"Miche" Riestra y Martina Elena Gil ya sufrían con los derbis cuando el fútbol "era solo cosa de hombres"

Ambas aficionadas recuerdan a Quini antes del derbi: "Como persona no hubo otro igual"

Edelmira «Miche» Riestra, con la camiseta del Sporting, y Martina Elena Gil, con la del Real Oviedo, en la plaza del Humedal, en Gijón. | Juan Plaza

Edelmira «Miche» Riestra, con la camiseta del Sporting, y Martina Elena Gil, con la del Real Oviedo, en la plaza del Humedal, en Gijón. | Juan Plaza / Javier Sámano Lucas

Existen muchas y muy variadas formas de vivir un Oviedo-Sporting, casi tantas como asturianos y asturianas, pocos y pocas indiferentes ante un acontecimiento tan trascendental que parte en dos a la región. Aunque hubo un tiempo, hace no tanto, en el que muchos se empeñaban en que el derbi fuera solo cosa de ellos.

Martina Elena Gil fue, en su día, víctima de los usos trasnochados que mantenían a las mujeres alejadas del fútbol. "Yo siempre fui muy del Sporting. En mi casa se hablaba de ello, lo veía por la tele cuando echaban algún partido, lo escuchaba por la radio… pero mi padre no me dejaba ir al fútbol –ni jugar a las cartas– porque decía que eso no era de mujeres, que era una cosa solo de hombres", explica, a sus 66 años, esta acérrima aficionada rojiblanca, miembro de la peña Nunca caminarás solo y que adquirió la costumbre de ir a El Molinón con 42 años, gracias a su marido, "forofo de pro".

Edelmira Riestra, conocida como "La Miche" también padeció en su momento los estragos del machismo en un universo eminentemente masculino como el del fútbol: "A las mujeres casi no nos dejaban ni chillar, pero yo era muy echada para adelante". Miche, militante en un generoso puñado de peñas oviedistas (Olivares, Regueras, Colonia y Gijón), asistió a su primer derbi en el antiguo Carlos Tartiere hace setenta años. Fue una victoria azul, "como siempre", bromea. Su memoria abarca décadas y décadas de enfrentamientos con el eterno rival. "Recuerdo cuando Carlos, mi gitano, me dijo: ¡Miche, voy a dedicarte el gol! Ese día no marcó, pero se metió en propia un defensa del Sporting y ganamos igualmente, que es lo que cuenta".

Miche vive su oviedismo en Gijón desde hace 53 años, cuando se mudó desde su Oviedo natal como consecuencia del trabajo de su difunto marido. Gusta de vivir los derbis en vivo no solo en el Tartiere, sino también en El Molinón, donde solo perdió los nervios cuando el portero Femenías fue agredido por jugadores del Sporting. "¡Pero yo no nunca me acuerdo ni del padre ni de la madre de nadie!", especifica, y dice no ponerse nerviosa durante los partidos, a diferencia de una Martina Elena que rehúsa acudir al Tartiere el sábado "para pasar los nervios del partido con mi gente, a gusto, ¡que yo lo paso muy mal!". No obstante, suele acompañar en cada desplazamiento a su Sporting, pues "es una excusa para conocer una ciudad nueva y pasarlo bien".

Ambas aficionadas, quizá por haberse sentido discriminadas en el pasado por su condición de mujeres futboleras, son conscientes de que es más lo que une a Oviedo y Sporting que lo que los separa. "Somos vecinos y los dos representamos a Asturias", expone Martina Elena, contraria a la excesiva visceralidad con la que se vive el enfrentamiento desde algún sector minoritario: "Me gusta la competitividad, pero siempre con buena actitud. Me gustaba más cómo se vivían antes los derbis, en la época de Quini, Castro, Ablanedo… era una rivalidad más tranquila, ahora hay demasiada agresividad. El fútbol es una pasión, y como tal hay que vivirlo, pero con unos límites. Siempre hubo rivalidad, pero hay que vivirlo con normalidad". "A unos pocos no les gusta el fútbol, les gusta hacer el gamberro", apostilla Miche.

Una tradición ineludible en semana de derbi es hacer una porra. Miche apuesta por el 1-0, con gol de Borja Bastón, su jugador favorito, aunque cree que se llevará el gato al agua "el equipo que marque primero". Por su parte, Martina Elena tira de conservadurismo y se inclina por el empate a un gol, con tanto rojiblanco de su venerado Cote. Quizá no se atreva con un pronóstico más halagüeño por los precedentes de los últimos años, mucho más favorables al Oviedo. "Espero que los chavales pongan empeño y le demos la vuelta a la tendencia", dice, y responde Miche: "¡Este año no, que tenemos que ganar nosotros otra vez!".

Ninguna de las dos, no obstante, es especialmente optimista con la situación de sus equipos. "Si quieres que te sea sincera –confiesa Martina Elena–, veo mejor al Oviedo que al Sporting". "¡El problema –salta Miche como un resorte– es que no tenemos a los árbitros de nuestro lado! La primera tarjeta que le sacaron el otro día a Colombatto, y el penalti que no le pitaron a Masca… no hay derecho". Aunque asegura estar satisfecha con el rendimiento del equipo contra el Levante, "mucho mejor" que en la derrota en Burgos que presenció en directo en El Plantío, no confía demasiado en las opciones de ascenso del Oviedo: "No creo que estemos para subir, eso es mucho decir… Además, Cervera no me va mucho, yo soy más de atacar". A su homóloga sportinguista tampoco le seduce MAR: "No lo veo como el mejor entrenador para nuestro equipo".

No obstante, si algo vincula a las dos aficionadas es el afecto por Enrique Castro "Quini". El recuerdo del Brujo sigue latiendo con intensidad tanto en El Molinón como en el Tartiere. Prueba de ello es la emoción que desprende Miche, camiseta azul, bufanda azul, corazón azul, cuando se refiere a un mito que trasciende la rivalidad e incluso el propio fútbol. "Siempre quise mucho a Quini. Nació en Oviedo y acabó en Gijón, como yo. Íbamos a merendar juntos, tenía trato con él. Nunca fue nuestro rival. Yo quería más a Quini que a Carlos. Como persona no hubo otro igual", expone, abrumada ante la magnanimidad de un hombre que, aun siendo el mayor mito del eterno rival, "nos echó una mano cuando peor estábamos". Para Martina Elena, más que un futbolista el Brujo era "un Dios" al que definía su calidad humana. "No tenía enemigos. Se le echa mucho de menos por cómo era como persona y por los valores que transmitía".

A diferencia de Miche y su devoción por Quini, Martina Elena no recuerda haber admirado a ningún jugador oviedista. "¡Ya me gustan a mí todos por ti, no te preocupes!", bromea Miche, que asiente cuando su colega rojiblanca expresa un deseo compartido: "Espero que volvamos a ver un derbi en Primera, tiene que haberlo", y ambas se despiden y se emplazan a tomarse un café para comentar el derbi. Bien entendida, la rivalidad es capaz de tejer amistades insospechadas.

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