Fuera de casa el Sporting transmite poco tirando a nada. Y eso que en el partido de ayer ante Osasuna los de Baraja demostraron bastante más -lo que tampoco debe servir de consuelo- que en Riazor. Pero resultó sólo ser un espejismo que desapareció en cuanto comenzó la segunda parte tras unos primeros cuarenta y cinco minutos aceptables viendo lo que llegó después. Los rojiblancos no fueron capaces ni de acercarse por la portería local cuando ya perdían. Cierto que una mala tarde la tiene cualquiera, pero da la sensación de que el objetivo lejos de El Molinón es salir a aguantar el 0-0 y esperar a ver qué pasa si alguno de los arriba anda inspirado. Pero, de momento, ni Uros Djurdjevic ni Álvaro Jiménez, por ejemplo, demuestran ser capaces de cubrir el hueco dejado por Michael Santos y Jony. Aunque lo más preocupante es que el rojiblanco transmite ser un equipo sin alma, con una alarmante falta de sangre, al que no le funciona el plan B o, lo que sería mucho más grave, simplemente no lo tiene. Y si la cara es el espejo del alma, hay que quedarse con muchas de las que se vieron ayer sobre el verde de El Sadar, con jugadores rojiblancos abroncando a algunos compañeros. Si lo de las caras no vale, ahí están las palabras, por ejemplo, de Canella al término del partido. El de Pola de Laviana fue claro y aseguró que en la segunda parte el equipo "no compitió", que jugando así "nos puede ganar cualquiera" y que los jugadores de Osasuna "nos pasaron por encima". Con un diagnóstico así no es extraño que el juego del Sporting desespere a casi todos. Lo peor es que empieza a aburrir, y tras el aburrimiento llega la indiferencia.