Cecilio Lera, además de un referente de la cocina castellana, es el alcalde más veterano de Tierra de Campos, Zamora, y probablemente de España. Su hijo, Luis Alberto Lera, un cocinero convencido de que a la a caza no es necesario despersonalizarla en insufribles guisos hasta hacerle perder la razón de ser y, sobre todo, la textura ideal su carne. Fue el propio Cecilio el que importó de Francia la idea de una pechuga de pichón saignant y la aplicó en una tierra donde abundan las palomas y las perdices. Su restaurante, El Labrador, en Castroverde de Campos, es en estos momentos un lugar inexcusable para los aficionados a la cocina cinegética.

Algunos de los platos del repertorio de El Labrador -en este país no abundan las buenas mesas de caza- figuran en el menú que el restaurante Somió Park, de Gijón, ofrecerá entre el 15 y el 19 bajo la supervisión de Pedro y Marcos Morán, estrella Michelin de Casa Gerardo (Prendes). Los Morán y los Lera hacen buenas migas desde el momento en que ambas familias coincidieron en los pabellones de Asturias y de Castilla y León de la Expo del 92.

Ayer, en compañía de Abdón Segovia, un viticultor muy particular -autor de sus propios vinos y de los que en Francia firman Bernard Maigrez y el actor Gérard Depardieu-, los Lera, bajo el auspicio de los Morán, presentaron unas jornadas de caza con un menú absolutamente prometedor: croquetas de codorniz , escabeche de caza menor, lentejas a fuego lento con pato, paloma, pichón estofado, perdiz roja con berza, liebre, faisán sangrante, un helado de chocolate y una tarta de queso. Algunos de estos platos, la mayoría, los ofrecerá el propio restaurante a partir del 15 en Somio. Ello incluye el roble y el crianza de Segovia, de Morales del Toro, así como el Senda de los Frailes, un Toro de Lera.

El pichón estofado es la pièce de résistance del menú de El Labrador, aunque Cecilio Lera insista en la perdiz roja que, como suele ocurrir con casi todas las perdices, deposita sus sacrosantos perfumes en la berza y se hace más firme de lo deseable en la carne tras la cocción. La liebre, con el acompañamiento de trufa y chocolate, bien. Y el faisán, pletórico de sabor, al igual que la paloma. Las lentejas a fuego lento con pato, algo entrañablemente francés.

La idea de los Lera de proponer platos de caza bajo la premisa de que las piezas más sabrosas no deben sufrir el martirio de los fogones a que el comensal está habituado es una novedad y un alivio.