El pasado domingo, el Auditorio Príncipe Felipe acogía, por primera vez en su escenario, al reconocido violinista francés, D. Grimal. Su fulgurante carrera está marcada por un firme compromiso en la promoción de jóvenes talentos y en una erudición musical que le llevará en 2004 a fundar "Les Dissonances". Con esta agrupación, flexible en cuanto a sus componentes, desarrollará su idea de convertir cada interpretación en el fruto de una reflexión artística de carácter colectivo más que la visión personalista de los modelos convencionales de dirección orquestal. El resultado es siempre fresco y novedoso, configurando sonoridades de gran profundidad y flexibilidad dinámica. Conocer la obra y su contexto se convierte en una herramienta que D. Grimal utiliza para crear puentes estilísticos entre diferentes épocas y entre el músico y el público.

Los cuatro conciertos que conforman "Las cuatro estaciones" de A. Vivaldi son el referente que inspiraron directamente "Las estaciones porteñas" de A. Piazzola. Pero a diferencia de aquellas, donde la música busca describir la fuerza externa de la naturaleza del mundo que muestra todo su potencial a través de los ciclos de las estaciones, las de Piazzola son un viaje al interior del alma mediante de los estados de ánimo que Buenos Aires le produce. Un contraste que está en la esencia estilística del barroco y que Grimal desarrolló de manera magistral a lo largo de todo el concierto. A cada frase, propia del estilo "concertante" del barroco, le sigue su correspondiente repetición contrastada dinámicamente y en las que Grimal introdujo variaciones motívicas y expresivas de gran riqueza emocional. No ha de extrañarnos pues, la elección del arreglo realizado por el compositor ruso L. Desyatnikov, para orquesta de cuerda y violín solista, de la "Estaciones porteñas" en las que introdujo citas de las estaciones vivaldianas en una suerte de contraste astronómico al relacionar las estaciones del hemisferio norte con las correspondientes del hemisferio sur. Así el "Verano porteño" aparece jalonado de motivos musicales pertenecientes al "Invierno" de Vivaldi. Pero bajo la aparente idea de contraste utilizado en la alternancia de cada estación vivaldiana con las de Piazzola, Grimal aprovechó para ofrecer un concierto de carácter cíclico que parece haber buscado la reconciliación las dos naturalezas expuestas. Si "La Primavera" de Vivaldi abría el concierto, seguido del "Verano Porteño" fue "Primavera Porteña" la que lo cerró dejando atrás "El Invierno" de Vivaldi. Una inteligente disposición en la que se desplegó todo el potencial idiomático de la cuerda, exuberante y pulcra en el barroco y llena de alusiones tímbricas y efectos rítmicos dependientes del tango que domina toda la obra de Piazzola. Fue, no obstante, la riqueza del melodismo, en Vivaldi por su fuerza descriptiva, y en Piazzola por su fuerza evocadora de la ensoñación porteña, la que llevó a "Les Dissonances" y a Grimal a los momentos más álgidos del concierto, usando con verdadera maestría y delicadeza el "rubato" a comienzo y final de cada frase en los movimientos lentos. Si Grimal es el "ideólogo" de "Les Dissonances", sus componentes son la proyección de esa maestría, como el público pudo comprobar en el solo de chelo del "Otoño Porteño". Un equilibro entre los miembros de una agrupación que no siempre es fácil de encontrar.