Opinión

Hacer reír

Sobre la importancia del sentido del humor

Los que de cuando en cuando tenéis la paciencia de leer estas colaboraciones semanales habréis comprobado que también de cuando en cuando escribo alguna humorística, la semana pasada sin ir más lejos; y os cuento lo que alguna de mis hijas me dicen cuando las leen: "Papá, con lo serio que eres, ¿cómo puedes contar esas cosas que cuentas? La gente que te lea puede pensar que te falta un veranín".

Ya, pues sí, puede ser que alguien piense eso, pero quiero exponeros varias ideas en defensa de esos textos de humor. Voy.

Primera: todos sabemos eso de que es más difícil hacer reír que hacer llorar. Así es la cosa. Cuando escribes sobre un tema de los serios, las palabras simplemente fluyen solas y ahí quedan. Pero cuando escribes en plan de humor, tienes que intentar conseguir en los lectores no solo una respuesta intelectual sino también una respuesta física: la risa. Y eso es bastante más complicado.

Segunda: es absolutamente imprescindible para una buena salud del cuerpo y el alma echarle a la vida sentido del humor. No nos queda otra. Y no me refiero al humor de la tertulia del chiste, de las cuales huyo: el primer chiste lo sonrío y lo aguanto, el segundo me pone nervioso, y el tercero me provoca el síndrome de las piernas inquietas y unas ineludibles ganas de ir al baño. Me refiero al humor que surge de los actos cotidianos, ese que está ahí escondido en muchos lugares de nuestra vida esperando que echemos cuenta de él.

Tercera: siempre me gustó leer literatura humorística. En España hemos tenido los mejores autores de humor del mundo. Y eso no quiere decir que no sea literatura seria ni que esté mal escrita. Todo lo contrario. Ahí está Cervantes y el Quijote como primera y definitiva muestra, o ese anónimo Lazarillo, o tantos otros con cuya lectura crecí: Jardiel Poncela, Fernández Flórez, Miguel Mihura, o Gómez de la Serna entre ellos, la mayoría de los cuales hoy desafortunadamente se desconocen. Qué pena. Recuerdo que de niño leía a escondidas las revistas de La Codorniz que recibía mi padre. Aquella revista satírica y de humor en la que se escondían magníficos escritores, era bastante más inteligente y seria que la mayoría de los periódicos de la época. Como ejemplo, basta que recordemos aquel parte meteorológico que les llevó al cierre una temporada: "Reina en España un fresco general procedente de Galicia. Se espera dure poco tiempo". Iguálamelo.

Cuarta y para acabar, que me estoy haciendo largo: el humor es algo que siempre le pasa a otros. Si ves a una persona sentada en una silla que va y se cae, te sale la risa. Si el que se cae eres tú, ya no te sale. Que tú te caigas de la silla y además lo cuentes para intentar que los demás se rían, pues tiene su gracia la cosa, sí, para qué negarlo. En todo caso el humor bien entendido empieza por uno mismo. Por eso me gusta practicar el humor cada vez que puedo, pero eso sí, siempre dentro del matrimonio, claro.

Pero es que cuando después de escribir algún artículo humorístico me topo con alguien que me dice que lo leyó y que se rió, o simplemente que se entretuvo con él, ya me doy por satisfecho. Si ya son dos, me alegran el día. Y si por un casual son tres, me hacen el hombre más feliz del mundo. Sin más. Dicho todo lo anterior, os prometo que la próxima semana hablaremos de un tema serio. Sí. Como decían aquellos otros, hablaremos del gobierno.