Oviedo, Tino PERTIERRA

Salvo sorpresa mayúscula que deje a los favoritos con cara de tontos, los «Goya» de este año irán a la cárcel. A la «Celda 211». Cine de género, sólido, vibrante, entretenido y con algunas interpretaciones memorables que compensan de otras endebles y algún que otro resbalón de escritura. Un taquillazo que le viene muy bien al pachucho cine español porque demuestra que aquí se pueden hacer películas «a la americana» con un cierto sello nacional y con una apuesta por lo comercial que no descuida la calidad. ¿Quién le va a toser a Luis Tosar? Su premio está cantado y contado, y sería descabellado que dejaran a Malamadre sin su estatuilla, aunque eso signifique que el gran Ricardo Darín se vaya de vacío. ¿Le compensarán con el premio al mejor secundario por la fallida «El baile de la victoria»? Sería maravilloso que ganara en las dos categorías: un hecho único e irrepetible, a la altura de su talento. Sus rivales son fuertes, sobremanera Carlos Bardem por su inquietante convicto en «Celda 211» y un excelente Antonio de la Torre por «Gordos».

La pugna de los directores es interesante: el esfuerzo titánico de Amenábar le da votos, pero su «excesiva» ambición internacional le puede dar vetos. La inteligencia y sensibilidad de Juan José Campanella en «El secreto de sus ojos» está fuera de toda duda, pero, claro, no es español a pesar de sus raíces asturianas. El trabajo de Daniel Monzón en «Celda 211» es más impersonal, una muestra solvente de oficio al servicio de una buena historia, pero puede beneficiarse del efecto bola de nieve de su película.

La mejor actriz protagonista no está nada clara. Ahí sí cabe todo tipo de pronósticos, aunque es improbable que Rachel Weisz (doblada) suba al escenario. El trabajo de Maribel Verdú en «Tetro» no es de los mejores de su fecunda carrera (sospecho que no le gusta ni a ella), y Penélope Cruz hace lo que puede con su papel en «Los abrazos rotos», justamente olvidada este año para las grandes categorías por mucho que Almodóvar sea colmado de halagos por ahí fuera y se considere un perseguido en su país. Premiar a su actriz fetiche sería una forma de consolarlo y, de paso, tener contenta a una actriz que tampoco se siente bien tratada por la prensa española. Lola Dueñas está muy bien en «Yo también», y su «Goya» por «Mar adentro» ya queda razonablemente lejos.

La actriz secundaria con más posibilidades si esto fueran los «Oscar» sería la guapa Verónica Sánchez por el esfuerzo físico que le exigió «Gordos», pero Pilar Castro y Vicky Peña son rivales de cuidado (menos la Marta Etura de «Celda 211», el personaje peor dibujado de toda la película).

La categoría de actriz revelación es una incógnita, entre otras cosas por el disparate de nominar a Soledad Villamil, magnífica actriz que de revelación no tiene nada. La asturiana Blanca Romero lo tiene difícil a pesar de su buen trabajo en «After», y Nausicaa Boninn por «Tres días con la familia» (una de las mejores películas del año) cuenta con el beneficio de la simpatía que despierta. Otro disparate: nominar como mejor película hispanoamericana «El secreto de sus ojos», candidata también a mejor película española. Sería gracioso que ganara los dos. Gracioso y justo porque es la mejor de todas. La más redonda. Es de suponer que Alejandro Amenábar no tendrá muchas esperanzas de llevarse algún premio gordo (los técnicos ya son otra cosa) y a efectos de taquilla poco más le podría aportar. Su gran recaudación española no es suficiente y si no consigue distribución internacional, dejará números rojos. Una película excelente y arriesgada, pero muy discutida. A Fernando Trueba sí le vendrían bien unas cuantas estatuillas para salvar la alicaída carrera de «El baile de la victoria», pero su película no da ni frío ni calor.

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