Si usted, al igual que yo, tiene los ojos azules, siempre contará con un motivo para entablar una conversación con otra persona que también los tenga: ¡son parientes! Eso sí, muy lejanos. Todos los humanos con ojos azulados provenimos de la misma persona: un individuo mutante. No hay que alarmarse, se trata de una mutación mínima que afecta al gen HERC2 y que se produjo hace más de 6.000 años. Así lo constataron recientemente científicos de la Universidad de Copenhague.

Permítanme que les diga que hasta la aparición de ese antepasado mío, todos los humanos tenían los ojos de color oscuro, con una gama que iba del negro al color miel. Pero cierto día hace miles de años nació el primer individuo (se desconoce si era hombre o mujer) con los ojos azules. Los científicos han probado, analizando el ADN mitocondrial de personas por todo el planeta, que quienes tienen ojos azules provienen de un ancestro común. ¿De dónde era? Pudo haber nacido en la época de la expansión neolítica, en la que los humanos migraron del entorno del Mar Negro al norte de Europa. Y, principalmente, las personas con ojos azules descienden de europeos.

El gen HER2 está próximo al gen OCA2, que es responsable de la producción de la melanina. La mutación que padecemos los del «club del iris azulado» atenúa esa capacidad del OCA2 pero no la impide, como sí ocurre en cambio con los albinos. Lo sorprendente del caso es que una mutación en un único humano haya logrado tanto éxito. Por ejemplo, una persona puede ser pelirroja por una decena de factores distintos, pero para tener los ojos azules tienes que contar en tu genética con el fino cambio del gen HERC2. Ahora los ojos azules no son tan excepcionales: 150 millones de personas los poseen. ¿Cómo pudo una mutación que no implica mejor o peor adaptación expandirse tan rápido? No hay evidencia científica, pero algunas teorías dicen que los individuos con ojos azules resultan más atractivos y logran más éxito reproductivo. Pero sobre ese asunto mejor no hablamos.