Un Sporting lanzado llegó ayer a un cruce peligroso. Olía a chamusquina en la visita del Reus a El Molinón y había nervios por ver si Baraja podría controlar la nave sin dos de sus pilotos más avezados: Michael Santos y, sobre todo, Sergio. La primera defensa del liderato deja algunas incertidumbres en los rojiblancos que tuvieron, es cierto, rasgos de equipo líder, pero pasaron más apuros de los previstos ante un Reus completamente anaranjado. El Sporting superó sin grandes daños el cruce de caminos y mantiene su rumbo estable hacia el ascenso, pero esta vez podría decirse que el líder pasó en ámbar.

Hay rasgos comunes que definen a los ganadores. Señas de identidad que los distinguen del resto, del vulgo, del común de los mortales. Uno es el dominio de las áreas. La seguridad defensiva es una marca indeleble de los equipos que están arriba. Otra es la pegada, que se tiene o no se tiene, pero no se entrena. El Sporting presume de un puño de hierro capaz de resolver con un golpe ganador, un combate que estaría equilibrado a los puntos. O quizá ni eso. Y luego, claro, está Mariño, que acude presto al rescate cuando surgen los problemas. Sin ir más lejos, ayer, cuando desvió al larguero un remate venenoso de Fran Carbia o en cada balón parado del segundo tiempo. El Sporting de Baraja tiene madera de líder y se afianza en el peldaño más alto de la clasificación, aunque lo hace con más apuros de los previstos.

La mejor noticia ha sido la capacidad del equipo para superar las ausencias de su goleador, Michael Santos, y de su pieza clave Sergio, que otras veces han tenido un efecto devastador sobre el equipo. Se encomendó Baraja al meloso acento canario para que el Sporting mantuviera el discurso ganador. Cumplió Hernán Santana y gustó Nano Mesa, delantero oportunista y de rápidas piernas. Se dio el técnico incluso la licencia de preservar a Álex Pérez con vistas a la futura batalla de Pucela. Guitián pasó algunos apuros con Lekic, hasta que acertó a tomarle las medidas y Barba volvió al nivel de siempre. La receta del éxito conviene salpimentarla con algunos ingredientes diferenciales, al alcance sólo de los favoritos. Unas gotitas del talento creativo de Carmona, unos acelerones de Jony o el atrevimiento de Calavera. El guiso necesita también de algunos básicos como el orden de Bergantiños y esa capacidad para sufrir hasta la agonía que demostró el equipo en el segundo tiempo. Son las cosas de los líderes, eso equipos que ganan incluso cuando no lo merecen.

Un negro nubarrón cubrió El Molinón tras el descanso y el Sporting se vio sacudido por una tormenta inesperada. Cuando el equipo andaba más perdido y el empate parecía una amenaza real, Baraja tiró de política y apeló a la vieja fórmula que nunca falla. El técnico llenó el campo de guajes, encendió a la grada y el temporal pareció escampar. Resistió el Sporting, que no es poco, y recibe un mensaje claro de este fútbol de plata en el que dan igual las inercias y los presupuestos. Lección aprendida y la vista fija en Valladolid.

El Sporting dio un paso atrás en el segundo tiempo

Y no será que el Reus no avisó de que no estaba de turismo en la primera visita de su historia a El Molinón. El equipo del exrojiblanco López Garai le perdió el respeto al campo por el camino más corto. Un saque en largo del portero lo peinó Lekic a favor de la carrera de Fran Carbia. El latigazo del extremo salió mordido por la presión de Barba y aún exigió que Mariño desviara al larguero con la punta de los dedos. No conforme con este susto, el conjunto catalán siguió apretando y llevando peligro en cada balón parado sobre la portería rojiblanca. Yoda, una amenaza continua, cabeceó alto cuando estaba libre de marca en dos ocasiones.

Estaba el partido en uno de esos momentos en los que busca definirse cuando el Sporting cargó por la derecha. Arrancó Calavera con decisión y descaro, buscó un amigo y encontró a Carmona, quien mejoró la jugada con una especie de espuela que se convirtió en el mejor pase en profundidad a favor de la carrera del lateral, que ganó la línea de fondo y dio un pase horizontal y venenoso. Acudió presto al remate Nano Mesa, que ganó la acción a los centrales y alojó la pelota en la red antes de correr a celebrarlo con Álex Pérez.

El gol rojiblanco pareció venir a poner las cosas en su sitio, aunque cierta desconfianza flotaba en el ambiente. Por esos caprichos del fútbol, el Sporting resolvió el partido con la suerte que más le estaba costando: a balón parado. Lo hizo, además, con la jugada más sencilla del mundo. Una especie de mate pastor de las acciones de estrategia, que vino a ruborizar a la defensa catalana. Rubén García puso un balón raso al vértice del área, Carmona llegó en carrera favorecido por un bloqueo de Jony y el balear, al primer toque, alojó el balón junto a la cepa del poste derecho de Edgar Badia.

Ahora sí, el escenario parecía controlado. Rubén pudo hacer el tercero tras recibir un balón de Nano Mesa, pero su latigazo acarició por fuera el poste. Al descanso, las luces se imponían a las sombras y el sportinguismo hacía planes sobre los puntos a sumar en las dos próximas salidas ante rivales directos como el Cádiz y el Valladolid. Nadie se esperaba que una negra nube cubriría el estadio en la segunda mitad.

La cosa se torció en el primer córner del segundo tiempo. Gus Ledes puso otro balón de dulce y Atienza cabeceó al larguero. El Sporting no supo cerrar su área ni en la primera acción, ni en el remate posterior en el que Olmo, el otro central, se hizo fuerte y mandó la pelota a la red. Un escalofrío recorrió el campo más antiguo de España.

Quedó el Sporting a la deriva y el Reus comenzó a ver cerca el empate. Lo hizo en cada jugada de estrategia, pero también en las arrancadas de Yoda o en las subidas de Miramón, al que nunca siguió Jony. En esta fase de sufrimiento fue cuando emergieron las figuras de Barba y Bergantiños, a los que el traje de bombero les sienta como un guante, y también la serena seguridad de Mariño.

Fue más una sensación de agobio que claras ocasiones, pero lo cierto es que el Sporting del segundo tiempo apenas dio para sacudirse la presión catalana. La sombra de la ausencia de Sergio volvió a amenazar al sportinguismo. Sin embargo, el equipo logró enlazar su séptima victoria consecutiva, su noveno triunfo en casa donde se mantiene inmaculado en la era Baraja, y encima ahora ya gana incluso sin merecerlo. Rasgos de campeón.