Teatro Filarmónica de Oviedo.

Miércoles 25, a las 19.45 horas.

No es la primera vez que la Filarmónica de cámara «Ceské Budejovice» cierra la temporada de una Sociedad Filarmónica asturiana y, en plena gira, de otras del resto del país. La formación checa es una de las mejores agrupaciones que suponen un valor seguro para la programación de la Filarmónica y, de hecho, en el ciclo de la entidad ovetense, fue la encargada de inaugurar en 2007 la concha acústica del teatro Filarmónica, con la Séptima de Beethoven en el programa, una de las obras preferidas en la historia de la sociedad.

La «Ceské Budejovice» regresó a Oviedo con un repertorio que le es natural desde sus inicios, la música de Bach y Mozart. A la profesionalidad de esta orquesta del sur de Bohemia se añade la sensibilidad y amplia carrera de su versátil director, Jaroslav Krcek, al que también se relaciona con otras formaciones que igualmente se han destacado en su paso por las Filarmónicas asturianas, como «Música Bohémica» o la Orquesta de la Radio de Pilsen, agrupaciones con una trayectoria de prestigio.

Una vez más, Krcek volvió a demostrar su profundo conocimiento de obras y estilos, frente a una orquesta de verdaderos maestros, de modo que desde el interior de la misma se nutre de solistas, con la compenetración que ello supone también en el género del concierto. De este modo, el violinista Stepán Prazák y la oboísta Gabriela Krcková lideraron el concierto para estos dos instrumentos en «Re mayor» de Bach, con un balance de conjunto adecuado y con Krcek dirigiendo desde el bajo continuo, para levantar una versión rigurosa y de gran impulso, con vivaces tiempos y un empaste milimétrico de la plantilla.

Prazák fue también el protagonista del «Concierto para violín y orquesta nº 5 en La mayor, KV 219» de Mozart, en una interpretación sin licencias y con un «Adagio» de refinado fraseo, junto a una orquesta de sonido transparente, en la que el director supo aprovechar todos los recursos que brinda una formación brillante, para extraer el mínimo detalle de una obra que sonó con una frescura y vitalidad inusitadas. Al mismo nivel apareció el Mozart de la archiconocida «Sinfonía nº 40 en Sol menor, KV 550», que huyó de dramatismos en la versión de los checos, en una lectura de energía sombría que dominó las tensiones con gran fluidez en la articulación, en una orquesta de sonido nítido y revelador que puso así el broche de oro, y con nota, a la temporada de la Filarmónica ovetense.