La hermana de Juan Cueto, María del Socorro, recordó para LA NUEVA ESPAÑA una de sus facetas más desconocidas: la infancia. "Era bueno, inteligente. Leía, leía, leía. Era muy protector conmigo. Siempre conseguía premios extraordinarios en el colegio. Recuerdo que nos subíamos a un cajón en la calle Marqués de Santa Cruz, donde había un cine, para escuchar el sonido de las películas. Éramos muy diferentes de carácter".

Los cuñados de Juan Cueto Marisa y Alfonso Fernández-Corugedo, y la esposa de éste, Manuela Fernández, también ponderaban la talla humana del fallecido, al igual que Ignacio Quintana, exsubsecretario del Ministerio de Cultura y que conocía a Cueto ya desde los tiempos en que empezaron a estudiar Derecho. En la misma clase. "Era un hombre de una potencia intelectual inmensa. Luego coincidimos también haciendo la mili en Monte La Reina, nos recuerdo tomando al asalto un castillo en el que supuestamente estaba el enemigo". "Me pregunto qué pasará ahora con su impresionante biblioteca", dijo.

Luego, la sala de ceremonias acogió unas palabras sobre el fallecido a petición de Ana Cueto. Juan Luis Rodríguez-Vigil fue el primero en destacar, "desde el afecto y el cariño", el papel de Juan Cueto en el mundo de la cultura e hizo un llamamiento para que su legado "no se pierda en el olvido y que la gente joven pueda conocer a uno de los pensadores más importantes que ha tenido España". Otro expresidente y escritor, Pedro de Silva, recordó que había llegado un poco tarde a recibir el "efecto fertilizante" de Juan Cueto, pero después "en momentos importantes siempre estaba ahí para recibir el empujón intelectual que necesitaba". Destacó la confluencia de "rigor intelectual y diversión" como "idea de vida" y evocó una anécdota elocuente: cuando ganó el PSOE en 1982, el ministro Javier Solana le dijo a De Silva que le preguntara a Cueto dónde quería colocarse. Así lo hizo y Cueto pidió dos cosas: "Una colaboración semanal en algún medio por la que le pagaran 15.000 pesetas al mes y el carné de conducir. Solana me dijo que lo primero se podía conseguir. Lo segundo, no". Quizá Cueto introdujo la segunda e imposible propuesta para mantenerse al margen, sin afiliaciones que dañaran su libertad de pensamiento y su compromiso: "Juan Cueto Alas era la sociedad civil". De Silva dibujó a un hombre "con muchos dones que nos dejaba atrás a todos a la hora de capturar los tiempos en tiempo real. Nos los traducía y cuando nos poníamos al día, él ya estaba en otra parte. Fue el mejor de una gran generación de talentos, pero por delante de todas las cosas destaco su enorme generosidad. Imposible no hacer mención a la grandeza de su corazón". Una bondad natural que el escritor Miguel Barrero también subrayó al tiempo que le comparaba con Jovellanos y Clarín.