Roberto Canella. Exjugador del Sporting, se retira del fútbol

Canella repasa su carrera tras colgar las botas: del día que "pasó por encima de todos" en el Sporting, a aquel viaje a Zaragoza que "triplicaba" su sueldo

"Prefiero que me recuerden por ser buena gente, que por ser futbolista" / "Mientras pensaba en la retirada llegué a perder tres kilos por los nervios, en mi cabeza no entra estar en un equipo sin poder aportar"

Canella, en su casa de La Providencia, junto a las camisetas de los equipos en los que ha jugado.

Canella, en su casa de La Providencia, junto a las camisetas de los equipos en los que ha jugado. / Juan Plaza

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

El pasado 11 de octubre dijo basta. Después de semanas de recuperaciones y recaídas, el "isquio" volvió a avisar a Róber Canella (Pola de Laviana, 1988). Tocaba parar de nuevo. Entendió el mensaje. "Llegué a casa, comí, dormí la siesta y cuando llegó mi mujer de trabajar le dije: ‘Paula, dejo el fútbol’. Quedó blanca". Atrás, toda una vida ligada a una pelota, desde sus inicios en el Alcava hasta los 313 partidos con el Sporting, llegando a ser campeón de Europa sub-19 e internacional sub-21 con la selección, además de jugar en Dépor, Lugo, Calahorra y Marino. "Siempre pensé que jugaría hasta los cuarenta y pico, hasta cuando el cuerpo aguantase, y aguantó hasta los 35", explica "Cane" en su encuentro con LA NUEVA ESPAÑA, en su residencia gijonesa de La Providencia, entre montones de camisetas de su colección y un balcón con vistas a su otra casa, El Molinón.

Roberto Canella, ayer, en el despacho en el que guarda camisetas y recuerdos de toda su trayectoria. | Juan Plaza

Roberto Canella, ayer, en el despacho en el que guarda camisetas y recuerdos de toda su trayectoria. | Juan Plaza / Ángel Cabranes

–¿Cuándo, cómo y por qué?

–La idea llevaba tiempo rondándome la cabeza. La pasada temporada, cuando acabé mi etapa en el Calahorra en diciembre, ya venía arrastrando problemas musculares. Hablé con el presidente y volví a Asturias. Empecé a entrenarme en solitario, me encontré bien, llegó el verano y me llamó Luis Gallego, el presidente del Marino. Un fenómeno. Lora (también jugador del conjunto luanquín) me animó. Tenía mucha ilusión, me volvió el gusanillo. A la semana de empezar la pretemporada, rompo isquio.

–¿Y entonces?

–Fue menos de un mes de recuperación. Quería jugar contra el Titánico en Laviana. Jugué y creo que no estaba todavía preparado. Recaí a los dos días. Inicié una recuperación de manera más cauta, casi dos meses fuera. El otro día jugué unos minutos ante la Gimnástica, me encontré bien y a los cuatro días teníamos Copa contra L’Entregu. Disputé veinte minutos y ahí ya volví a sentirme mal. Empecé a darle vueltas a la cabeza sin decirle nada a nadie, ni a mi mujer ni a mis padres. Esperé. Al miércoles siguiente, en el primer entrenamiento, me probé y en los esprines, cuando llevaba el cuerpo al límite, aquello no iba. Lo tuve claro. Fue una decisión dura. Me jode tener que despedirme así.

–¿Cómo reaccionó su entorno?

–Familia, amigos, el club... Todo el mundo me entendió. Estar muchos meses en un equipo cobrando y sin aportar no entra en mi cabeza. Entre que el isquio llevaba tiempo dándome guerra y el sentirme mal por no ayudar, era mejor retirarse. Entre el partido de L’Entregu y el siguiente entrenamiento pasaron seis días. ¿Sabe cuántos kilos perdí en ese tiempo? ¡Tres y medio! Hasta me salió una herida en el labio, lo típico de los nervios. Mi cabeza ya sabía qué iba a hacer. Por una parte, me he quitado un peso de encima. Aunque ya le digo, en dos o tres meses volveré a tener una gana de la h.....

–¿Qué va a hacer ahora?

–Formarme. Estoy sacando el nivel 2 del título del entrenador, quiero obtener el nacional y he empezado ya un curso de analista de fútbol con Carmona. También tengo en mente hacer el curso de director deportivo porque, aunque no es una parcela que me llama, quiero tener una óptica diferente. En el futuro quiero seguir ligado al fútbol. No sé si como entrenador o de otra cosa.

–¿Cómo le gustaría que se recordase su etapa como futbolista?

–Como un futbolista que siempre lo dio todo allá donde estuvo. Creo que salí de todos los equipos muy bien. Luego saldrían mejor o peor las cosas, pero lo dejé todo. Y si no salía más, es que igual no lo había. También, sobre todo, por ser una buena persona.

–Cuando anunció su retirada por redes sociales, muchos respuestas subrayaban eso, esa condición de buena gente.

–Siempre está el típico mensaje de "buen futbolista y mejor persona", y uno ya piensa, ¡puf, menudo paquete que debió ser! (se ríe). Estoy orgullosísimo de la carrera que hice, pero a mí me hace mucha más ilusión eso. Prefiero quedarme con que me recuerden por buena gente, más que como futbolista. Y si hay alguna persona que piensa que fui un paquete, pues ya tomaremos una caña y lo arreglaremos.

–¿Usted se hizo algún enemigo en el fútbol?

–(Se ríe). No sé, a lo mejor entrenando o en algún partido repartiendo patadas y esas cosas, pero son cosas de fútbol. Llevarme mal con alguien, nunca. Creo, ¿eh?

–¿Cuándo y dónde dio su primera patada a un balón?

–En la calle Luis Alonso de Pola de Laviana, donde vivía mi abuela. Luego, en la cancha de la avenida de Laviana. De ahí al Alcava y en alevines, para Mareo ya. En el primer año de alevín solo iba a algún entrenamiento. En el segundo, ya estaba en plantilla.

–Si entonces le hubieran mostrado lo que haría después...

–Lo hubiera firmado inmediatamente. De niño piensas en llegar al Sporting y jugar en Primera División. Lo cumplí y encima fui capitán. No hay nada más grande que ser capitán del Sporting. No hay más. Si me dices: ‘¿oye, prefieres ser capitán del Sporting o haber llegado a la selección española absoluta?’, elijo ser capitán.

–Elija tres momentos de su carrera.

–El primer entrenamiento con el primer equipo. Solo entrenar ya era un sueño. Tenía 18 años recién cumplidos. Venía de quedar campeón de Europa sub-19 unos días antes. Ellos estaban de pretemporada. Recuerdo que por la mañana hicimos físico en la playa y por la tarde, partidillo. Venía con ritmo de competición y pasé por encima de todos. Al tercer día me hicieron contrato profesional. Tuve suerte, porque gracias a no tener vacaciones tras aquel título llegué en un gran momento de forma. De no ser así, quién sabe qué hubiera pasado.

–Le quedan dos momentos.

–Aquel título Europeo con España sub-19. Era una generación tremenda, con Piqué, Juan Mata, Adrián López, Marc Valiente... Y después, el ascenso a Primera con Preciado. Veníamos de diez años en Segunda. Ver la ciudad volcada y además sentirte importante en un éxito como ese, porque lo jugué prácticamente todo... Ahí me di cuenta de que realmente era futbolista. De que, cuidao, esto va en serio.

–¿Le tuvieron que bajar los humos en algún momento?

–No. Vengo de una familia humilde, de un padre minero y de una madre ama de casa, aunque creo que a todos alguna vez... Mi padre alguna vez intervino y le doy las gracias por ello. Con 20 años y unos sueldos que no te imaginas, pues... Pensaba en comprar cosas, llegaba mi padre y me hacía entrar en razón al final.

–Estuvo a punto de fichar por el Zaragoza. ¿Qué hubiera sido de usted de irse a La Romareda?

Estuvo hecho. Me despedí de mis compañeros y hasta de Vega-Arango. El presidente me citó en el despacho para explicarme los motivos y decirme que para el club y para mí era importante la operación. Yo pensaba lo mismo. Iba a ganar tres veces más y me quería un entrenador que me conocía perfectamente, Marcelino García Toral. Se cayó por las garantías de pago. Y yo igualmente feliz. Iba a cobrar el triple, sí, pero estar en el Sporting, con la familia y los amigos, pues... Tampoco le pido a la vida mucho más.

Canella.

Canella. / Juan Plaza

–¿Hubo más ofertas para salir que estuvieran tan cerca?

–Hubo muchos intereses, alguna oferta también, pero nunca dije o planteé salir. Si lo hubiera hecho, me hubiera ido, pero como nunca sucedió... El dinero para mí nunca fue primordial. Mi prioridad siempre fue estar a gusto donde jugase. Fue tan así siempre, que cuando con 31 años acabé mi último contrato con el Sporting, tuve ofertas del extranjero que eran una auténtica barbaridad. Pues elegí el Lugo, donde cobré diez veces menos de lo que me ofrecían fuera, porque estaba a dos horas de casa y era un club humilde. Mis amigos me siguen llamando tonto por eso.

–¿Cómo está viendo al Sporting?

–Esta temporada estoy disfrutando como un enano. Voy siempre a El Molinón y soy de los que ha sufrido el doble estos años: por el resultado y por los jugadores. Estuve ahí, sé lo que sienten. La pasada temporada, en el partido ante el Mirandés (3-4), casi me voy al descanso. No por el resultado. No llevo con paciencia que la gente se meta con los jugadores.

–¿A final de temporada cree que seguirá disfrutando?

–Ojalá. A mí los jugadores me hablaban maravillas de Miguel Ángel Ramírez cuando las cosas iban mal. Imagínese ahora. En el fútbol hay que dejar trabajar. En este equipo van todos a una.

–Cote le ha cogido el testigo.

–Es puro sportinguismo. Lo mamó desde más pequeño que yo. Tenía la cuenta pendiente de volver y subir a Primera. Ojalá lo consiga.

–¿Qué le diría al aficionado que lea esta entrevista?

–Le daría las gracias a todos. He leído todos los mensajes que me han enviado. También los de las redes sociales, todos. Doy las gracias hasta aquellos que me silbaron en su día en El Molinón. Seguramente lo merecí. Me hicieron mejor futbolista.

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