El principal acusado por la «operación Pirrichi», Antonio J. B., mató a un hombre en agosto de 1998, según explicó él mismo en el juicio que se desarrolla en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial, con sede en Oviedo. El fiscal especial antidroga de Asturias, José Perals, pide para él una condena de nueve años de prisión por los delitos de tráfico de drogas, tenencia ilícita de armas y falsedad de documento oficial, ya que sostiene que formaba parte de un complicado entramado de venta de heroína y que compraba bienes de lujo con el dinero que obtenía.

El crimen se produjo el 1 de agosto de 1998. Según declaró el acusado en el Juzgado de instrucción número 1 de Langreo en el mes de mayo de 2005 (esta declaración está incorporada al sumario de la «Pirrichi»), ese día había quedado con la víctima, «Carlos», para tratar el asunto de una deuda. Ambos comenzaron a discutir y se enzarzaron en una pelea. En el forcejeo, Antonio J. B. vio que su oponente tenía una pistola y se la quitó, siempre según su versión.

«Carlos» intentó ir a su vehículo. El acusado explicó ante el juez que, al verlo marchar, pensó que podía ir a coger otra arma y disparó. Seis tiros. Según el acusado, apretó tantas veces el gatillo porque «había visto muchas películas y pensaba que tendría que caer al suelo nada más recibir el disparo. Como no caía», recoge su declaración en el Juzgado, «pensaba que no le había dado. Estoy totalmente arrepentido de aquello».

Tras el crimen, el hombre adoptó diversas identidades falsas, al menos dos, explicó a José Perals. Según el fiscal, con el dinero que ganaban de la droga, Antonio J. B. (alias «Mario») y su esposa adquirían bienes que ponían a nombre de terceras personas para evitar que se los confiscasen en el caso de ser detenidos. Perals sostiene que compraron un BMW valorado en casi 30.000 euros, un Megane (10.020 euros), un chalé en León donde el matrimonio construyó una piscina que pagó al contado y un piso en la misma ciudad. Aquí tampoco derrocharon en lujos e instalaron electrodomésticos de alta gama, un banco de gimnasia y un aparato de rayos UVA.

José Antonio J. B. negó rotundamente que traficara con heroína. «Yo soy una víctima de la droga, no un beneficiario», espetó a su abogado (se negó a responder a las preguntas del fiscal). Según afirmó, consume cocaína y hachís «desde los 15 años» y, además de dedicarse a la compraventa de vehículos, prostituía a mujeres para ganar más dinero. «De ahí sacaba mis ingresos». El hombre reconoció que hubo momentos en los que usaba simultáneamente nueve móviles. «Eran para mis negocios de prostitución», afirmó en el Juzgado.

En la sesión de ayer declararon nueve de los acusados -18 lo hicieron en la del lunes-. Para hoy está previsto el interrogatorio a los dos procesados restantes, Pedro P. H. y José B. H., ambos acusados de un delito de tenencia ilícita de armas. El juicio, si se cumple el calendario previsto, se prolongará durante cuatro semanas.

La vista se desarrolla en medio de grandes medidas de seguridad. Seis policías vigilan el interior de la sala de vistas, repleta de familiares y amigos de los 29 acusados. Además, otros dos agentes vigilan los pasillos, para evitar cualquier altercado. Tras los arrestos, el Cuerpo Nacional de Policía consideró a los detenidos miembros de la mayor red de tráfico de heroína de Asturias. Según el fiscal, se les incautó droga por valor de más de 300.000 euros.

El fiscal maneja cientos de folios sobre la mesa mientras interroga a los acusados. En la declaración de José Antonio J. J. -se enfrenta a una posible condena de cinco años de prisión y multa por tráfico de drogas- se detiene especialmente. Son anotaciones de sus supuestos negocios:

«12-2-04; Co 3 kg, 1.500 euros», lee una de las hojas (hay varias similares). «Entrega, pagado», dice otra.

-¿A qué se refieren estas anotaciones? (pregunta José Perals, que mantiene que no es otra cosa que una compraventa de heroína: el 12 de febrero de 2004, compra tres kilos. Dinero entregado, 1.500 euros).

La respuesta del acusado fue inesperada. Según explicó, las anotaciones se referían a copias de discos de David Bisbal, ex concursante de «Operación Triunfo». Tres copias, aseveró. «Kg», según él, indicaba que eran «piratas».

Otra de las notas decía «10 g». «¿Diez gramos?», inquirió el fiscal. «No, eso significa rastros».

En el registro que la Policía realizó en su domicilio encontró una pistola de fogueo y una balanza digital con restos de cocaína. «Llegó a mis manos de forma accidental», aseguró. «Yo estaba en un puesto en un mercadillo de León y un hombre me dijo que vendía oro. Me enseñó relojes y otras cosas. Traía una báscula para pesarlas y así lo hicimos. Cuando se marchó, quedó en pasar al domingo siguiente para que le devolviera la báscula (me la quedé yo). Pero no me dio tiempo. Me detuvieron antes».

Según la fiscalía antidroga, el principal acusado de la «Pirrichi», Antonio J. B., se valía de José Antonio J. J., conductor de camión, para transportar la droga que vendía. Él negó cualquier relación con el negocio del narcotráfico.

Confesiones.

Durante la primera sesión del juicio, quince de los veintinueve imputados admitieron las acusaciones vertidas por el fiscal especial antidroga, José Perals.