Miranda (Avilés),

Ignacio PULIDO

El banquete campestre celebrado ayer en Miranda con motivo de la 32ª edición del Festival del arroz fue de campeonato. La media tonelada de arroz destinada, en principio, al deleite de unos cinco mil comensales es la carta de presentación de esta pantagruélica pitanza que se celebra siempre el último sábado de julio. Este evento sigue siendo una de las citas veraniegas por antonomasia en la comarca avilesina a pesar de que ha perdido algo de fuelle con respecto a años pasados. Y es que, cuando se trata de llenar el buche sobran los voluntarios.

El final del mes de julio es sinónimo de fiesta en Miranda. Este núcleo avilesino es escenario de una multitudinaria fiesta gastronómica desde hace la friolera de treinta y dos años. «La idea originaria era comer una paella entre varios amigos. Ahora se guisan cinco mil raciones», cuenta Marita Fernández, gestora de la asociación vecinal «Santo Domingo», organizadora del evento. Y añade: «Hubo años en los que llegamos a servir hasta diez mil raciones».

Y es que en el Festival del arroz de Miranda se hace todo a lo grande. Las cifras hablan por si solas: quinientos kilogramos de arroz, doscientos kilos de cebolla, doscientos cincuenta de costilla, ciento cincuenta de longaniza y setenta y cinco de salchichas. «Cada una de las tres paellas empleadas pesa cuatrocientos kilos en vacío y unos mil cuando están llenas. De ahí que necesitemos una grúa de cuarenta y siete toneladas para moverlas», precisa Fernández. Que tiemblen Villarriba y Villabajo.

Gustavo Adolfo García, cocinero avilesino, fue el valiente que ayer se puso a los mandos de los faraónicos fogones de Miranda. «Es el primer año que participo. Mi deseo es colaborar con fiestas tradicionales como ésta, contribuir a que su calidad se eleve», enfatiza García, el cual señala que «la mayor dificultad a la hora de elaborar un guiso de tales dimensiones reside en coordinar a todo el equipo humano que participa en su preparación».

Por su parte, Angelina García, Carmen Rosete y Elisa Martínez se consideran ya unas veteranas del festival. A sus 70, 67 y 73 años de edad, respectivamente, estás vecinas de la Cruz de Illas y de La Carriona no dudaron ni un momento a la hora de acercarse al prao de la fiesta. «No me he perdido ni una sola edición. Antes acudía más gente, incluso el año pasado había más comensales», advierte Rosete. Estas tres amigas fueron de las primeras personas en hacer acto de presencia. «Venimos temprano para comprar los primeros platos. Dicen que son los mejores, aunque creemos que todos saben igual», subraya García. «Los jubilados tenemos que llegar temprano porque retiramos pronto para casa», añadió.

En torno a las siete y media de la tarde comenzaron a repartirse las primeras raciones a un «atractivo» precio de cinco euros cada una. ¿Quién ofrece más por menos? La meteorología acompañó y el atardecer puso el broche de oro a un banquete donde el respetable quedó satisfecho. Y, como colofón, los centenares de asistentes disfrutaron de una verbena amenizada por la orquesta gallega «Hiroshima». Y es que, la arrozada de Miranda es la bomba.