La alegría la ponen ellas: el Sporting Femenino sella la permanencia en Mareo en la jornada en la que El Molinón vive su mayor fractura de la temporada entre público y futbolistas

Los silbidos a Nacho Méndez y Queipo y los aplausos a Ontiveros dividieron a la afición durante el partido

Las jugadoras del Sporting celebran la permanencia en Mareo.

Las jugadoras del Sporting celebran la permanencia en Mareo. / RSG

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

El día se inició de la mejor manera posible. El Sporting Femenino firmó la permanencia matemática en Mareo, a falta de una jornada, sin necesidad de mirar de reojo a sus rivales por la salvación. El 2-1 ante el Bizkerre, con goles de Lezcano y Antía, ataron la continuidad de las rojiblancas en Segunda RFEF, además de confirmar la del filial femenino en Primera Nacional. La fiesta se inició minutos antes de que el balón echara a rodar en El Molinón, donde, a partir de las dos de la tarde, entraba en juego la otra cita importante de la jornada en clave rojiblanca. Ahí, la ilusión pronto se convirtió en disgusto. Acabó en bronca.

La presencia de Alejandro Irarragorri en el palco de El Molinón venía siendo sinónimo de victoria desde la entrada de Orlegi en el Sporting. El presidente regresó a su butaca apenas un mes después de su última visita, y se encontró con algo bien distinto a lo que venía acompañándole. Arropado por David Guerra, presidente ejecutivo, y por Aleco Irarragorri, su hijo, hubo poco espacio a la alegría en cuanto al primer equipo. Lo pasó la representación visitante, que contó entre ellos con Héctor Font, ex del eterno rival, el Oviedo. Los problemas en los primeros minutos dieron paso a que la gente empezara a agitarse en sus butacas.

El caso es que ya hubo señales. Todo había empezado a cambiar mucho antes. Más allá del tira y afloja entre el presidente y el entrenador acerca del planteamiento en Elche que acabó fagocitando la previa, puede decirse que el marcador se rompió tan rápido como pasó el autocar a su llegada al estadio. Esta vez no hubo tiempo a reducir marcha y avanzar entre la multitud a ritmo. El bus aligeró el paso, quizá por la amenaza de sanción al ir sobre la bocina en la obligación de estar presente en el campo hora y media antes del inicio del partido. Entre vaticinios pesimistas, la alegría de una familia convencida de que el Sporting estará arriba hasta el final. Las tres generaciones de los Cernuda, desde el matrimonio formado por Argelio y Berta, su hija, Sonia, y su nieta, Paula, había palabras de tranquilidad: "Si este entrenador nos metió arriba toda la temporada, hay que confiar". La paciencia del público, 20.281 en esta ocasión, acabó agotándose a tenor de lo visto en el campo.

Si el 0-2 al descanso ya hizo que el equipo alcanzara el túnel de vestuarios entre los pitos de El Molinón, de uñas especialmente con su entrenador y con Dani Queipo, la segunda parte aumentó el cabreo. Tanto, que con el 0-3 se vio lo que nunca había sucedido esta campaña. Parte del público, especialmente aficionados de la Tribunona, se giró al palco, descargó su enfado con la directiva, y tomó el camino a casa cuando restaban aun quince minutos. También se vio algún pañuelo blanco. Antes, Queipo y Nacho Méndez se habían ido sustituidos entre pitos. Ontiveros, entre aplausos. El gesto, este último, dividió al sportinguismo. La otra gran bronca se escuchó con el pitido final. Intensa y rápida, aliviada únicamente porque muchos ya se habían ido. El campo se vació a tremenda velocidad, dejando a los jugadores en el terreno de juego agradeciendo el apoyo de la grada de animación, la única que se quedó. Fue la imagen más preocupante, la de ver fragmentarse a un campo que llevó en volandas al equipo esta temporada.

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