La intelectualidad nacional estaba ayer presente en apenas mil metros cuadrados. En aquel escenario convertido en sede de homenaje y refrendo a una lengua común, el patrimonio más evidente de la cultura hispánica, muchos echaron en falta una presencia política institucional de mayor peso que la que podía aportar el secretario de Estado de Educación y Formación Profesional, Mario Bedera, en representación del Gobierno de la nación.

García de la Concha, que continuará al mando de la Academia hasta el 13 de enero, recordó al Príncipe su presencia en un acto de parecidas circunstancias, la presentación de la anterior Ortografía, en 1999. Desde entonces, once años ya, han pasado muchas cosas en España y en la vida de don Felipe. «La Ortografía da forma a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos», dijo el Príncipe.

«Una concepción equivocada de la Gramática o de la Ortografía», continuó, «puede ver en ellas una carga que limita la libertad del individuo; algo que se nos impone ya elaborado y que no podemos modificar. Lejos de eso, la Gramática y la Ortografía confirman nuestra morada vital. Vivimos en palabras y nos instalamos en el mundo con una herencia en la que cada generación va sedimentando una manera de comprender el mundo y legando a las generaciones siguientes su herencia cultural».

La Ortografía ayuda a que el lenguaje hablado, «efímero y volátil», se consolide en el tiempo a través de su reproducción gráfica, había explicado minutos antes el académico asturiano Salvador Gutiérrez. «La escritura permanece. Un relato oral es único, irrepetible, de disfrute momentáneo, víctima fácil de la carcoma del olvido. Su reproducción gráfica lo hace universal y prácticamente eterno».

Don Felipe se alegró de que «hoy suene alta y clara la voz del español en todo el mundo». En el exterior de la RAE, junto al Museo del Prado, «miles» de japoneses se hinchaban a hacer fotos.