En una de sus últimas entrevistas como futbolista, Paolo Maldini, mito del Milán y uno de los mejores defensores de la historia, relataba que él nunca había alzado la voz a un compañero. "Solo en estadio muy llenos, para hacerme oír", matizaba. Y elegía al tenista Björn Borg como su ídolo en el mundo del deporte. "Era muy silencioso jugando", justificaba su elección. Maldini era un líder silencioso, un tipo de actos antes que de palabras. De los que se hacen seguir con su actitud.

Cuando a Juan Antonio Anquela le preguntaron el pasado domingo por la influencia de Ramón Folch en el Oviedo, el técnico, expresivo como de costumbre, acudió a Paolo Maldini para expresar su admiración por el centrocampista. "De Maldini decían que era la sangre del Milán. Ramón es la sangre y la cabeza de este equipo", expresó el entrenador. Habían pasado tan solo unos minutos de una exhibición del centrocampista, capital en la elaboración del juego y en el engranaje defensivo en la victoria del Oviedo en Lugo (0-2). Un triunfo con efectos balsámicos en la primera semana con turbulencias en la capital del Principado.

Folch contribuyó de forma decisiva al paso adelante dado por el equipo. Volvió a ser el faro, el que guía el camino de la jugada en su inicio. Situado por delante de lo centrales, con Boateng y Javi Muñoz con más libertad de movimientos, Folch fue siempre la primera opción para sacar el balón pulcro de atrás. Entró algo destemplado en el choque, con dos errores en la entrega en el primer minuto de juego. A partir de ahí, empezó su exhibición, que vivió el momento de más lucidez con su exquisita asistencia a Joselu en el 0-1. Unió a ese gesto una pequeña contribución en el 0-2. De él es el envío en largo que Berjón controla y convierte en un pase en el área a Joselu, el asistente de Javi Muñoz.

Lo de Folch en el terreno de juego tiene que ver con el pase, ese es su sustento. Tras superar la lesión que le impidió iniciar la temporada a pleno rendimiento, el catalán recuperó las sensaciones en la segunda parte ante el Zaragoza. Y continuó su contribución en Lugo. En esas dos actuaciones, Folch luce un acierto en el pase del 82,05%, el mayor del Oviedo. Supera a Bárcenas (80,77% de pases buenos), Boateng (79,43%) y Javi Muñoz (78,57%). Su índice de acierto se estira de forma sobresaliente cuando se analiza el inicio de la jugada. En su propio campo, Folch acierta el 96,77% de los envíos. Los otros pivotes se sitúan lejos de sus guarismos: un 90,57% Boateng, un 87,6 Tejera y un 81,76 Javi Muñoz. Cuando su radio de acción se aleja de la meta de Alfonso, ya en campo del rival, el porcentaje de aciertos desciende hasta el 72,34%. Queda claro el rol de Folch como pivote posicional.

Las palabras de Anquela muestran su respeto por uno de los hombres más respetados del vestuario. Folch también es un líder silencioso. No levanta la voz, ni ofrece grandes titulares. Lo suyo tiene que ver con la pelota, con la actitud en el terreno de juego. Ahí viene la admiración de sus compañeros. La temporada pasada, la de su irrupción en Oviedo, fue Christian Fernández, uno de los veteranos, el que alabó públicamente al catalán. Como Anquela, el cántabro también señaló las facultades mentales de su compañero. "Es poco vistoso, por su estética parece tosco y lento. Pero al fútbol se juega con la cabeza y a él le funciona más rápido. Es inteligente, ve el fútbol con claridad", describió. Esos atributos le convierten en una de las piezas fundamentales en los planes de Anquela.

Cuando a Folch se le pregunta por las alabanzas vertidas por el técnico, el centrocampista despeja balones fuera. Va con su carácter. "El líder del equipo es el entrenador. Todos tenemos que ir a una, hacer lo que nos pide", señala. "Teníamos malas sensaciones tras el 0-4 ante el Zaragoza. Ahora nos hemos repuesto", añade el centrocampista, el seguro de este Oviedo.