Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Una exposición en Alcalá de Henares mostrará desde enero el universo artístico del pintor criado en Asturias, a los veinte años de su muerte

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero / Alicia Vallina

Alicia Vallina Vallina

Alicia Vallina Vallina

El 20.º aniversario del fallecimiento de Eduardo Úrculo es solo una excusa para celebrar su obra. Un auténtico viaje que discurre a través de la provocación de lo imaginario, de un universo estético en tránsito, siempre dialogando con la propia vida. El artista es un espectador de la existencia a la que contempla desde el clasicismo academicista de lo sugerido. Su viaje es un enigma, un nuevo modo de percibir las cosas, un secreto misterioso y hedonista que transita desde el expresionismo, pasando por la abstracción hasta el pop, combinando técnicas y narraciones con la misma libertad que un espectador anónimo.

Alcalá de Henares, cuna del gran Miguel de Cervantes, literato universal que siempre defendía que "quien no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa" (algo que jamás le ocurrió a nuestro protagonista) recoge, desde el 19 de enero hasta el 9 de abril de 2023, en el antiguo hospital de finales del siglo XIII de Santa María la Rica, una excelsa exposición homenaje a Eduardo Úrculo. Las 57 obras procedentes de colecciones particulares que conforman este singular universo narrativo, recorren la trayectoria del artista vizcaíno, criado en Asturias y a la que recompensó con creces las posibilidades que siempre le ofreció esta tierra generosa.

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero / Alicia Vallina

En tres áreas expositivas, Úrculo se nos muestra generoso y entregado, a veces hermético y otras comprensible, transitando desde el oscurantismo expresionista y de denuncia social en el que sus mujeres de pueblo gritan el dolor de la tierra yerma y la soledad angustiosa de la miseria, pasando por la sexualidad erótica de sus traseros a la luz de la luna, de sus mujeres sin rostro que disfrutan de placeres tan prohibidos como mundanos, hasta convertirse en ese viajero que transita en medio del caos de la ciudad, entre maletas, zapatos, paraguas y sombreros que le instalan en la liviana modernidad.

El artista se convierte en un testigo del casticismo de lo popular, del dolor y del sufrimiento, de la metáfora de la vida. Úrculo es un salvaje, un "bon vivant" anárquico que deja de preocuparse por los contratiempos y disfruta del viaje. Un viajero que discurre ligero para que la vida escape de él y se muestre sin prejuicios ni estrecheces. Porque su cabeza ha visto la luna brillar, ha descansado sobre almohadas mullidas y ha gozado del placer de la belleza. Solo los que vagan encuentran caminos y Úrculo ha huido de la mortalidad para demostrar que la aventura merece la pena.

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero / Alicia Vallina

La sexualidad, el cuerpo, la liberación de uno mismo a través del otro son la esencia de la etapa pop de Úrculo. Una descripción del deseo, del erotismo, incluso de la inmoralidad, a través del anonimato. La ausencia de rostros otorga a sus personajes la libertad de contemplar y ser vistos. A veces se esconden, otras se muestran presas del deseo, pues es insaciable su pasión por la aventura, por ese viaje enigmático y paranoico hacia ningún lugar y hacia todos. Nuestras miradas convencionales su ruborizan, se exaltan, se retiran presas de un sentimiento evidente de intrusismo en el ámbito de la privacidad más individualizada. Es el artista quien desvela y revela su pecado, quien disfruta del escaparate de lo prohibido y quien abre las puertas a la tolerancia para que gocemos como él del aroma de lo común.

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero / Alicia Vallina

El viajero se acompaña de su equipaje: maletas, zapatos, sombreros, chaquetas, consagradas a través del bronce escultórico y la pureza de líneas de la obra gráfica del artista. Incluso este llega a retratarse a sí mismo, siempre de espaldas, anónimo en medio de la ciudad o de los tubos coloristas de pintura. Es en esta temática en la que Úrculo se consagra, en la que se vuelve un incombustible buscador de caminos y sendas inexploradas, de experiencias vitales únicas y conmovedoras. Quizá su vida siempre cupo en una maleta consciente de que las disyuntivas no hacen el camino sino al hombre. Incluso hay sitio para disfrutar de unos hoyos de golf en solitario o en compañía, en situaciones de cosmopolita placer que describen el acontecimiento en un espacio de ocio.

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero / Alicia Vallina

Úrculo es, quizá, un viajero desengañado que trata de encontrarse a sí mismo, y a sí vuelve una y otra vez a través de la melancolía de sus composiciones, marcadas por una soledad buscada. Atrapa las cosas, se empapa de ellas y existe en torno a ellas. Las capta y recrea a través de su lenguaje genuino, integrándolas y convirtiéndolas en su modo propio de concebir el arte. Solitario, sexual, impaciente, directo y siempre abierto al mundo, combina Úrculo la intensidad del color con la callada sensibilidad del pensamiento. Rebosante de exotismo y admirador acérrimo de Edward Hooper y de Salvador Dalí, no tiene miedo de la perfección porque sabe que esta no está al alcance del ser humano. Pinta lo que no puede expresar con el lenguaje de la palabra, impresiones íntimas de lo humano, influencias reales de sí mismo, intromisiones enérgicas de la ciudad en el lienzo. Así, el artista se maravilla con la simpleza de la cotidianidad y viaja generoso y libre con el equipaje de su memoria. Y Asturias siempre presente en las arquitecturas populares ovetenses, en la figura de Pelayo coronado rey acompañando al solitario y triste hombre de campo, en las estructuras de una ciudad geométrica y violentada por la profusión de lo escenográfico.

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero

Eduardo Úrculo: el enigma del viajero / Alicia Vallina

Úrculo, presente siempre entre los refinados gustos del coleccionismo privado y cotizado al alza en las casas de subastas, fue un cultivador del espacio, de la línea, del cuerpo, de la sensualidad fría y agitada y de la intensidad del goce de la vida. Celebrémosle, pues, como a un artista genuino, ambicioso con los pinceles y creador de mundos implacables y mortíferos, dulces y luminosos, a través de los que viajó siempre con maleta y sombrero dejándose golpear por la intensidad del viento norteño.

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