Asturias mantiene sus tradiciones. Incluso en pleno estado de alarma y con orden de aislamiento sigue siendo posible comerse un cachopo, unos escalopines al Cabrales o un plato de patatas fritas con huevos y picadillo.

Los establecimientos hosteleros están obligados a permanecer cerrados pero sí que pueden, con las oportunas medidas de seguridad sanitaria, hacer entregas a domicilio. Varios restaurantes asturianos, que ya tenían este servicio han decidido mantenerlo por dos motivos, el primero para intentar paliar el desastre económico que supone el cierre y por otro para ofrecer un servicio a los ciudadanos, tanto alimentario como de lucha contra el tedio. Las multinacionales de la comida rápida han anunciado que cierran todos los restaurantes propios, no los que sean franquicia, pero algunos pequeños restaurantes mantienen la actividad.

Severino del Oso es el propietario de la cervecería "La del medio", en la calle Alejandro Casona, son especialistas en comida americana y asturiana. Ha cerrado los dos locales que tiene en la zona cumpliendo de este modo la orden del Gobierno central, pero en uno de ellos mantienen la actividad a puerta cerrada para atender el servicio a domicilio. Las cosas han cambiado, explica Del Oso, los cocineros ya hacían su trabajo con guantes pero ahora han añadido las mascarillas. Entre repartidores y cocina no hay ningún tipo de contacto y desde luego nadie entra en el local. Reciben los pedidos por plataformas digitales, por internet o por teléfono.

"Lo ideal es que el pago se haga a través de esas plataformas pero en caso de que sea en metálico no mantenemos ningún contacto con el cliente", explica el propietario, que también ejerce de repartidor. "El repartidor, que va en moto, lleva el casco cerrado en todo momento, deja el pedido en el felpudo, pica a la puerta para que sepan que está allí y se va", explica. En caso de que el pago sea en metálico "se habla antes con el cliente para que nos diga con cuanto nos va a pagar y así poder llevar la vuelta justa, él deja el dinero a la puerta, nosotros la comida y la vuelta y nos vamos", dice el empresario.

Juanjo Cima es otro de los hosteleros ovetenses que quieren que la cuarentena sea más llevadera. Ha cerrado sus dos establecimientos pero mantiene en funcionamiento el local del Postigo desde el que desde hace tres años realiza sus entregas a domicilio. Ese trabajo se ha reorganizado. Una persona atiende al teléfono y los pedidos por internet, los cocineros elaboran los platos, especialmente sus famosos cachopos de Las Tablas del Campilllín, completamente aislados del resto de los trabajadores. Todo se hace sin contacto. El cocinero prepara los platos, otra persona las empaqueta y el motorista lo coge y lo traslada. Cada vez que se da uno de estos pasos, los participantes se desinfectan las manos.

Al llegar al domicilio, el procedimiento es el mismo, llaman al timbre y dejan la comida a la puerta para que la recoja el cliente.

Los dos empresarios destacan que cuentan con todos los permisos, cumplen con todas las medidas de seguridad sanitaria y por el momento no han notado ningún problema de abastecimiento. Además, señala Cima, "hacemos un control todas las mañanas y mantenemos un control todas las mañanas por si alguno de los trabajadores tiene algún tipo de síntoma para que se quede en casa".

La clientela es muchísimo menor de lo habitual y los empresarios no cubren gastos pero creen que parte de su labor social es mantener esa sensación de normalidad que puede ser comerse un cachopo, aunque sea en casa.