Oviedo, Eduardo GARCÍA

«Ahora, para poner unos tacones, tengo que pensarlo tres veces y rezar un padrenuestro». Lo dice, con buen humor a pesar de todo, Asunción, una de los aproximadamente sesenta asturianos a los que se les implantó las prótesis de cadera ASR, que han presentado problemas serios de desgaste prematuro. Ella tiene una singularidad, y es que los efectos secundarios que sufrió fueron tan evidentes y dolorosos que tuvo que ser de nuevo intervenida para colocarle una segunda prótesis.

El avilesino Juan (nombre supuesto, prefiere mantener el anonimato) tiene instalada la prótesis ASR desde junio de 2010. Hasta el momento no ha tenido problemas directos, pero las analíticas han puesto a los médicos en guardia y a él en estado de alerta. Sus niveles de cromo y cobalto en sangre son muy altos, y ese es el principal síntoma de que la prótesis de cadera se está desgastando de forma anormal.

Casi 1.500 de estas prótesis, fabricadas y distribuidas por la empresa estadounidense Johnson & Johnson, fueron implantadas en hospitales españoles desde 2003 a 2010, año en que el Ministerio de Sanidad ordenó su retirada. En Asturias se instalaron, pero en una cuantía muy menor en relación con otras autonomías.

Se trata de prótesis especiales, destinadas a pacientes relativamente jóvenes y que hagan vida activa. Es el caso de Asunción, algo por encima de los cincuenta años cuando en 2006 le instalaron la prótesis en el HUCA. «Me operó Alejandro Braña, un genio y una persona extraordinaria». Pero el problema no estaba ni en la cadera de la paciente ni en las manos del médico, sino en las «entretelas» del artilugio.

«En diciembre de 2010 me empezó a fallar la pierna. Fue algo muy brusco, no podía ni subir un escalón; y con unos dolores de vomitar».

En febrero de 2011, hace ahora justamente un año, fue operada para cambiarle la prótesis, cuatro horas de quirófano y una recuperación larga que aún no ha acabado.

Juan tiene 60 años y la impresión de que, tarde o temprano, acabará teniendo que entrar de nuevo en el quirófano. Cada seis meses le hacen análisis para comprobar la toxicidad que, casi con toda seguridad, procede de su prótesis. Sería el tercer paso por el «taller» de traumatología, porque a Juan le implantaron hace poco más de un mes una prótesis en su segunda cadera. Esta vez, convencional, que es la más segura.

«Los médicos me dicen que espere, que hay que hacer un seguimiento y que ya veremos a ver. Pero la preocupación no me la quita nadie. Pero no todos los médicos son de la misma opinión y eso genera incertidumbre».

El bufete de abogados que defiende, al menos, a ochenta pacientes con este tipo de prótesis en España ha iniciado conversaciones con la multinacional Johnson & Johnson para tratar de pactar las indemnizaciones. Lo mismo está ocurriendo en otros países, porque las prótesis ASR han tenido distribución mundial. Lo lógico será pactar una indemnización base y, a partir de ahí, estudiar las singularidades en cada caso. Por ejemplo, en aquellos o aquellas pacientes que se han tenido que operar de nuevo y que habían realizado cirugía plástica para borrar la notoria cicatriz que deja este tipo de intervención de cadera.

Hay pacientes que presentan problemas «mecánicos», como fue el caso de Asunción, pero otros que sufren toxicidad al desprenderse partículas metálicas de las prótesis. Toda prótesis se desgasta y no hay material ni aleación conocidos que evite ese desgaste. Lo que ocurre con las ASR es que el desgaste es inusualmente alto, precisamente en unas prótesis diseñadas para una larga duración, por encima de los veinte años. A Asunción le duró poco más de cuatro «y todo por culpa de una negligencia de unos laboratorios».

El Ministerio de Sanidad contabiliza en España, al menos, 26 incidencias serias desde que en 2010 la Administración decidió retirar este modelo de prótesis que habían sido implantadas durante ocho años en setenta hospitales públicos y privados de doce comunidades, entre ellas Asturias.

Asunción y Juan, y con ellos unas cuantas decenas de afectados, tienen claro que la indemnización, si es que llega, no va a compensar los problemas causados y los que pueden sobrevenir. ¿Cuáles son los efectos a largo plazo de esos altos niveles de toxicidad por minerales? Nadie lo puede evaluar.

Los abogados del bufete que ha logrado reunir a unos 80 afectados en toda España, alertan sobre la posibilidad de prescripción de algunos casos si no existe representación judicial y si el afectado no se ha adherido a la negociación. La información sobre el proceso figura en la web www.afectadosdepuy.com.