El Consejo de Laicos de la archidiócesis de Madrid ha llamado a la «justa protesta contra la crisis» mediante la huelga del 29-S, pero de un modo «inteligente, participativo e imaginativo», es decir, «con algún distintivo de color blanco». Sendas delegaciones diocesanas de pastoral obrera, en Sevilla y Coria-Cáceres, también llamaron a la huelga días atrás. En los tres casos se produjo a continuación una especie de cortocircuito y marcha atrás. El referido Consejo de Laicos madrileño matizó que su llamamiento no se realizaba en representación del cardenal Rouco, y los otros dos obispados rechazaron que la postura oficial de la mitra fuera favorable a la protesta.

La pregunta es inevitable: si se trata de delegaciones diocesanas, o de un consejo consultivo, en el seno de los obispados, ¿cuál ha de ser su sentido delegado y o su sentido consultivo? ¿Para quién trabajan?

Contradicciones de este tipo son bien conocidas en Asturias, en cuya curia diocesana existió durante décadas un organismo de pastoral social o una Escuela Social de la Iglesia, que se disolvieron en la época de Carlos Osoro. Desde entonces, el silencio ha sido la circunstancia dominante; un silencio muy tranquilo, casi oriental, como el de un yogui, abstraído de los sucesos ordinarios y, por tanto, nada cristiano.

Sin embargo, se ha producido la sorpresa de un arzobispo, Sanz Montes, que de uno u otro modo incide en cuestiones sociales, y no con temor o precaución interesada. Tal vez haya llegado el momento de restaurar el área social de la diócesis. Tal vez ha llegado el momento de perder el miedo que la Iglesia española tiene a que la izquierda o la derecha se le echen encima cuando, por ejemplo, se pronuncia sobre una huelga general.