El DNI del exitoso Oviedo de Cervera: orden, defensa y mucha fe; las claves del despegue azul

El técnico ha dotado a sus pupilos de una identidad y los futbolistas creen en el modelo | Costas y Calvo ya son los líderes del sistema

Calvo y Obeng disputan un balón con Sipcip, en presencia de Rama y José Ángel.

Calvo y Obeng disputan un balón con Sipcip, en presencia de Rama y José Ángel. / Área 11

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Aturdido por la tensión vivida en el campo, Álvaro Cervera celebró con sus hombres en el vestuario los tres puntos conquistados por el Oviedo en Tenerife mientras lanzaba una pregunta al aire: "Pero, ¿quién marcó? ¿Quién marcó?". Tan metido estaba en lo que sucedía en el duelo, que no había reparado en que había sido Costas el autor de un tanto que lanza definitivamente a los azules por la rampa del optimismo. Y en ello tiene mucho que ver su labor como estratega.

Tiene algo Cervera en su modus operandi que recuerda a los entrenadores del fútbol base. Es didáctico con el futbolista, pendiente de los detalles. Mientras otros técnicos dedican horas a masticar el análisis de rivales y traducirlo a sus futbolistas, el cántabro decide emplear media hora en cómo se debe sacar de banda. En este aspecto recuerda a Pacheta en su etapa en Oviedo, insistente el burgalés, por ejemplo, en cómo se tenía que presentar un pase al compañero. La fórmula, ya no hay dudas sobre ello, triunfa.

Lo dicen los números, irrefutables, que señalan que el Oviedo navegaría en puestos de play-off si la temporada hubiera empezado con la llegada del Almirante. Pero al margen de números (un impresionante 13 de 21), el mayor mérito de Cervera ha sido dotar al equipo de una identidad, un modelo en el que los futbolistas creen.

Todo parte del orden, por supuesto. No le importa replegar. No le inquieta que el rival tenga la pelota. Ni se inmuta con la acumulación de pases en el origen de la jugada. Se juega así porque Cervera lo consiente. Y los futbolistas, los que hace apenas unas semanas parecían aturdidos, actúan ahora decididos, sin dudas, con la certeza de que están siguiendo las órdenes que les llevarán al triunfo final. Todo forma parte de un plan cuidadosamente estudiado.

Cervera diseña y el vestuario cree. Los detalles sonríen, el factor suerte en el fútbol es indispensable como se vio en Tenerife. Pero en una temporada tan larga todo tiende a equilibrarse: fue tan injusta la victoria en la isla como el frustrante desenlace de Ponferrada.

El camino está marcado. Hay líneas maestras sobre las que se asienta el guion. La retaguardia es un arte en el que colaboran los once para desesperar al enemigo. El primer propósito es ser indigesto. El Oviedo es ese visitante incómodo que enerva a la grada local. Un equipo puñetero, que anula tus virtudes cerca del área y afea tus defectos. Un rival antipático.

El mérito de Cervera es incuestionable y ha estado cimentado en la recuperación de algunos activos que parecían condenados al olvido este año. Luismi es otro futbolista. Se siente cómodo arropado. Barre todo lo que pasa por su lado, aprieta y brega, y apenas se evidencian sus problemas para construir. Jimmy ha hecho otra vez su papel: se tira de él por urgencias y provoca el asombro instantáneo. Como si nadie contara con él. Apariencia de remiendo, fútbol de titular.

Braat ha aprovechado el foco para reivindicar unas condiciones que aún tienen que ser pulidas en El Requexón. Despeja más que bloca. Bastón ha encontrado la paz interior y mantiene su buena relación con el gol. Y los hay que siguen con su buen nivel general de la temporada: Lucas y Abel Bretones, con el maillot de la regularidad.

Los centrales, mayúsculos

Pero el gran paso adelante es el de David Costas y Dani Calvo. Tras un inicio accidentado, las lesiones de Costas como agravante, los dos se han reencontrado. Favorece el sistema, por supuesto, que premia a los zagueros, pero hay algo más. Con Cervera no hay dudas, actúan por instinto, con contundencia, siempre atentos a los pequeños detalles.

En Tenerife apagaron cada incendio que se propagó cerca del área, y eso que los laterales no les pusieron las cosas sencillas. Ganaron por arriba, cerraron por abajo, se anticiparon y taponaron remates claros en el área. Costas acertó en el área contraria para el mejor colofón posible a una noche, la del Rodríguez López, que debe suponer un punto de inflexión.

"Cuando no juegas bien, no hay que perder", repite Cervera como un mantra ante los micrófonos. En Tenerife su máxima se llevó al extremo más productivo. El técnico ha creado una identidad, y el equipo al que hace no tanto le temblaban las piernas ahora mira hacia arriba.

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