No parece muy compatible con la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) la reforma laboral promulgada por el Gobierno del PP. Tampoco lo es este fuego graneado que políticos populares y sus terminales comunicativas están dirigiendo ahora mismo contra la acción sindical. Sin embargo, la ponencia política aprobada por unanimidad en el congreso sevillano del PP afirma que el partido «está inspirado en los valores de la libertad, la democracia, la tolerancia y el humanismo cristiano».

Es cierto que habría que preguntarse qué es hoy el humanismo cristiano, y para responder es necesario acudir a tres referencias. Una, la más antigua, es la del pensador tomista Jacques Maritain y su obra «Humanismo integral» (1935); otra, casi extinguida, es la de la Democracia Cristiana -en 1990 Alianza Popular se refundó como Partido Popular y cambió su adscripción conservadora por la democristiana-; y la tercera es la contenida en la DSI desde la encíclica «Populorum Progressio» (1967), de Pablo VI. Si se tiene presente que la DSI es hoy en día el único código ético elaborado y superviviente del derrumbe de las ideologías, hay que suponer que el PP, aunque no lo sepa, se refiere a este «humanismo cristiano» del catolicismo. Pues bien, aquí van una ideas extraídas del «Compendio de la DSI» (Libreria Editrice Vaticana, 2005). Por ejemplo, que «el simple acuerdo entre el trabajador y el patrono acerca de la remuneración no basta para calificar de justa la remuneración acordada, porque ésta no debe ser en manera alguna insuficiente para el sustento del trabajador: la justicia natural es anterior y superior a la libertad de contrato». Si esto puede ser así, ¿qué no habrá de suceder cuando el «acuerdo entre trabajador y patrono» se aboca al desequilibrio en la citada reforma del PP?

Ítem más: «Las organizaciones sindicales, buscando su fin específico al servicio del bien común, son un factor constructivo de orden social y de solidaridad y, por ello, un elemento indispensable de la vida social». A nadie se le escapa la escandalosa realidad de que los sindicatos mayoritarios españoles han trabajado abundantemente «pro domo sua», o a favor de sus propios cuadros. Pero de ahí a torpedearlos existe una cierta distancia. Y lo curioso es que en sus circunstancias de desprestigio sólo van a encontrar algo de cariño en la DSI, cosa que ellos mismos olvidan en muchas de sus actitudes hacia la Iglesia. Y un punto más, para cuando toque la reforma de la ley de Huelga: «La DSI reconoce la legitimidad de la huelga cuando constituye un recurso inevitable».

Ahora bien, sería injusto no anotar estas otras indicaciones de la DSI: «La globalización de la economía, con la liberación de los mercados o la acentuación de la competencia, requiere una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo y en la organización y gestión de los procesos productivos». Sin embargo, «en las grandes decisiones estratégicas y financieras» de las empresas, caso del «reajuste o cierre de instalaciones», los criterios «no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial». En suma, al cristianismo del PP hay que calificarlo de contradictorio o, al menos, despistado.