Aunque se dice que el fútbol es un idioma universal, en el municipal de Santo Domingo se habla una lengua propia. Una suerte de dialecto de frases cortas, de poca elaboración y que omite los ornamentos estériles. Es más una herramienta que una expresión artística, un lenguaje que el Alcorcón interpreta como nadie y que deja sin argumentos al rival. El Sporting, en su regreso al infierno de la Segunda, no fue una excepción. A las particularidades del campo se unieron la intensa presión alfarera y un calor asfixiante que ahogó al equipo.

Como si no hubiera un mañana, alfareros y rojiblancos se dejaron las ocasiones más claras para un tiempo añadido que se jugó como si fuera el último partido, más que el primero. Hasta esa momento, el único peligro había sido una ocasión que marró Álvaro Giménez asustado ante Mariño y dos pases que no encontraron rematador por el Sporting.

Si la idea de Herrera pasaba por causar una buena primera impresión en la puesta en escena de su Sporting, el fracaso fue rotundo. Bien es cierto que no era tampoco el mejor escenario para agradar. A campos como el de Santo Domingo se viene con el cuchillo en los dientes, los machos amarrados y dispuesto a sufrir por cada pelota.

Echó de menos el Sporting más balón. A pesar de las explicación poco convincentes de Herrera en la previa, la necesidad urgente era la presencia de Nacho Méndez, el jugador que más fútbol ha demostrado atesorar en la pretemporada rojiblanca.

El Sporting se aplica el tópico de que lo mejor fue el resultado. No es fácil ilusionar en Alcorcón. La lectura positiva reside en la portería a cero y en el punto sumado lejos de El Molinón, en un escenario que no se lo pondrá fácil a los rivales directos. El nuevo Sporting se lleva de Santo Domingo lo que ha merecido.

No hubo sorpresas en la salida de camerinos. Herrera formó el once que había insinuado durante la semana. Un equipo con jerarquía suficiente para atemorizar de inicio al Alcorcón. Una mezcla de los futbolistas que descendieron de Primera y de los nuevos fichajes. No engañó el entrenador y tampoco lo hizo el equipo, que adoleció de los mismos defectos que había padecido durante el verano. El principal, la falta de fútbol, la desconexión con Scepovic y la incapacidad para hilvanar tres pases seguidos.

Como si de un duelo se tratase, el Sporting dejó que su rival eligiese el arma y los padrinos. Renunció a su estilo para intentar jugar un fútbol directo y vertical para el que quizá está poco dotado. Los rojiblancos perdieron todas las batallas aéreas, que fueron mayoría en el primer tiempo, y el Alcorcón tardó poco en perderle el respeto al buen cartel que acompaña al Sporting. El conjunto alfarero fue encerrando a los rojiblancos y aumentando la sensación de peligro, hasta que Bellvís logró escapar de una mala presión y habilitar a Kadir para que asistiese a Dani Giménez en la gran ocasión del partido para los locales. Se arrugó en la medida en que se agigantó Mariño.

Incapaz de encontrar salidas, el Sporting buscó la de emergencia. La encontró en los pelotazos directos a Scepovic. El único que prosperó fue un envío de Canella que el serbio bajó con el pecho y lanzó a Rubén García con el exterior. El extremo puso un balón raso y duro al que no alcanzó Carmona en posición de remate. Esta jugada resume lo que fue el Sporting en ataque, un cúmulo de buenas intenciones y ninguna pegada.

Cansado de no entender el sentido del juego, Herrera buscó en Pablo Pérez, cedido al Alcorcón el curso pasado, al único traductor a su alcance. No mejoró el panorama, más allá del espejismo en el inicio del segundo tiempo. Tampoco Santos tuvo opciones de remate, aunque incomodó a la zaga local. Pareció que la bronca de Herrera al descanso había despertado a sus futbolistas del sopor madrileño. Canella capturó un rechace tras un centro de Lora y conectó una volea que supuso el único disparo entre palos del Sporting.

El partido volvió a espesarse, a medida que el Alcorcón recuperó el mando en el juego. Fue otra vez boscoso y sin claros, menudearon las ocasiones en ambas porterías.

Las prisas volvieron cuando el asistente levantó el cartel con el tiempo añadido. Santos contra el mundo, sería el resumen de la ocasión más clara del Sporting. El uruguayo presionó, más allá de lo razonable, a toda la defensa alfarera y terminó por ganar un balón que dejó para Isma López. El navarro cayó en la jugada con el pie cambiado y, cuando parecía que tenía un disparo franco, desconfió de su pierna derecha y buscó auxilio en un pase imposible que, de nuevo, se perdió.

El Sporting regresa de Alcorcón con el paladar amargo. Es cierto que ha sacado un punto que muchos darían por bueno, pero es evidente que al equipo le falta fútbol. Herrera pide un par de semanas más de pretemporada. Quizá la solución llegue cuando los nuevos fichajes se incorporen de pleno derecho. Álex López es la solución elegida por el técnico para paliar la falta de fútbol. El ferrolano tiene tarea, porque el Sporting pinta que va a ser un equipo difícil de ganar, pero está lejos de esa apisonadora rojiblanca que algunos esperaban.

La visita del Lugo a El Molinón arrojará más luz sobre las expectativas que se pueden depositar en este equipo. Es en casa donde el Sporting tiene que mostrarse inexpugnable y hacer buenos, partidos como el ayer. Para eso, es verdad que con un campo más grande y muchos menos grados centígrados, hace falta más fútbol.

Herrera tiene tarea y ahora que ha visto competir a parte de sus futbolistas puede comenzar a sacar conclusiones. Parece claro que Santos reclama más protagonismo. Sería buena idea, también, que el equipo fuera capaz de brindar situaciones de remate a dos de los mejores delanteros de la categoría, que ayer se fueron inéditos. El Sporting salva el primer obstáculo de un camino empinado.