Oviedo

El abrupto final de la «burbuja del ladrillo», con sus secuelas de crisis y despidos, supone un excelente momento para ver «Glengarry Glen Ross». Su autor, David Mamet, que trabajó algún tiempo en una agencia inmobiliaria de dudosa reputación, tomó notas en ese período. De ellas surge esta obra, que le valió el premio «Pulitzer» en 1984, y su consagración como uno de los grandes del teatro realista norteamericano.

El punto de partida de este drama sobre la competitividad y el éxito a cualquier precio es sencillo. Una empresa inmobiliaria en crisis decide hacer limpieza entre sus empleados: el mejor vendedor ganará un Cadillac; el segundo, un juego de cuchillos, los demás serán despedidos. A partir de ahí todo se complica. Los tiburones comienzan a devorarse entre ellos. Es su supervivencia laboral lo que está en juego.

David Mamet utiliza a estos trabajadores de cuello blanco para conducirnos por el reverso tenebroso del llamado «sueño americano».

Llevada al cine con fortuna por el director James Foley, con guión del propio dramaturgo y un inmejorable elenco de actores, entre otros, Jack Lemmon, Al Pacino, Ed Harris y Kevin Spacey, la versión española que ayer pudo verse en el teatro Palacio Valdés de Avilés y hoy se verá en el teatro Jovellanos de Gijón es una lujosa producción del «Teatro Español», dirigida por el maestro argentino Daniel Veronese y protagonizada por un reparto de lujo: Carlos Hipólito, Ginés García Millán, Gonzalo de Castro, Alberto Jiménez, Jorge Bosch, Andrés Herrera y Alberto Iglesias.