Al Foro Gaspar García Laviana, al que se han sumado ya varios laicos y una religiosa, junto con la veintena de sacerdotes asturianos que lo fundaron, se le ha acusado de guardar silencio desde el momento en el que el arzobispo Carlos Osoro fue destinado a Valencia. Dicho de otro modo, los perseguidores del Foro, que han sido y serán unos cuantos, echaban en cara a sus miembros que actuaban «contra» Osoro, y que una vez promovido éste a mejor plaza habían cesado en análisis o críticas al mitrado. Pero en descargo del Foro habría que apelar al viejo principio eclesiástico de que «nada sin el obispo», o sea, y en sentido cínico, que todo con el obispo, y nada sin él; ni siquiera han de existir las críticas cuando la sede se halla vacante.

Ahora bien, la Iglesia asturiana no se detuvo tras la partida de Osoro. Si acaso, la actividad gubernativa se detuvo hasta los límites que marca el Derecho Canónico. Por ello los foristas hubieran quedado espléndidamente con algún documento durante el interregno. Ahora, a primera vista, parecería que se reactivan cuando el obispo Jesús Sanz Montes ya debe de tener medio preparada la mudanza y de estar dispuesto a partir de Huesca hacia Asturias, en la que entrará físicamente el 29 de enero, por Colombres.

Pero al margen de estas cuestiones del momento, vemos que existe ya un corpus notable de reacciones a la existencia del Foro asturiano. Recibieron los mayores ataques por el hecho de haberse encomendado al nombre de un sacerdote que tomó las armas, Gaspar García Laviana, pero también obtuvieron el elogio de dar la cara, de mostrar sus nombres y apellidos en un tiempo en el que el anonimato -uno de los principales escollos de internet- ampara las opiniones más furibundas contra obispos, curas de otro bando, cristianos progresistas, etcétera.

Trágicamente, la opinión pública en la Iglesia -dentro de ella, queremos decir- se ha mostrado mediante dicho anonimato como una lacra terrible. La larga tradición del silencio eclesial, coronada por el mismísimo Secreto Pontificio, ha dado paso a que, en cuanto los católicos se han puesto a opinar masivamente, algunos de ellos han ofrecido un espectáculo deplorable. Nos gustará más o menos lo que formula el Foro, pero sus opiniones son tan respetables como dichas a pecho descubierto.