Carrión, más que fútbol: la valentía del técnico contra el habitual dramatismo azul

Su forma de expresarse y preparar los partidos supone un alivio al exceso de dramatismo que a veces rodea al Oviedo - A él se agarra el equipo en la semana decisiva de la temporada

Luis Carrión, durante un partido del Oviedo en el Tartiere. | Juan Plaza

Luis Carrión, durante un partido del Oviedo en el Tartiere. | Juan Plaza / Joaquín A. Cuesta

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Hace un par de semanas, cuando en la grada del Tartiere colgaba una pancarta con una frase de Carrión para animar a sus pupilos ("Personalidad, piernas y pensar, ¡Vamos Oviedo!"), el entrenador cerraba su rueda de prensa bromeando con los periodistas. "Podría haber sido una frase peor...", decía entre risas. No es el técnico un hombre que suela dejar grandes titulares, alejado de las estridencias de otros entrenadores en sus encuentros semanales con la prensa, pero sus mensajes siempre son claros y directos. Y, sobre todo, son coherentes con lo que predica en el día a día. El último ejemplo, el del domingo tras ganar al Andorra, sirve para ahondar en la idea que hoy por hoy Luis Carrión es el líder del proyecto del Oviedo. En el campo, y fuera de él.

Ni el más avezado de los publicistas podría haber orientado mejor el eslogan elegido por Carrión para tratar el choque del próximo domingo en Ipurúa. "Tenemos que dejar de ser perdedores e ir a Eibar a ganar", sentenció. Y la frase ha pasado directamente a convertirse en lema de una semana, no debe olvidarse, que tiene al Oviedo más cerca del fútbol profesional en los últimos 21 años.

La sentencia del técnico va en la misma línea de sus reflexiones mostradas a lo largo del curso. Carrión siempre pregona que la botella está medio llena, aunque pierda agua por un agujero, pero el mérito no es tanto lo que dice como que nunca se le ha cogido en un renuncio. Ni con la plaga de bajas, ni con las polémicas arbitrales. "Me da la oportunidad de probar nuevos jugadores" y "conseguiremos el objetivo con palos en las ruedas", como respuestas respectivamente. Ni cuando los resultados no han sido tan buenos, pocas veces, todo sea dicho de paso. Carrión cree en su equipo, lo transmite ante los micrófonos y lo repite con insistencia en el interior de la caseta.

Y sabe cuándo apretar. Porque no todo son palmaditas en la espalda y palabras de ánimo. Como aquella bronca motivadora al descanso del partido ante el Elche en el Tartiere, allá por diciembre. "¡Yo no he venido aquí a quedar octavo, sino a subir!", les gritó a sus futbolistas como preámbulo a una victoria con remontada incluida, 3-2.

Con ese "tenemos que dejar de ser perdedores", Carrión trasciende el mero análisis de la temporada. Es un mensaje directo a la confianza oviedista y a ese, a veces parece que justificado, pesimismo que rodea al club cuando se encuentra cerca de los objetivos más ambiciosos a los que se enfrenta. El oviedismo sabe de levantarse de las situaciones más crudas, pero también de sinsabores en todas las categorías. Como si le fuera incluido en el ADN.

Carrión tiene una ventaja: llegó a Oviedo sin las cicatrices del pasado azul, lo que le da una perspectiva distinta. Y, a diferencia de otros entrenadores que le precedieron, ha mantenido intacto su espíritu sin dejarse influenciar por los excesos de dramatismo que a veces rodean al Oviedo. Ahora, mantiene el discurso más positivo y a ello se agarra el equipo, y la afición, en la semana clave, la más importante en mucho tiempo. La que, se dice pronto, podría dejar al equipo a un par de eliminatorias del objetivo soñado durante tantos años: el ascenso a Primera División.

Independientemente de cómo termine la temporada, con amplia sonrisa o con lágrimas de frustración, la aportación de Carrión al Oviedo debe suponer un punto de inflexión inmediato en el club. Ha encontrado una forma en la que se expresa el equipo que encaja con la filosofía de una grada dispuesta a creer, como demostró este domingo, con casi 27.000, en la mejor entrada de la jornada en Segunda, y con horario unificado: todos con las mismas reglas. De eso tiene mucho mérito el trabajo de Carrión desde su llegada.

El equipo mustio y gris que Cervera no logró enderezar, cambió de tonalidad en apenas un par de semanas. Y no fue un efecto efervescente, la progresión siempre se mantuvo. Al margen del debate futbolístico (algo que en lo que Carrión también parece favorecido, por otra parte) está la sensación de que ese juego atrevido, con personalidad, apoyado en un discurso en la misma línea, marca un camino a transitar en el futuro.

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