–Hoy hacemos récord sin ventas, ¿verdad, Mari?

Celsa Villabona se dirigía de esta forma a su compañera de la calle Sánchez del Río, María Junquera. A su alrededor, tiene todas las hortalizas que aún no ha conseguido mercadear. Que no, que no, que la reordenación de puestos del Ayuntamiento no les convence. Es el año que menos está vendiendo, de los treinta que allí lleva: “Queremos que nos escuchen y buscar una solución conjunta”, indica.

Hay varios problemas: el primero que la calle es más estrecha. El segundo, con los taxis –allí está la parada– que a duras penas les dejan descargar. Y el último y más importante, que se sienten ninguneadas, a nadie le importa si venden o no.

Las vendedoras se sienten ninguneadas, parece que a nadie le importa si venden o no

Todo este conflicto tiene su origen en la ordenanza municipal de las terrazas. Se estableció con el coronavirus: la hostelería podría ampliar el espacio donde colocar mesas y sillas en el exterior de la plaza cubierta polesa y los bares de la calle Marqués de Canillejas utilizaron esa posibilidad. Pero, para ello, hubo que mover a los vendedores del tradicional mercado de los martes en la Pola.

Algunos de ellos contaban con la misma ubicación para sus puestos “desde toda la vida” y en un momento inicial tuvieron miedo a que sus clientes más fieles se despistasen y no les encontrasen. Pero el problema no fue ese, sino que al ser la calle más estrecha, dicen, transita menos gente y desde entonces han descendido las ventas.

“Yo en mi sitio estoy contento, porque casi no me han movido. Pero no entiendo por qué nos han desplazado para poner las terrazas. Es una plaza pública y se supone que nos deberíamos poder beneficiar todos”, señala Olmo Santamaría. Tiene 27 años, vive en Lieres y llegó al mercado hace cuatro.

Para Celsa Villabona y el resto de vendedores que le acompañan cerca una solución sería que ese día la terraza de los hosteleros se colocase en otro sitio, únicamente lo que dure la venta de hortalizas. Sin embargo, Celia Vallina, que está en la calle Alcalde Parrondo, algo más ancha, se pone en el lugar de los hosteleros y busca algo más conciliador: “Ellos podrían decir que por qué unos establecimientos pueden tener terrazas y otros no. No sería justo. Y tampoco pueden cerrar todas las terraza de la Pola el día que más gente tienen”, explica esbillando guisantes. Pero entiende que hay gente que ha salido muy desfavorecida con este cambio.

Algunos vendedores entienden la complejidad: "Tampoco pueden cerrar todas las terraza de la Pola el día que más gente tienen”

Lo que Celia Vallina haría sería modificar el aparcamiento de los taxis el martes por la mañana. Así, facilitaría el trabajo a las zabarceras y se habilitaría como una zona de paso. De hecho, las de Sánchez del Río también protestan por estos vehículos, ya que piensan que les dificultan el acceso para hacer la descarga de verduras y hortalizas.

“Lo único que pedimos es que se tenga en cuenta a los campesinos”, afirma María Junquera, que lleva más de cuarenta años en la plaza. Para ella, en el transcurso de los años se ha ido perdiendo respeto por ellos. Y lo que reclaman no es perjudicar a la hostelería, sino que se alcance una solución conjunta porque ahora, sus ventas han descendido en picado. Y bastante mal lo pasaron todos con el covid. Aunque sea volver al interior de la plaza con medidas de seguridad, como piden algunos.