La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ANTÓN GARCÍA | Escritor, autor de "Crónica de la lluz y la solombra"

"Tengo la impresión de que los asturianos no tienen interés por la cultura"

"Cuando entendí la importancia del papel de las mujeres en la historia, tuve la novela lista en la cabeza para ser escrita"

Antón García. MARÍA GÓMEZ

Antón García (Tuña, Tineo, 1960) ha conseguido con su tercera novela, "Crónica de la lluz y la solombra", una de esas obras redondas. Un hecho histórico, la ejecución a garrote vil de Rafael González Gancedo en Las Campas de Tineo, el 27 de junio de 1899, es el asunto central de una historia tan real como literaria. Por ella desfilan poderosos personajes retratados con maestría, en un ambiente rural que traza el perfil de la Asturias de finales del XIX. Poeta, narrador, traductor, ensayista y colaborador habitual de LA NUEVA ESPAÑA, Antón García, un nombre imprescindible en la literatura asturiana y en asturiano, vive un gran momento creativo. A finales de año presentará un poemario.

-¿Por qué le interesó esta historia?

-Es la típica que te acompaña desde que eres un crío, que sabes que vas a tener que terminar escribiendo, no sabes muy bien si una novela, un reportaje o qué, pero que está siempre ahí pendiente de redactar y para la que vas acumulando documentación. Llegó un momento en que tenía tanta información que lo más difícil fue determinar qué no meter en la novela. Hace unos dos años, abrí la carpeta donde tenía toda la documentación, volví a repasarla y me dije que seguramente era el momento de escribirla. Pero mientras no entendí el papel que jugaban las mujeres, no tuve la novela en la cabeza.

-¿Con tantos personajes masculinos, por qué son tan importantes para la historia?

-Casi toda la documentación que iba recogiendo, sobre todo la escrita, hablaba de los personajes masculinos, que son los protagonistas: el asesino, el verdugo, el fraile confesor, el abogado, el juez, el fiscal, pero en esta historia los femeninos son fundamentales y la documentación que tenía sobre ellos era muy escasa y casi toda venía del relato oral. Cuando entendí la verdadera importancia que tenían las mujeres y en concreto la muerta, Manulina, entendí que ya estaba la novela lista para ser escrita.

-Manulina es una avanzada en su tiempo, una mujer que lucha por ser libre.

-Su personaje me parece extraordinario. A pesar de ser una mujer rural, es casi una subversiva, es la que transgrede la norma establecida de que la mujer tiene que ser de una determinada manera, no es que sea una revolucionaria, pero entiende que puede haber una vida mejor fuera del pueblo, intenta convencer al marido y de alguna manera lo consigue. Él prueba, se va a la emigración, no sale bien y en esa salida y esa vuelta lo que pudiera haber entre ellos, que lo había, se rompe y de ahí viene todo el drama.

-¿Pensó desde el principio en una estructura de crónica periodística?

-Me pasó una cosa muy curiosa. Generalmente, antes de escribir una novela ya tengo el título, aquí no. Terminé la primera redacción y no lo tenía. Por la estructura que le di, en forma de diario el primer y el último capítulo, de relato más detallado el segundo y, el tercero, casi periodístico, con ese Ramón Torre, personaje histórico, periodista que existió, entendí que era una crónica y que como tal, en el título tendría que figurar esa palabra. Dándole vueltas y un poco por casualidad encontré esa cita de Shakespeare que pongo al principio y me pareció que esa luz y esa sombra se ajustaban muy bien a lo que tenía que ser el título porque reflejaba la dualidad que se da a lo largo de toda ella. La luz que representa Manulina, la sombra que representa Concha, pero además creo que la novela se construye toda sobre dualidades, lo rural frente a lo urbano, la violencia frente a la compasión, hay una serie de dualidades que se pueden resumir en luz y sombra.

-Gancedo comete un crimen horrible, pero su ejecución mueve a la compasión. Al fondo está también el debate sobre la pena de muerte.

-Hay dos crímenes. Por una parte está el suyo, el que lo termina condenando a morir. Y, por otra, el crimen social, el eterno dilema de si tiene sentido la pena de muerte. En la novela se refleja bastante bien cómo la misma sociedad a la que le parece poco que haya sólo una pena de muerte y no se condene a la madre de él y a la amante al garrote vil, es la misma que después pide clemencia y el indulto.

-Parece haber cuidado mucho la historia. ¿Ha sido fácil documentarse?

-Me preocupé mucho de no cometer errores históricos, es un periodo que está tan cerca de nosotros que da la impresión de que se parece mucho a nuestro tiempo pero, por otra parte, es casi medieval. Desde cómo se viajaba de Oviedo a Tineo, a otros datos, todos muy documentados. Para mí fue una sorpresa descubrir bastantes cosas, desde ese alegato contra la pena de muerte de Adeflor a que ya entonces existiese el jurado popular.

-Utiliza un asturiano depurado y muy bello. ¿Asturiano occidental?

-Escribo en asturiano, ni normativo ni académico ni occidental ni de Tuña, intento escribir en asturiano para dar verosimilitud a los diálogos de los personajes, que hablan como lo harían en aquella época en La Zorera. Hoy en día, hay una serie de autores, narradores, poetas, gente que escribe teatro que, desde mi punto de vista, conseguimos ofrecer a la sociedad un asturiano común, basado en la oralidad pero depurado y enriquecido con toda la tradición literaria y todo el conocimiento y la precisión lingüística que los últimos cuarenta años de estudios asturianistas ponen a nuestra disposición.

-¿Por qué cuesta tanto trasladar la calidad y vitalidad de la literatura en asturiano al lector?

-Tengo la impresión de que los asturianos no tienen interés por la cultura en general, no sólo la que se hace en asturiano, y creo que sería el momento de pararse a pensar en lo que queremos hacer con lo nuestro y darle un giro, que deberían dar las instituciones públicas pero también las privadas. Seguramente es que los asturianos somos así.

Compartir el artículo

stats