Una cita organizada por LA NUEVA ESPAÑA

"Pero bueno, ¿esto qué ye?": la sorpresa más emotiva del Oviedo a un matrimonio de Valdés que perdió todo por los incendios

El club visita a un seguidor azul de la aldea de Mouruso, en Canero, que vio arrasado su bosque de pinos

"Pero bueno, ¿esto qué ye?": la sorpresa más emotiva del Oviedo a un matrimonio de Valdés que perdió todo por los incendios

La escena, justo es apuntarlo, tiene un toque exótico. Un tipo nacido en Pachuca (México) aparca en una caleya de la aldea de Mouruso, junto a Canero (Valdés). No más de quince habitantes en esta parroquia, muy cerca de Luarca. El hombre baja del coche y llega al exterior de la casa de Alfredo Pérez y Elena Parrondo, 84 y 82 años, ganaderos y toda una vida en el pueblo trabajando con la guadaña de sol a sol. Alfredo no da crédito con la visita. Su mujer tampoco entiende nada. La sorpresa es mayúscula.

–¿Pero bueno, esto qué ye? Madre del alma, no teníais por qué.

El hombre que aparece por allí sonriente es Martín Peláez, presidente del Oviedo, acompañado por Daniela, una de sus hijas. Ambos portan dos camisetas del Oviedo con los nombres de Alfredo y de Elena.

–Alfredo, vengo a invitarles al Tartiere y a decirles que tienen todo nuestro apoyo después de lo que les ha pasado.

Y lo que le ha pasado a este matrimonio pone los pelos de punta. Los incendios que asolaron a la región el mes pasado arrasaron un pinar de diez hectáreas. Ese bosque era, según dicen, prácticamente todo lo que tenían tras toda una vida trabajando. Si surgía algún aprieto económico vender madera siempre era una opción para ellos. Aquello era su cuenta bancaria, su seguro, su todo. El Oviedo, consciente del drama familiar, quiso tener un detalle y conocer de primera mano al matrimonio en un encuentro con LA NUEVA ESPAÑA de testigo, tras precisamente dar a conocer esta cruel historia provocada por el fuego.

El Oviedo quería estar allí, en Mouruso, porque Alfredo es un devoto oviedista, de los de toda la vida. Eso sí, avisa: "Pero no soy antisportinguista, no quiero que el Sporting pierda, pero sí que nosotros estemos siempre por delante". Nunca fue al estadio del Oviedo. "Alguna vez fui al viejo, pero ya ni me acuerdo. Fue hace tanto tiempo... Sigo al Oviedo por la radio y me da mucha tranquilidad", explica. Nacido en Mouruso, Alfredo puso un pie fuera de Asturias en contadas ocasiones: Bilbao y Madrid por su luna de miel, Ceuta por la mili y Vitoria por un entierro. Es un hombre de campo al que siempre le gustó el fútbol.

Martín Peláez, radiante ayer tras la remontada ante la Ponferradina (3-2), gira la conversación al balón.

–¿Alfredo, de qué jugaba? Tiene pinta de delantero o mediapunta.

Todo lo contrario.

–Yo era portero, jugaba los fines de semana cuando podía y luego bajé mucho a animar al Luarca en La Veigona. Del Oviedo me gustaba mucho Esteban, que ahora comenta partidos en la televisión.

La reunión improvisada pasa del patio a la cocina de la casa familiar. Allí están presentes también María Luisa, hija del matrimonio (tienen otro hijo, David) y José Manuel Peláez, vecino de Canero que acogió a Alfredo y a Elena cuando las llamas acecharon su vivienda. Peláez, que comparte apellido con el presidente, confiesa con timidez: "Yo soy del Sporting…". No hay incidente alguno: Mouruso es territorio de rivalidad sana.

Elena, de la braña de Argumoso, se dispone a preparar café en una vieja cocina de carbón. Echa ramas y piñones para calentar el fuego. El presidente del Oviedo, urbanita curioso, mira esto y aquello y pregunta y repregunta.

–Alfredito, ¿usted ahora de qué vive?

–¿Yo? Pues del cuento.

Las llamas le quitaron los pinos, pero no la guasa. El octogenario se explica. "Nosotros nos dedicamos toda la vida al campo. Maíz, patatas, fabas, leche...Todo, hasta que llegó la Seguridad Social y hubo un plan de prejubilaciones", indica.

Con su dedicación sacaron a dos hijos (viven en Gijón) adelante mientras cuidaban del monte. Alfredo trabajó segando hierba todos los días desde que era crío hasta que se jubiló. "¿El bosque se recuperará?", pregunta Peláez. Alfredo es pesimista. "No quedó ni un árbol, esos pinos no creo que regeneren, fue una desgracia total", dice. Elena coincide: "El disgusto fue tremendo". El matrimonio saca humor de donde se puede. Alfredo pasa entonces a detalles de su vida. "Me casé tarde, en el 79, aquí al lado, en Villar. Un amigo mío decía: ‘bebe lo justo y disfruta mucho antes de casarte’. ¡Qué razón tenía!". El presidente del Oviedo repite la petición inicial: "Alfredo, le espero en el Tartiere en el partido ante el Zaragoza. Le venimos a buscar y le traemos". El valdesano no lo ve claro. "Es que no estoy yo pa’ ello, canso muy rápido, ¿qué quieres? Y encima veo un poco mal".

Elena sí parece más animada. Peláez lanza un reto: "Vamos a intentar convencerlo y, si no, se viene Elena sola". La cita se alarga hasta el mediodía con el presidente azul agradeciendo la hospitalidad y también salir de la ciudad. "Es importantísimo para nosotros venir a los pueblos, queremos ser solidarios y estar cerca de nuestra gente. Asturias no es solo Oviedo y lo sabemos", concluye. Para despedirse, abrazo, apretón de manos y un aviso: "Alfredo, como no venga al Tartiere...".

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