Bitácora de Lugones
Digerir el liderazgo
Una advertencia contra el mando compulsivo y autoritario, cargado de egoísmo y egolatría
No existe escaparate mejor que el liderazgo para descubrir el verdadero talante del individuo. Desde ese privilegio se podrá fácilmente detectar si recibe la crítica con la misma templanza que el elogio, condición ésta indispensable para conocer el auténtico vigor del alma. Hasta alcanzar en mayor o menor medida, según la personalidad, el poder por la acumulación de dinero, sinónimo igualmente del dominio, no se revelará su verdadero rostro. El liderazgo suele actuar como el gran generador de la soberbia, la arrogancia y la ostentación. En los genes del poder encuentra su verdadero estímulo. La soberbia vivía en la casa de Mario Conde, la ostentación en las Torres Gemelas de Manhattan.
Salvo honrosas excepciones, estas características asoman frecuentemente con tan solo ascender un peldaño de las escaleras de la vida, ni tan siquiera esperara alcanzar su primer rellano. Como un afluente surge el carácter compulsivo y autoritario en los liderazgos que no han sido correctamente digeridos. Y la soberbia de la verdad única, como su talón de Aquiles, aflorando escrupulosa lealtad infinita en sus exigencias. La lealtad que consiste en la obediencia y sumisión sin límites, no haciendo al hombre útil, sino utilizándole. De esta manera, el hombre leal se convierte en un juguete del truhán. El liderazgo mal digerido está cargado de egoísmo y egolatría, por lo que tan sólo rinde lealtad a su propia persona.
No siempre están construidos los liderazgos sobre una base sólida, los poros de la inseguridad y falta de formación los conservan muy ocultos, polarizando su atención en que no se descubran, porque de desvelarse su imagen que dará gravemente dañada. Son seres que no se han preocupado en crecer como personas; son, en definitiva, seres vulgares que tienen muy poco o nada que aportar. La realidad les acaba demoliendo por no estar construidos con mimbres fuertes, firmes y consistentes. En la noche que media entre el antes y el después de alcanzar el liderazgo, súbitamente aparecen como si hubiera adquirido todos los conocimientos del mundo para hablar con propiedad y sentar cátedra en sus pronunciamientos.
Esa condición/formación de algunos personajes que no se sabe ciertamente en base a qué han alcanzado el liderazgo, se sumergen en un mar de inseguridades, lo que les hace fácil presa de los aduladores, que se prestan a todo con tal de granjearse la simpatía del jefe, hasta que llegue la hora de la traición. Cristina de Grecia sentenció, que detrás de un adulador siempre hay un traidor. No se debe olvidar que, en buena medida, las imitaciones de los subordinados, como si del eco de los superiores se tratara, han de encuadrarse como una sutil forma de adulación. Como lo costumbre del loro, que repite lo que ha oído. O la del mono, que hace lo que ha visto hacer.
Paciencia, pues, para juzgar u opinar a personas que conquistan la asunción al liderazgo. Hacerlo prematuramente nos conducirá con frecuencia a la equivocación y hasta al arrepentimiento, porque no es difícil que la vileza se instale en el ánimo de algunos protagonistas del liderazgo.
Perlas de la sabiduría. La perseverancia es la virtud por la cual todas las otras virtudes dan fruto.
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