Opinión

Salas...de fiestas

Un breve preámbulo.

En toda Asturias, en general, y por ende también en nuestro Centro--Occidente, nos gusta mucho el baile, y danzar con buen son, aunque no siempre al que nos tocan. Valoramos que la música mantenga los tres principios de ritmo, melodía y armonía.

Una vez finalizada la más que desgraciada Guerra Civil Española, se retomaron en todos los lugares las celebraciones festivas paralizadas, pues buena falta hacía levantar el ánimo. Es así como regresaron la gaita, el tambor y el versátil y novedoso acordeón, instrumento este último que, como se sabe, habían introducido en nuestra zona, especialmente en los concejos de Allande, Cangas del Narcea, Ibias, Somiedo y Tineo, los maestros “tsazaniegos” (oriundos de Laciana-Tsaciana y Babia). Estos venían a dar clases elementales (y algunos más que elementales) a nuestras aldeas, contratados por la propia vecindad, que valoraba, como plus añadido a sus conocimientos académicos, el hecho de que supieran tocar algún instrumento de los antes citados, lo que les garantizaba poder contar con amenización musical gratuita para los bailes de domingos y festivos. Estos, en el crudo invierno, se desarrollaban en alguna casa que contase con una sala grande, mientras que, con buen tiempo, se hacían en las plazas, también llamadas eras.

A renglón seguido, en aquellos establecimientos, normalmente de bar y comercio mixto, que implantaron en bastantes localidades los pocos emigrantes indianos que retornaron con posibles, se comenzaron a programar bailes en fechas señaladas, y proliferaron los salones de baile, que eran conocidos por el nombre del pueblo, del establecimiento, o del dueño del mismo.

Y llegamos así a la década de los setenta del pasado siglo, en la que la economía asomó la proa con fuerza, florecía el trabajo, y las cabeceras de comarca, así como las capitales de los concejos, siguiendo la ola del resto de España, buscaron acomodo a una juventud que pedía mayor nivel en el gremio, multiplicándose las salas de fiestas y las discotecas.

En nuestro municipio, las tres localidades que formaban y forman el podio de honor son, por orden alfabético: Cornellana, La Espina y Salas, y en las tres hubo igual número de renombradas salas de baile y/o discotecas, a saber: “Casa Grana” en Cornellana, “Lolimar” en La Espina, y el “POKER CLUB” en Salas.

El comportamiento de la mocedad seguía pautas comunes en todas ellas. Tanto mozas como mozos procuraban lucir sus mejores galas, y ese ambiente de despertar social y de crecimiento económico hacía que fluyesen el buen humor y las relaciones de amistad y de cortejo.

Las tres salas fueron testigo de muchos “sí quiero” dados antes de llegar al altar, que entonces era preceptivo, so pena de destierro… o invalidez permanente, je je je. Teníamos, creo, las mismas buenas intenciones que ahora, pero éramos algo más tímidos, a pesar de que había entrado con fuerza la moda del “cubata” o “cacharro”, que se pedía solicitando la marca de ginebra o licor a añadir a la Coca-Cola o Pepsi.

Normalmente, las chicas ocupaban los perímetros de los salones, que contaban con butacas o sillas y sus correspondientes mesas bajas, y salvo cuando había presentación previa, eran los chicos los que se acercaban a pedir el baile. Si la chica accedía se salía a la pista a demostrar las cualidades danzarinas de cada cual, combinando el baile suelto y el “agarrao”, más o menos como en la actualidad.

En las piezas lentas, más propias para dejar volar los sanos sentimientos, y que estos fueran entendidos por “la parte contratante de la primera parte”, algunos varones, no todos, contrastaban la buena marcha de su gestión, procurando un mayor acercamiento amistoso, siempre cándido y respetuoso, que si era aceptado animaría a subir el grado, o bien replantearse la estrategia. Algunas veces era la parte femenina la que tomaba la iniciativa…

Era bastante usual que la chica colocara su mano izquierda (la derecha se unía en ala batiente a la mano izquierda del chico) a la altura del hombro del varón, ejerciendo de freno si la velocidad del aspirante superaba los límites entonces establecidos.

Ocasiones había en que el aguerrido bailarín, por motivos variopintos, pasaba más tiempo del aconsejable sujetando la barra del bar y el vidrio, y la ingesta de bebida para compensar tanto esfuerzo, y a la vez lograr mejorar la dicción y la expresividad facial, unido a los efectos de las bolas rotatorias de espejos de colores en el techo, hacían que, con lo resbaladizo del suelo de la pista, se produjeran patinazos accidentales o derrapes con el vaso en alto, emulando a Fred Astaire, y regando líquido que, de repetirse, podían dar al traste con la negociación sentimental.

Aunque se contaba con menos medios que ahora, eran famosos los carnavales en todas las plazas, que en el caso del POKER CLUB, contaban con extraordinarios premios en forma de viajes y otros estupendos regalos.

Para quien esto escribe, buen conocedor de las tres salas nombradas, perdura y se mantendrá en la memoria la mejor caracterización que pude ver en mi vida: sería allá por el 75/76 del pasado siglo (anteayer) cuando al entrar al POKER, salió a darme un amistoso abrazo “Doña Rogelia” en persona, pues tal era la perfección de su disfraz, que hubiera confundido a la misma Mari Carmen y al resto de sus muñecos. Se trataba de mi estimado Lolín, el de La Cardina, que no paraba de reír por su éxito incontestable y nuestra cara de asombro y admiración.  

Es imprescindible comentar igualmente la fama de la que gozó en toda nuestra región la elección de “Miss Primavera”, en la sala de fiestas “Grana” de Cornellana, donde se daban cita las candidatas más reconocidas de media Asturias, que eclipsaban la fama salmonera del ribereño pueblo.

En las tres salas se contó, en varias ocasiones, con actuaciones en directo de grandes orquestas, conjuntos musicales y solistas de renombre.

Ya más cercanas en el tiempo, en nuestra villa, disfrutamos de otras dos discotecas de éxito, el “Vaya Balla” y el pub “JE”, que después pasó a llamarse “Scorpio”. En el caso de la primera, abierta en el verano de 1992, se mantuvo  hasta el 2010, teniendo ya carácter de pub/discoteca. El “Scorpio” conservó hasta su cierre un mayor carácter de pub estilo inglés.

Desde hace unos años, de la mano del Ayuntamiento y de las asociaciones de jubilados, en Salas se disfrutan, en festivos y vísperas, además de muchos fines de semana, unos estupendos bailes en el conocido como “ECJ - Espacio de Creación Joven” ubicado en la recta, cuyos protagonistas son precisamente los mismos que en los sesenta/setenta y ochenta dieron vida a las antes citadas salas de fiestas, pues ellas y ellos conservan ese espíritu de camaradería y amistad.

Se siguen dando casos de fina ironía (virtud que nunca faltó en nuestra zona), sirva como muestra uno simpático, acontecido no hace mucho, que tiene su enjundia: En un descanso del baile, parece que se reunió un numeroso grupo mixto de asistentes, encontrándose de forma casual una pareja que hacía unos cincuenta años no se veían, pero que en su juventud habían mantenido algún tipo de relación que no había llegado a buen puerto, por los motivos que fueren.

La dama, puede que con sano ánimo de cobrar alguna pequeña deuda sin caducar, le dijo al caballero: “Caramba, ¡cómo cambiaste! Trabajo me costó reconocerte”, a lo que el sesudo varón, con el poso que, en la mayoría de las ocasiones dan las canas, le respondió con una sonrisa: “Pues yo te habría reconocido en cualquier sitio, sigues igual que siempre”…

No hace falta recordar el sabio dicho popular: “Quien a los sesenta está igual que a los treinta… muy mal estaba a los treinta”. No perdamos la sonrisa.

Sentimos no contar a día de hoy con algún establecimiento similar a los mencionados, aunque entendemos que existen razones objetivas para no tenerlos, pues la facilidad de desplazamientos hace que los pocos jóvenes que residen en las zonas rurales prefieran contar con una mayor oferta de ocio, que sí  ofrecen las ciudades.

De cualquier modo, y sea en el “ECJ” o en casa, unas piezas bailables nunca hacen daño, todo lo contrario, alegran la mente y el corazón, agudizan los sentidos, ejercitan los músculos, queman calorías, y si damos validez a eso de que el roce hace el cariño, mejoran las relaciones de pareja. Por lo tanto… bailemos.

Salud y buen ánimo.