Entre la pizza, la pasta, la carne, el pescado, el arroz y las verduras, es realmente difícil encontrar algo a lo que no le siente bien el tomate. Esta sorprendente hortaliza, desde que aterrizó en nuestro continente, no ha dejado de dar satisfacciones, convirtiéndose en un verdadero ingrediente fundamental en la cocina. Precisamente por ello, el tomate es una de las hortalizas que más cultivamos, no sólo a gran escala, sino también en nuestros huertos domésticos. En este sentido, si necesitáramos un impulso en el crecimiento del tomate, podríamos añadir un simple ingrediente natural para aumentar su producción.

Pero además de su innegable sabor y versatilidad, el tomate también cuenta con muchos aspectos positivos para la salud. Uno de ellos es su interesante aporte de licopeno.

Antienvejecimiento y antioxidante

Consumidos así, los tomates combaten los radicales libres pero también el envejecimiento. El licopeno es la molécula que da al tomate su característico color rojo. En menor medida, el licopeno también puede encontrarse en otros alimentos de color rojo/naranja como los albaricoques, los melocotones y las zanahorias.

El licopeno, al igual que otros carotenoides, tendría una acción antioxidante y, por tanto, defensiva contra los radicales libres responsables del daño del ADN. Los radicales libres no sólo expondrían al organismo a un envejecimiento más temprano, sino que podrían tener consecuencias mucho más graves si no se contrarrestan.

Por esta razón, los tomates ayudarían a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas, hipertensión, asma, hiperplasia de próstata e incluso un potencial efecto anticancerígeno. Además, estudios recientes están investigando los posibles efectos del licopeno en la prevención de la salud ósea de las mujeres menopáusicas. En definitiva, son muchos los beneficios para la salud que podrían derivarse de esta pequeña molécula.

Que el tomate es una fuente inagotable de salud es algo que se sabe desde hace tiempo, hasta el punto de que se consumen 35 kilos por persona y año debido a su sabor.

Sin embargo, a pesar de un consumo tan elevado, según la ciencia, no siempre consumimos los tomates de la forma que mejor permite la absorción del licopeno. En esencia, se trata de la famosa salsa de tomate. De hecho, parece que consumido de esta manera, el tomate proporciona una mayor disponibilidad de licopeno. Debido al efecto del calor, el licopeno retenido en las células del tomate está más disponible para su absorción por el organismo.

La pasta de tomate contendría entonces una mayor concentración de licopeno. Además, es extraño oírlo, pero si hay un mínimo de grasa buena en el tomate cocinado, como una cucharada de aceite de oliva, el efecto se potenciaría aún más.