Oviedo, Pablo GALLEGO

Si para el filósofo griego Pitágoras (582 a. C. - 507 a. C) la música era el instrumento por excelencia para la purificación del alma y una medicina para el cuerpo, para el violinista y director Yuri Nasushkin es una disciplina que lleva consigo no sólo valores profesionales, sino «humanos y éticos», de «convivencia y concordia». Por eso Nasushkin, director artístico de la Escuela de Música de la Fundación Príncipe de Asturias, considera que «el amor y el respeto» son las únicas claves a la hora de educar a las generaciones del futuro. En la música o en la vida. «Por eso vienen a esta escuela, y por eso muchos repiten cada año», asegura.

«La música no es un pasatiempo, ni una actividad que ocupa el tiempo de ocio», asegura el violinista y director ucraniano. Nasushkin se ha convertido en uno de los referentes de la educación musical en el Principado. Primero, desde el Conservatorio Superior de Música de Oviedo, donde imparte clases de violín. Después, como director de la Joven Orquesta del Principado de Asturias, y ahora, de la Escuela de Música. Un proyecto sobre el que asegura que «la Fundación se vuelca por completo y sin obtener nada a cambio». Nada más allá de los valores musicales y de superación personal que inculca a sus alumnos. «Aunque no lo parezca, los músicos cambiaremos el mundo», sentencia Nasushkin.

El maestro duerme poco. Con un pie en Asturias y en otro en Madrid, está obligado a dedicar la mayor parte de su tiempo a la escuela. A pesar de las horas de trabajo, se muestra «agradecido» por poder participar «en algo así, a pesar de las dificultades y de las dolencias que supone». Y siempre habla en plural. «La escuela no soy yo, es todo el equipo», apunta a continuación, «y vamos en buena dirección, así que sólo pido que no nos molesten, porque el camino que hemos elegido, aunque su rentabilidad se verá a largo plazo, es el correcto», defiende.

El espíritu viajero que vive en Nasushkin asegura que «las nuevas generaciones deben tener una filosofía europea», una «visión amplia de las cosas», porque «el idioma de la cultura y el de la música están por encima de cualquier nacionalidad».

Asentado en Asturias desde hace casi veinte años, el maestro sigue los cambios políticos y culturales que vive su país natal desde la distancia. Formado en el Conservatorio Superior Tchaikovski de su ciudad natal, Kiev, y en la Academia Nacional Superior de Música Gnesin de Moscú, donde se doctoró en violín y dirección de orquesta, Nasushkin opina que la Europa del Este ha conseguido levantarse tras superar una etapa oscura gracias a las tradiciones. «Tener el espíritu es lo primero, porque tanto en la vida como en la enseñanza, si se tiene ese espíritu, la materia es secundaria», apunta. «Y por eso la filosofía de esta escuela -insiste- es distinta, como lo es la relación entre el alumno y el maestro», afirma.

En España, como docente, Nasushkin ha vivido un buen número de cambios en los métodos y los objetivos del sistema educativo. «Ahora piensan que los ordenadores van a resolverlo todo, y no es así, los niños de hoy no tienen verdaderos maestros», denuncia, «no aprenden valores morales o humanos, porque delante de tu maestro no puedes sentir miedo por hacerlo mal, sino vergüenza por no haber estudiado lo suficiente», apostilla.