Siempre fue así. El poder de cualquier tipo se ejerce sobre los cuerpos, y si no es así, no es tal poder. Desde las tempranas manifestaciones de humanidad investigadas por la antropología a los análisis sociopolíticos de los modernos y actuales Estados, pasando por cualquier episodio que pueda llamarse histórico: O haces con tu cuerpo esto o lo otro por la buenas o lo haces por las malas, esto es, o te mato. Menos el pensamiento silencioso de tu propia conciencia, lo demás, incluidas las manifestaciones verbales, son del poder. Para ejercerse, consolidarse o perpetuarse, sea en la física de las guerras o en el control ideológico. Siempre biopolítica.

De ahí que cualquier oposición al poder, sea revolución violenta de masas o individualismo anarco-católico, se concreta en el dirección que toma el cuerpo del opositor, hacia dónde va ese cuerpo, ese bulto.

Cuando en Google animan a la libre expresión de ideas, incluso políticas, por parte de sus empleados bajo pretexto de que tal clima es beneficioso para la compañía, nadie puede creer, ingenuamente, que se trata de la República de la Libertad: el poder te observa. Y si es su voluntad, aleja el cuerpo disidente del grupo sobre el cual domina de la forma más apropiada: en Google con un despido laboral. Si le pasa en Asturias igual le apedrea en los puertos la parda jauría.

En este caso un empleado manifestó ideas contrarias a las de la dirección en un tema que se ha convertido en una consigna política de primer orden: la cuestión feminista. Y el empleado aludió a uno de los puntos centrales de ese debate. ¿La diversidad de roles sociales entre hombre y mujer tiene que ver algo con la diversidad biológica sexual entre ellos? Desde luego es una pregunta legítima, cae totalmente dentro de lo que se discute. Sin embargo la respuesta oficial ya está dada en el momento actual: No. Y no se discuta más.

Si investigamos los argumentos aportados por los triunfantes partidarios de esta respuesta negativa encontramos de nuevo la espesa sombra del poder de largo alcance ideológico: somos entes vivos incorpóreos democráticos occidentales libremente autoconstituidos cuyo olímpico destino es ser felices en los Campos Elíseos del consumo.

Mientras tanto nuestros cuerpos obedecen trabajando o haciendo cola en el paro (glup, James), la clínica abortiva o el supermercado. En espera de la cola inexorable de la residencia sanitaria o geriátrica. Menos mal que la muerte nos revela por fin la verdad, ayudada por su heraldo el sufrimiento. Quizá hoy día sean los únicos maestros que quedan de la humanidad puesto que ya la Ciencia, la Filosofía y la Religión han sido vencidas en Europa y, si caen en Europa, ¿Quién las levantará?