Entrevista | Celestino Varela Director general y artístico de la Ópera de Oviedo

"El Principado tiene que sentir la ópera como parte de la marca Asturias"

"Oviedo puede y debe dar un paso adelante y apostar por convertirse en una de las capitales europeas de la cultura; hay que ser valientes y dar ese paso"

Celestino Varela, director de la Ópera de Oviedo: "En el reparto de las ayudas se trata a Asturias como si fuera de otra categoría"

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VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Fernando Rodríguez

Franco Torre

Franco Torre

Celestino Varela (Avilés, 1971) es desde 2019 el director general y artístico de la Fundación Ópera de Oviedo. Recién finalizada la 75.ª temporada, Varela se reúne con LA NUEVA ESPAÑA para analizar los resultados y esbozar las líneas maestras de la entidad cara al futuro.

-Acaba de cerrar la temporada, ¿balance?

-Estamos muy contentos. Llevó mucho trabajo pero lo afrontamos con mucha ilusión, ya desde el mes de junio, cuando comenzamos con un ciclo de conferencias en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Luego tuvimos la exposición de Trascorrales, por la que pasaron casi 11.000 personas, y la entrega de la Medalla de Oro de Oviedo. Fue una temporada con muchas cosas muy emotivas, sin ir más lejos con ese estreno de «La dama del alba». Y luego, lo que es la temporada en sí, pues como tratamos que siempre sea. Con variedad de títulos, de propuestas, con algunas controvertidas como pudo ser «Don Giovanni» y con descubrimientos como fue, para mucha gente, «Hamlet». Hubo estrenos pero también ese toque tradicional con «Ernani», con la primacía de las voces, que disfrutamos ahora al final. Una temporada que ha tenido de todo, pero que nos ha llevado mucho trabajo: llegamos al final cansados pero muy contentos. Y pensando ya en la siguiente, que seguiremos con el 75.º aniversario, que va a ser la traca final.

-¿Y van a desarrollar tanta actividad?

-Igual es un poco más tranquila, porque no hay tanta producción nueva. Viene todo de alquileres o coproducciones ya hechas, como la de «Manon» que se estrenó en Chile, lo que facilita mucho el trabajo.

-Esta última temporada hubo tres estrenos de producciones propias, ¿hasta qué punto complica eso el trabajo de la Fundación? No deja de ser un reto

-Lo primero, en un momento de tanta incertidumbre internacional con la guerra era una apuesta por lo de aquí, por invertir en técnicos y talleres de producción españoles, que la gente lo agradece mucho. También nos permitía abaratar costes de traslados, que se dispararon tras el inicio de la guerra de Ucrania. Pero es verdad que supone un esfuerzo muy grande porque parece que no pero al final los talleres de construcción y de confección de vestuario han funcionado también: los musicales de Gran Vía o las producciones de zarzuela siguen funcionando, todo el mundo tira de ellos y si los pedidos entran un poco más tarde puede afectar, además de que los presupuestos se revisan cada diez días en un escenario como este, porque todo sube, desde las telas hasta los clavos. Luego tiene que llegar todo aquí, montarlo… han sido meses de mucha efervescencia, de mucha actividad y mucho movimiento. Pero al final eso es trabajo y es generar riqueza. Cuando hablamos de la industria cultural, pues es eso. Y sí, la gente acaba cansada, pero acaba cansada por sudar la camiseta, no por estar en la cola del INEM cubriendo formularios. Cansados pero contentos, igual que cuando abrimos en pandemia. Lo importante es que el teatro tenga actividad y esa es una imagen que, al igual que cuando abrimos en pandemia, es una imagen que nuestra región es importante que mande hoy por hoy: hay actividad, hay movimiento.

-Hablaba de la polémica de «Don Giovanni», ¿tiene la sensación de que esa obra tendrá recorrido, que la pondrán vender?

-Justo esta semana mandamos el vídeo a Suecia, a un teatro que va a estudiar si la hace o no la hace. A la directora de escena, Marta Eguilior, que acaba de estrenar un «Cosí fan tutte» en Bilbao, después de estar aquí le han ofrecido «Carmen» en Lieja. Y esa visita a Lieja hace un par de meses, donde yo coincidí con ella, le sirvió para conocer a Cecilia Bartoli, que le ha pedido que le mande cosas para ver si hay oportunidad de colaborar en la Ópera de Montecarlo, que Bartoli ha empezado ahora a dirigir. Son propuestas controvertidas, sí, pero pasa por escuchar, por ver lo que piensan los jóvenes con títulos de más de 200 años. Oviedo también tiene que dar oportunidad a esa generación. Que ha habido cosas que quizás han chocado y que no es habitual verlas en un teatro de ópera, pues sí, estoy de acuerdo. Pero también ha habido mucha gente a la que le ha gustado esa aproximación. Igual que hay espacio para lo tradicional tiene que haber espacio para estas propuestas. Y con «Don Giovanni» se generó debate, que siempre es bueno.

-¿Cree que se puede revalorizar esta producción a futuro?

-Es que es el mismo lenguaje que se maneja en Europa. En un sitio como Bayreuth no se concibe un Wagner con armaduras y espadas. Ya se ha visto de todo allí, hasta ratones personificados en escena. Hay determinados lenguajes que van calando poco a poco. La música ya está escrita, y el libreto, pero el lenguaje de la escena lleva muchos años revisándose, incluso en la propia casa de Wagner, donde ha habido ya muchas polémicas.

-¿Usted con qué momento de la temporada se queda?

-Yo con «Hamlet», porque después de abarcar las tres producciones nuevas, el feedback que teníamos con esa obra, con mucha gente descubriendo una obra nueva, con ese reconocimiento al trabajazo de David Menéndez y Sara Blanch, y con el impás de Navidades para respirar un poco tras todo ese esfuerzo, pues fue como un punto de llegada en mitad de la temporada, ya pasado el ecuador, que nos cargó las baterías mucho.

-¿Cómo afronta una nueva temporada con siete títulos?

-Sí, siete títulos. Es la primera vez que se hace en la temporada, con esos dos programas dobles. Pero otra vez la afrontamos con muchísima ilusión, y tratando de colocar de alguna manera desde nuestra trinchera Asturias como reclamo. Creo que estamos esperando todos por fin esa conexión ferroviaria para que gane más presencia Asturias. Y nosotros, desde nuestra parcela, tratando de hace que la región brille.

-Los programas dobles están ganando presencia en estas últimas temporadas. ¿Hay demanda, funcionan bien? Porque no dejan de ser una complicación.

-Es una complicación porque generalmente llevan más profesionales, más artistas… Pero creo que sirven o para confrontar dos obras de autores distintos, o para confrontar dos obras distintas del mismo autos —como será en este caso Puccini, tan querido aquí en Oviedo, con «Il tabarro» y «Gianni Schicchi»—. En todo caso, son retos. Y en el caso de esta temporada nos hace mucha ilusión esa propuesta doble con «Goyescas» y «El retablo de Maese Pedro», porque al final se trata de subir al escenario al mismo tiempo a Granados y Falla, pero también a Goya y a Cervantes. Y de algún modo, Paco López, que es el director de escena, va a subir a Berlanga. Esa cultura española, hecha por gente de todas las regiones de España, y que un poco a veces los nacionalistas periféricos a veces niegan. Este programa surge un poco como homenaje a esa cultura española común y que además, esto es lo fuerte, muchas veces ha tenido que ir a refugiarse fuera de España. Porque somos así: hacemos cosas tan maravillosas todos juntos, pero a veces no creemos en ellas.

-¿Qué me puede adelantar, a nivel de nombres de esa próxima temporada?

-Hay que ser honestos y decir que grandes figuras no nos las podemos permitir. Tenemos que invertir en gente de casa y gente de fuera con una vinculación especial con la casa. Viene Sabina Puértolas, viene Celso Albelo, Roberto Scandiuzzi —un bajo de los míticos, italiano—, repite Juan Jesús (Rodríguez), repite Alejandro (Roy), Ekaterina Bakanova… Pero también los nuestros: Jorge Rodríguez-Norton, Beatriz Díaz… Y para hacer Wagner traeremos especialistas, estamos cerrando aún algún nombre. Entre los directores, vendrán Christoph Gedschold, Óliver Díaz, el nuevo director de la OSPA, Nuno Coelho… Es a donde podemos llegar con lo que recibimos de ayudas públicas, con lo que podemos trabajar nuestra taquilla y todo el esfuerzo ímprobo y titánico con mecenas y empresas colaboradoras. Si quieres hacer un «Lohengrin» con 70 personas de coro no podemos traer a una primera figura mundial. No podemos dar pasos más allá de donde nos permite nuestra situación.

-¿Plantear ampliar los «Viernes de la Ópera»?

-Creo que estas dos temporadas del 75 aniversario, que son además las dos posteriores al covid, tienen que ser un poco las del esfuerzo de festejas pero también las de ver hasta qué punto nos ha pasado factura el covid. A partir de ahí me gustaría por lo menos pensar en que nos gustaría hacer un cuarto título con reparto joven para la septuagésimo séptima, la 24/25. Porque creo que es algo muy importante, es una manera de hacer nuevos públicos y de seguir ayudando a las nuevas generaciones de artistas.

-Otra vía para hacer nuevos públicos es esta colaboración con la Universidad de Oviedo para hacer ópera para niños.

-Lo primero de todo, tenemos que dar las gracias a la Universidad y sobre todo a Laura Miranda, que fue desde el principio la que creyó en el proyecto y ha sido el alma mater de esta iniciativa. Más allá de ese trabajo colaborativo con la Ópera de Oviedo, este es un trabajo ingrato porque se trata de sembrar. Cuando tiras las semillas no sabes si ahí va a salir algo o no va a salir nada. Hay que esperar tiempo, a veces bastante, pero es la única manera de hacer público del futuro. Queremos seguir trabajando en esta franja, con niños de edades tempranas, pero también queremos seguir con la siguiente, con un acuerdo que queremos cristalizar: a partir del próximo año queremos tener una compañía de ópera residente con la compañía «La Federica», la que hizo «La flauta mágica» producida y cantada por niños, y que ya prepara un «Gianni Schicchi», de nuevo hecho por niños y para niños. Y luego queremos hacer también algún espectáculo para un público más adulto, tenemos un proyecto para una colaboración con Pachi Poncela, para ir un poco más a ese público tan difícil de la adolescencia, que cuesta tanto meterle en un teatro. Estamos pensando en alguna obra que no sea solo ópera, algo performativo con un guiño al género. Lo principal es que escuchen hablar de ópera dentro del teatro. Si un 5% de la gente que va vuelve de mayor al teatro, es un éxito impresionante.

-Esa compañía propia, ¿se orientará entonces específicamente para público joven?

-Es una propuesta que a mí me encanta. Es Maite García Heres la persona que capitaliza el proyecto, y plantea una línea muy directa de llegada a un público que va desde los 6-7 años hasta los 14. Es muy director porque no son adultos haciendo un programa pedagógico, un espectáculo para niños, sino que son los propios niños los que lo hacen. Eso capta la atención del niño de una manera formidable, lo hemos visto estos dos años con «La flauta mágica»: el que el niño vea a otro niño encima del escenario le está mandando además un mensaje de que «igual yo podría estar ahí, igual yo lo podría hacer». Para mí es un descubrimiento y por eso queremos firmar un convenio con «La Federica», quizás por tres temporadas, para que a partir de ahora cada temporada, uno de los títulos tenga una versión para niños. Pero todo: músicos niños, regidores, vestuario… ellos se lo hacen y se lo guisan todo, con ayuda de los padres y de algún profesional como puede ser Susana de Dios.

-El Ayuntamiento ha ayudado a la Ópera con una aportación extraordinaria, el Principado un poquito menos, aunque ha consolidado la subvención anual en 200.000 euros. ¿Usted cómo ve esa comparativa de esfuerzos?

-Lo primero de todo quiero agradecer el apoyo del Ayuntamiento, sobre todo con esa aportación extraordinaria de 300.000 euros. Pero creo que el Ayuntamiento tiene que pensar un poco en dar un paso arriba. Tiene una gran oportunidad de ponerse en la Champions League de las ciudades culturales europeas, hay que ser valientes y tienen que darlo. Y no hablo solo de aportaciones económicas: hablo de encarar la reforma del teatro Campoamor, y de invertir más en su oferta cultural y hacerlo de una manera seria. Querer subir al máximo, creo que le falta por dar ese paso y lo puede dar.

-¿Y el Principado?

-Creo que poco a poco va dándose cuenta de lo que supone la temporada para Asturias, porque la ópera se hace en Oviedo pero es la ópera de toda Asturias. Agradecemos que se haya consolidado la ayuda en 200.000 euros pero entendemos que tiene que subir. Hay comunidades vecinas donde hay más administraciones, como puede ser el País Vasco con la diputación de Vizcaya, que complementan un poco la ayuda autonómica. Creo que el Principado tiene que creer, también, que el futuro de la región pasa por esto, más allá de que siempre ponemos el foco en el tema de la industria cultural: nosotros generamos riqueza, a través del 50% del IVA y el 50% del IRPF damos al Principado más de lo que el Principado nos da a nosotros. Eso tiene que hacerle creer más en este proyecto y que lo sienta como parte de la marca Asturias, que no sea solo una percepción del Ayuntamiento de Oviedo. Nosotros creemos que esta es la ópera de todos los asturianos.

-Hay gente que piensa que esta posición del Principado respecto a la ópera tiene que ver con un problema de prejuicio ideológico. ¿Cree que es así?

-Yo siempre pongo el mismo ejemplo, que soy yo mismo. Mis abuelos, por ambas partes, son mineros. Mi padre trabajó en la mina hasta «la Huelgona», y luego se fue a Ensidesa, por eso yo nací en Avilés, que si no hubiese nacido en Murias, seguramente. Ya está bien de asociar la ópera a una ideología o una clase social. No podemos seguir así, Asturias necesita pasar muchas páginas. Porque si no, no vamos a poder ver el futuro con el realismo que lo tenemos que ver. Y en lo cultural, una de las páginas que tenemos que pasar es el de colgarle a la ópera el sambenito de elitista.

-Los pateos al asturiano, a la locución del asturiano, persisten en algunas funciones, principalmente en la primera. ¿Usted cómo los vive?

-Es un tema complejo. Lo primero de todo es que lo triste es que todo se politice. Creo que si hubiese un clamor enorme en Asturias con el asturiano, ese clamor ya se hubiese traducido en una cooficialidad. Creo que hasta el momento no lo hay, y digo esto como asturiano, no como director de la ópera. Creo que la gente necesita todavía un tiempo. Pero insisto, me entristece que todo se politice. Yo viví en el País Vasco y en Barcelona y me da mucho miedo que se politice hasta tal punto que aparezcan los guardianes de la ortodoxia, que digan quién es el bueno y quién es el malo. Creo que cada uno tiene que ejercer su asturianía desde la libertad, y a mí me gusta la fabada que hacía mi madre o mi güela, no la de lata. Las primeras letras que memoricé son de «Ayer y güei», de «Nuberu».

-Con una consejería que ha hecho del asturiano bandera, ¿esos pateos os pueden haber perjudicado?

-No. A ver, lo primero que la locución que se escucha depende del Ayuntamiento, no de la Ópera de Oviedo. El Ayuntamiento ha sido valiente y no lo ha suprimido, y para nosotros es importante que esté, entiendo que no debería de ofender a nadie. Es muy triste cómo al final todo se mezcla con la política. 

-Han hecho una ópera asturiana, con artistas, director y compositor asturianos. Si el libreto hubiese estado en asturiano, ¿podría haber ayudado a que esta consejería entendiese el valor de la Ópera de Oviedo?

-No, creo que no tiene tanto que ver. Estamos muy agradecidos al equipo de Berta Piñán, que junto con Pablo León han sido dos personas muy cercanas, muy accesibles y muy sensibles con la temporada. Creo que van en la buena dirección y han dado pasos, no creo que por hacer «La dama del alba» en asturiano nos hubiesen ayudado más. Y es una obra que es tan de aquí como si hubiese estado cantada en asturiano, es lo mismo. Aquí creo que no pasa como en el País Vasco o Cataluña, donde hay gente que tiene una sola identidad. Aquí, decir «asturiano» es decir «español», creo que no se puede desgajar.

-El problema que tenemos con las comunicaciones, ¿es un handicap muy grande para captar nuevos públicos?  

-Yo creo que la variante es una cosa histórica. A veces lo hablo con cantantes como Celso Albelo, de Tenerife, o Pedro Orfila, de Menorca, y a veces les digo que tienen más vuelos ellos con Madrid que Asturias, están mejor comunicados siendo insulares que nosotros. Se va a poner fin, por fin, a una situación que Asturias ha padecido históricamente, y ya era hora. Todo esto tiene que ayudar. El Principado tiene que estar preparado, es una oportunidad histórica para Asturias. Nos va a acercar al resto del país y tenemos que estar preparados: no puede pillarnos el tren. El confinamiento hizo que mucha gente se fijase en Asturias para pasar días o incluso para vivir, pero yo vivo en una zona rural y puedo decir que hay aún mucho por hacer: no hay internet en muchos sitios, hay caminos intransitables y la burocracia es insoportable para ciertas cosas. ¡Si lo sabré yo, que acabo de arreglar el hórreo! No puede ser, todo es un muro. 

-¿Cómo va el proyecto de hacer presentaciones fuera para captar público de otras regiones?

-Este año queremos volver a León e ir a Santander, también nos apetece hacer algo en La Coruña o Santiago. Y queremos ir a Madrid: la Fundación María Cristina Masaveu Peterson nos ofreció su sede en Madrid para una presentación y nos encantaría, es un sueño. Con el AVE tendría todo el sentido del mundo. Y cuando alguien viene a ver ópera a Oviedo, al día siguiente puede ir a tomar una sidra a Cimadevilla, a ver el Niemeyer o a visitar Tazones. Tenemos tal potencial y somos tan pequeños que cuando uno viene a pasar un día a Oviedo puede visitar otras cosas.

-El público cántabro está en disputa entre Oviedo y Bilbao, ¿lo siente así?

-Es una competencia sana, y sobre todo con Bilbao con la que trabajamos en coproducciones. Hay muy buena unión. Hay público que puede ir a Bilbao, están muy cerca, pero tenemos muchos alicientes. En Oviedo tenemos una Catedral, un Museo de Bellas Artes y un Arqueológico que no tienen nada que envidiar a los grandes centros culturales del resto de España.

-El Gobierno central ha reforzado de forma extraordinaria, y por cuestiones políticas, la ayuda a varias temporadas de Ópera, entre ellas Bilbao. ¿Es un agravio comparativo?

-Lo primero de todo, nos alegra que a teatros hermanos se le suba la asignación, porque el beneficiado es el género, la cultura en general y el público. Por otro lado, esto solo ocurre por un tema político. Hay gente que juega sus cartas en Madrid y barren para sus comunidades, y hacen lo que tienen que hacer. Ya que nos dedicamos a la voz, nos gustaría que nuestra voz se amplificase mucho más en Madrid. Tal vez el peso político de Asturias en Madrid es mucho menor que el de otras Comunidades Autónomas, pero cuando esas comunidades hablan de «deuda histórica», la que tienen con Asturias es muy grande por parte de toda España. Cuando el carbón de Asturias iba para el País Vasco y la que medraba era la burguesía vasca, o cuando la chapa de Ensidesa iba para la industria del automóvil en Cataluña y medraba la burguesía catalana, hablábamos de épocas en las que tal vez la remuneración de los trabajadores de estas industrias no era como la de ahora. Cohesionar un país sirve para curar agravios y para compensar que en un momento determinado haya una región que esté un poquito más atrás. Lo tiene que corregir el Gobierno del Estado, y queremos que la voz de Asturias en Madrid sea más fuerte, independientemente de colores políticos o del partido que esté en el Gobierno. Adrián Barbón es una persona muy sensible, cuando era alcalde de Laviana venía aquí y sabe lo que hace esta Temporada de Ópera. Pero necesitamos una voz, de la ópera y de toda Asturias, que resuene y retumbe en Madrid.

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