La primera testigo de los Premios

"¡Nelsina, esto va a ser verdad!", le decían a la recepcionista del hotel de la Reconquista los promotores de la Fundación Príncipe de Asturias; era la génesis de unos galardones que hoy a Nelsa Seijo le parecen un milagro

Nelsa Seijo Álvarez

Nelsa Seijo Álvarez

A. Rubiera

A. Rubiera

Hubo un tiempo en que costaba llenar de público el teatro Campoamor para asistir a la ceremonia de entrega de los premios "Príncipe de Asturias". Así que las entradas se ofrecían en la misma recepción del hotel de la Reconquista a los clientes alojados. Y como ni así se llenaba, se recurría a la recién creada Asociación de Jóvenes Monárquicos de Oviedo para que, impecables vestidos de azul marino, rondaran por el teatro hasta que el sonido de la campanilla les advirtiera de que la ceremonia estaba a punto de comenzar. Entonces, raudos, entraban al patio de butacas y se sentaban allá donde vieran una silla vacía, para limitar el mal efecto que daban las "calvas" en la emisión televisiva.

En esos nuevos premios que llevaban el nombre del heredero a la Corona española, a los que acudía la Familia Real, hubo un tiempo en que "nadie sabía nada de protocolo, ni de cómo vestirse, ni de cómo colocar las banderas, ni de cómo ordenar a las autoridades...".

De todo eso se acuerda Nelsa Seijo Álvarez, testigo de privilegio de aquellos inicios. Habla de un tiempo donde en torno a la recién creada Fundación Príncipe de Asturias –cuya constitución oficial tuvo lugar en septiembre de 1980 en el hotel de la Reconquista y un año después ya se entregaron los primeros galardones– todo se hacía solo por entusiasmo. Como se acuerda de que, ni soñando mucho, se llegaba a vislumbrar lo que 43 ediciones después serían los premios.

Esos galardones imaginados ya se han otorgado a 452 premiados de 63 nacionalidades, han ejercido de jurado 1.150 personas y en 2004 lograban el reconocimiento de la Unesco que resaltó su excepcional aportación al Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Nelsa Seijo Álvarez. |

Juan Rulfo recoge su premio «Príncipe de Asturias» de las Letras, en 1983, de manos del Príncipe / LNE

Pero a primeros de los años 80 todo eso aún estaba por suceder. Y ahora, recién concluida la edición 43.º de los galardones y convocada la número 44.º –es la coletilla final con la que el Rey Felipe VI da por concluida la ceremonia en el Campoamor–, Nelsa Seijo sigue pensando cómo fue que se obró el milagro.

"La fundación se constituyó en 1980 y para entonces yo llevaba un tiempo trabajando en la recepción del hotel de la Reconquista. Era la única chica y siempre me gustó aprender de todo. Fue allí donde conocí y entablé una cordial relación con los periodistas Graciano García –primer director de la Fundación y gran impulsor de los galardones–, Faustino Álvarez, José Luis Balbín y otros más, pero sobre todo les tengo en mente ellos, a Graciano y a Faustino, dándole vueltas y montando en su cabeza el proyecto. Ambos salían de sus redacciones y tenían casi como segunda oficina el bar americano del Reconquista. Por eso ha habido siempre ese caminar conjunto de la Fundación y el Reconquista", explica.

Su sobrina la esperaba despierta para que le narrara todo lo que había vivido con las personalidades

Nelsa Seijo atiende gestiones de la Fundación mientras espera, de pie, Mario Vargas Llosa, premio de las Letras en 1986 / LNE

Recuerda "como si fuera hoy", cuando "Graciano me contaba lo que querían hacer y cómo aseguraba que por Asturias iban a pasar los mejores pensadores y las grandes personalidades del mundo. Les oía entusiasmada pero para mí era como si fabulase, como si estuviera oyendo algo irreal. Faustino me decía: ‘Nelsina, esto va a ser verdad’". Y vaya si lo fue.

"Ahora veo que esa idea que tenían llegó a ser lo que pretendían y mucho más, y siento una admiración enorme por lo que se ha hecho. No sé si la gente de Asturias lo tiene claro, pero esta iniciativa abrió Oviedo y la región al mundo. Hay que recordar cómo era aquella ciudad de Oviedo entonces. Era... la ciudad de ‘La Regenta’. Muy cerrada. ¿Turistas? Igual alguno interesado en el arte, en la catedral, poco más. Los clientes del hotel eran los ingenieros que venían a Ensidesa, a Uninsa... Pensar que Oviedo iba a estar lleno de guías por la zona antigua era imaginar lo inimaginable. Y a todo eso ayudaron los Premios", explica esta felguerina que desde los 18 años se asentó en la capital asturiana. "¿Quién iba a pensar que iba a pasear por Oviedo Meryl Streep, Umberto Eco, Liz Taylor, el arzobispo de Milán, que decían que iba a ser el futuro Papa, Nelson Mandela... Parece irreal, pero sucede", encadena.

El representante de las Comunidades Sefardíes, Solomon Gaón, tras recoger su premio de la Concordia en 1990

El representante de las Comunidades Sefardíes, Solomon Gaón, tras recoger su premio de la Concordia en 1990 / LNE

Y de todo eso Nelsa Seijo fue algo más que una recepcionista porque "como todo se organizaba en torno a nuestro hotel, colaborábamos en lo que surgía. Vimos la gestación, cómo iban sumándose patronos, cómo salían adelante los estatutos... Y, pasados un par de años del inicio de los premios, con Pedro Masaveu en la presidencia de la Fundación, me ofrecieron incorporarme para hacer el trabajo de organización que hasta entonces llevaba la escritora Ángeles Caso". Nelsa consultó con su hermana si debía meterse en semejante lío –que, claro está, debía de compaginar con su trabajo en el hotel– y acabó metida de hoz y coz en el barullo. "Había unas semanas en las que por la mañana trabajaba en el hotel y por la tarde me iba a la Fundación. No nos importaba trabajar 12 o 14 horas, era puro entusiasmo". Y ninguna tecnología ayudaba a esa intendencia: "todo a mano; hasta el fax llegó más tarde".

También fue Nelsa Seijo la que empezó a viajar a Madrid cuando el "tapón" que se organizaba en el aeropuerto de Asturias y en las oficinas –de invitados que llegaban al mismo tiempo y a los que había que entregar toda su documentación para el alojamiento y la participación en los actos– evidenciaba que la cosa iba creciendo mucho. "Entonces la Fundación decidió poner un chárter que salía de Madrid y volvía a Madrid a la hora que acabara todo. Pero antes, yo me pasaba 3 o 4 días desplazada en un hotel de Barajas para ir haciendo entrega de todo y organizando los viajes. Íbamos un señor de viajes El Corte Inglés, otra persona que se hacía cargo de las maletas y yo". Para entonces Nelsa ya tenía que pedirse una semana libre en la recepción y su turno lo hacía un compañero que esos días doblaba. "Siempre le estaré agradecida". Luego era a ella a la que le tocaba doblar.

Su sobrina la esperaba despierta para que le narrara todo lo que había vivido con las personalidades

Umberto Eco le firma un libro Nelsa Seijo, con el subdirector del Reconquista Bertrand Cantin detrás / LNE

De nuevo hace énfasis en la misma idea: "Era como si fuera un proyecto común y todos queríamos que saliera todo perfecto". Nadie escatimaba. Ni los republicanos. "Había una señora de la limpieza en el Reconquista que era muy de izquierdas. La ilusión que sentía de ver a Santiago Carrillo era enorme. Y esos días, claro, la provocábamos: ‘Este fin de semana no vienen los tuyos’, le decíamos. Y Ángeles contestaba: ‘Da igual, vien el mi neñu y yo a los neños los respeto mucho’".

Se refería al Príncipe Felipe, otro puntal de todo. "Todos hemos visto crecer al Rey y eso lo hacía muy especial. Lo mismo para mí que para muchos compañeros era ‘el chiquillo’. Si es que vino más joven que la hija...", desliza. Y según pasaban los años, el porte, el saber estar y la guapura de aquel "chiquillo" no hizo sino que sumar afición en torno a los premios. "Fue una gran idea, la de asociar a la monarquía con una cita importante en el ámbito de la cultura, la ciencia... y ahí creo que estaba también la gran cabeza del general Sabino Fernández-Campo", reflexiona Nelsa, que estuvo directamente ligada a la organización durante 12 años. Años en los que se puso las pilas en protocolo, en idiomas –ella partía de haber estudiado alemán– y en nuevas tecnologías, aunque solo fuera "para no tener que hacer a mano tantas invitaciones como teníamos que mandar".

Su sobrina la esperaba despierta para que le narrara todo lo que había vivido con las personalidades

Graciano García en el recibimiento a Ryszard Kapuściński / LNE

El día de la entrevista Nelsa Seijo lleva en la solapa un broche que representa un sol de plata. Se lo ha puesto expresamente porque también es un recuerdo de que ella fue testigo privilegiada de los Premios. "Me lo regaló Ryszard Kapucinski –periodista y escritor, premio de Comunicación y Humanidades en 2003–. Era un hombre encantador, una maravilla. Llegó a Oviedo casi una semana antes de los premios. Lo hacían algunos. Llegaban pronto y tenían muchos días en los que pasaban desapercibidos. Le interesaba muchísimo el mundo de los trabajadores y me pedía recomendaciones de sitios donde comer, pero que fueran locales de obreros. Era un amor de señor. Le recomendé un bar de Vallobín donde iban muchos trabajadores y también fue al Museo de la Minería. Era tan buena persona que cuando se marchó, entre todos los trabajadores de la recepción del Reconquista le compramos un regalo para que se lo llevara a su mujer".

Su sobrina la esperaba despierta para que le narrara todo lo que había vivido con las personalidades

Nelsa Seijo en su último día de trabajo en el Reconquista con sus compañeras Vanesa y Estefanía Ramos / LNE

Cuando el periodista volvió a Oviedo al año siguiente, llevaba dos joyas compradas en Varsovia para sus ángeles de la guarda en Oviedo. Una era Nelsa. Y que nadie espere muchos más regalos porque Nelsa Seijo solo quería de las celebridades fotos y autógrafos. Rúbricas para los libros que, invariablemente, se compraba de cada premiado. "Los premios me acercaron a muchos libros y autores que no había leído y siempre estaré agradecida por ello", dice la implicada. Más o menos lo mismo, pero en otro tono, se lo decía Balbín con guasa: "¡Nelsina ye la que más saca de todo esto!". Y se refería, precisamente, a la gran biblioteca que se estaba haciendo alentada por los premios.

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Nelsa Seijo no tiene hijos pero tiene unas sobrinas, Patricia y Beatriz, que han crecido y se ha educado inspiradas por los premios "Príncipe de Asturias" –hoy premios "Princesa"–. Inspiradas por todas las historias que su tía les contaba y que las acercaban a entender, siendo niñas, el prestigio de los visitantes a los que la hermana de su madre daba la bienvenida antes de recibir su galardón.

El orgullo que siente por ello está a la altura del que siente por su biblioteca. "Esos días de los premios mi sobrina Patricia le pedía a mi hermana que no la acostara hasta que yo no llegara. Quería que le narrara a quién había conocido, por qué les habían dado el premio, cómo eran... ella, que hoy es magistrada, ha vivido los premios desde antes de poder casi entenderlos". Un ejemplo: en 1990 el premio de Concordia se lo dieron a las Comunidades Sefardíes y Nelsa pudo contarle a su sobrina que eran unos señores "que llegaron en un vuelo privado a Madrid y luego a Asturias, porque en su mayoría eran ricachones de Manhattan cuyos antepasados tuvieron que salir de España hasta con las llaves de sus casas". Revolviendo estos días entre sus papeles y fotografías Nelsa se ha encontrado el dibujo que, tras aquella narración, le hizo la niña: "Se ve a unas figuras de judíos bajando de un avión, con la chequera saliendo del bolsillo y la llave de Toledo", cuenta entre risas. Esa niña cuando creció tuvo interés por los idiomas, por la cultura, por conocer otros países, y Nelsa sabe que igual que le pasó a ella, eso es herencia de los Premios "Princesa". "Lo que se logró en Asturias es algo prodigioso", recalca. Este año Nelsa Seijo se ha quedado con ganas de ver a Meryl Streep departiendo con Antonio Banderas en el Auditorio de Oviedo. Pero no logró sacar su entrada. "No importa, yo lo disfruté muchos años en primera línea; es justo que les toque a otros", dice. Lo que sí que podrá hacer, como siempre, es seguir la ceremonia desde un bar con alguna compañera de entonces.

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