo bien que se ha trabajado aquí y por esta afición. Sentir este club como lo sienten ellos es muy difícil. Hay que vivirlo para entenderlo". Nueva pausa emotiva. "Soy un privilegiado por haber estado aquí. Por causas de la vida se trunca un proyecto muy importante", culminó.

A modo de despedida, Egea quiso abrir una rendija de cara al futuro: "Si me invitan, la puerta del Real Oviedo siempre estará abierta". 300 aficionados ya le esperaban en el césped para su último y emocionado adiós.