El primer día de la semana de derbi en El Requexón empezó con una alarma sonando a todo volumen. Quizá para avisar de que no se trata de una semana más. Se avecina "una final", como dicen desde el vestuario azul, que además llega en el momento más crítico de la era Anquela en el Oviedo. El ambiente en el fortín de los azules huele distinto, aunque puede que el encuentro haya dado un paso atrás en expectación respecto a la temporada pasada.

Ayer, en la vuelta al trabajo, sólo una veintena de aficionados,- expectantes, que no animosos-, acudieron a El Requexón para estar con el equipo. En una tarde gélida, entrada en la oscuridad, los jugadores saltaron con retraso al césped número uno de las instalaciones, recluidos en el gimnasio para evitar sobrecargas musculares que priven del partido más esperado. Joaquín del Olmo, hombre de confianza de Carso en la ciudad, estuvo en El Requexón, acompañado por Ángel Martín González, que vive pegado al teléfono móvil. Anquela, en la picota esta semana tras ser señalado en Riazor por una parte de la afición, salió de los últimos de la caseta acompañado por sus ayudantes y Saúl Berjón. Ningún gesto es gratuito esta semana en la que todo está milimétricamente calculado. Que la estrella del equipo, duda para el derbi, saliese sonriente dialogando con el entrenador se ve como un mensaje de tranquilidad a la afición, que parece que el sábado podrá contar con su mejor jugador sobre el césped para enfrentarse al Sporting. El vestuario está tocado por la derrota en Riazor, pero había caras de buen humor. La idea de los jugadores, además, es la de evitar hablar del Sporting esta semana y se pretende que las pullas entre futbolistas, típicas en los derbis, al menos por parte azul, se reduzcan a la mínima expresión.

El que sorprendió ayer fue Christian Fernández, que estrenó nuevo corte de pelo para esta semana y durante varios minutos charló de forma enérgica con Anquela.